Entre el deseo y el recelo
Según el European Council on Foreign Relations (ECFR), un centro de pensamiento paneuropeo, es difícil estimar el tamaño de la inversión china en Europa, ya que muchas compañías operan a través de centros financieros que carecen de transparencia como Hong Kong y las islas Caimán. ECFR afirma que empresas y bancos chinos comprometieron 64.000 millones de dólares en contratos europeos entre octubre de 2010 y marzo de 2011. Buena parte fue a los países periféricos (30% a Portugal, Grecia y España) y otro 10% al centro y este de Europa. Calcula que el 25% de las reservas extranjeras chinas está en euros.
Algunas inversiones -compra de empresas de tecnología sensible, por ejemplo- han sido rechazadas por razones de seguridad nacional; pero, en general, el capital chino ha encontrado en Europa un terreno inversor mucho más fácil que en Estados Unidos, donde el rechazo y la sospecha han sido más comunes. Algunos estrategas defienden que varios de los proyectos chinos podrían ser algo más que negocios empresariales, y han señalado, por ejemplo, a las grandes inversiones portuarias en El Pireo (Grecia) y Nápoles (Italia), ciudad esta última donde hay una base de la OTAN. Denuncian que las inversiones asiáticas en Europa en infraestructuras, compra de compañías y adquisición de deuda soberana están pasando en gran parte desapercibidas, como ocurrió en África. Para otros observadores, las críticas no son más que una paranoia ante el ascenso chino.
China es ya el primer tenedor de bonos de EE UU y se muestra muy vigilante ante el aumento de la deuda pública estadounidense y el riesgo de pérdida de valor del dólar. La economía china va camino de superar a la estadounidense como la primera del mundo en los próximos cinco años, medida con ajuste por paridad de poder de compra, según las previsiones del FMI.
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