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Las agencias de calificación y los 'bonos basura'

Las agencias más importantes son Standard and Poor's, Moody's y Fitch.- Sus calificaciones van de triple A (una matrícula de honor, en la jerga académica) hasta E (la peor nota posible)

Las agencias de rating se dedican a dar calificaciones a países, empresas, bancos y productos financieros: básicamente, les ponen una nota para que los inversores sepan a qué atenerse, para conocer si una determinada empresa o país es fiable, para tener una idea de las probabilidades de que haya problemas de impago si en un momento dado alguien decide invertir ahí. Las agencias más reconocidas son Standard and Poor's , Moody's y Fitch .

Sus calificaciones van de triple A (una matrícula de honor, en la jerga académica) hasta E (la peor nota posible). España fue hace unos meses triple A (matrícula de honor); después bajó un escalón, hasta AA+ (sobresaliente) y tras la rebaja de hoy se convierte en AA (doble A, una suerte de notable alto). Eso acaba suponiendo un mayor coste para la deuda pública española, puesto que los bonos españoles no son ahora tan seguros (según las valoraciones de S&P) como los estadounidenses o los alemanes, que siguen gozando de la triple A. Al final, esos mayores costes para el Estado lo son también para la banca o las empresas: los tipos de interés que pagarán por pedir prestado en el mercado serán, en principio, algo superiores a los que pagaban hasta ahora.

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España está muy lejos de Grecia: según las notas de S&P, ocho escalones por encima; al cabo, el bono español a 10 años paga en torno a un 4% de intereses, y el griego un 10%. Alemania, con su triple A, paga menos del 3%.

En el caso de la deuda pública griega, el nivel de bono basura supone traspasar una línea roja, la frontera que marca el nivel de impago elevado: hay una probabilidad alta de que quien ha emitido ese producto financiero -en este caso, Grecia- no pague a quienes los han comprado (los inversores que se hicieron con deuda pública helena).

El nivel de bono basura tiene serias implicaciones: a partir de esa nota los grandes inversores institucionales -fondos de inversión y de pensiones- suelen tener prohibido adquirir esos productos financieros, lo que de alguna manera agrava aún más los problemas, porque supone que los mayores inversores del mundo no van a meter dinero ahí. Eso es lo que les ha sucedido a los bonos griegos, a la deuda pública helena.

Y a pesar de todo tampoco es el fin del mundo: las agencias de calificación se han equivocado mucho en esta crisis, dieron la triple A, por ejemplo, a algunos de los productos financieros que llevaron a Lehman Brothers a la quiebra, y en el caso de la deuda pública no vieron venir, por ejemplo, los problemas de Dubai, o de los bancos islandeses.

Les viene pasando desde hace años: tampoco vieron venir la última suspensión de pagos venezolana, por ejemplo. Tras Lehman Brothers, bajaron al nivel de bono basura a muchas empresas que no han dejado de pagar sus obligaciones financieras, y que más tarde han recuperado mejores calificaciones.

No son infalibles, en definitiva, aunque tienen un gran poder de mercado: envían señales a los inversores que pueden precipitar los problemas, como en este caso. Son, como se dice en la jerigonza financiera, procíclicas, tienden a poner demasiadas buenas notas cuando las cosas van bien, y a agravar las cosas cuando van mal.

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