Siguen las buenas noticias
La publicación de las previsiones de primavera del Fondo Monetario Internacional suponen una constatación de que la economía mundial continúa su avance con paso firme. A pesar que durante este invierno nos han asaltado los temores sobre los efectos que la crisis hipotecaria podría tener sobre la economía norteamericana -y por extensión sobre la economía mundial-, parece que, de momento, no será ella quien acabe con el periodo de bonanza que estamos viviendo desde 2003. Según el FMI, el crecimiento mundial alcanzó el 5,4% en 2006 y, para este año y el siguiente, volverá a rozar el 5%, por lo que se prolongará el ciclo de crecimiento del que disfrutamos desde 2003.
Pero, aunque nada indique que la economía estadounidense vaya a entrar en recesión, tal y como pronosticaba Greespan hace unas semanas, sí parece que durante este año se tomará un respiro mayor del inicialmente previsto. El enfriamiento del sector inmobiliario y la política monetaria restrictiva que viene aplicando la Reserva Federal desde hace casi tres años están dejando sentir sus efectos, aunque sin afectar notablemente al vigoroso consumo de las familias, ni a las economías vecinas. Por eso, hacia finales de año, Estados Unidos podría volver a estar creciendo a ritmos cercanos al 3%, lo que haría que 2007 sea simplemente recordado como el año de la corrección.
"La economía mundial sigue disfrutando del mayor periodo de crecimiento sostenido desde hace más de tres décadas"
En cambio, a este lado del Atlántico, la recuperación de la economía europea continúa con paso firme, a pesar del empeño del Banco Central Europeo en utilizar la política monetaria para cortar de raíz cualquier atisbo de inflación. Aunque esta misma semana decidía mantener los tipos de interés en el 3,75%, no hay duda de que cuando nos vayamos de vacaciones ya estarán situados en el 4%, y de que cuando nos tomemos las uvas puedan haber alcanzado incluso el 4,5%, en función de cómo se comporte el precio del petróleo. Pero, a pesar de que el entorno monetario no es el más propicio, la zona euro creció el año pasado un 2,7% -una cifra desconocida desde el año 2000-, y espera alcanzar este año un 2,3%. Y en esa recuperación tiene mucho que ver Alemania, que parece que por fin está dispuesta a reverdecer esplendores pasados. A expensas de conocer con detalle su evolución en el primer trimestre, todo indica que el parón pronosticado por la elevación del IVA a principios de año no ha sido tal, y que el periodo de expansión del que gozó en el último trimestre de 2006 podría tener una clara continuidad durante este año.
Por su parte, las perspectivas sobre la economía española también mejoran. Durante este año y el siguiente, nuestro crecimiento volverá a rondar el 3,5%. Y aunque los desequilibrios siguen estando presentes -en especial el gigantesco déficit por cuenta corriente- y las reformas estructurales siguen pendientes -al igual que pasa en la mayor parte de nuestros socios europeos- no parece que por ahora sean capaces de terminar con el excepcional ciclo expansivo del que disfrutamos desde 1994.
Cuando se cumple el décimo aniversario de la crisis financiera que golpeó sus economías, el sureste asiático continuará asombrándonos, a pesar del aumento de la inflación derivado del encarecimiento de la energía. Liderado por China y por una India que parece haber alcanzado una velocidad de crucero con crecimientos superiores al 7%, la región volverá a situarse como la más dinámica del planeta. Hasta Japón parece haberse contagiado de la bonanza que le rodea, gracias fundamentalmente al incremento de sus exportaciones al coloso chino. Pero, aunque ya va siendo hora de que la locomotora nipona salga de la vía muerta en la que lleva metida más de una década, las incertidumbres sobre la evolución de su proceso de reformas hacen pensar que será difícil que alcance crecimientos superiores al 2,5%.
También Latinoamérica seguirá disfrutando de su particular primavera económica con crecimientos generalizados en casi todos los países y una mejora sustancial de sus tradicionales desequilibrios. E incluso África mantendrá nominalmente crecimientos superiores al 6%, gracias a los beneficios derivados de la exportación de petróleo y de otras materias primas.
Por tanto, parece que entramos en un escenario prometedor. Si todo evoluciona como está previsto, a finales de año podríamos estar viendo a las tres locomotoras volviendo a tirar de la economía mundial. Durante la última década, el crecimiento mundial se basó en la economía norteamericana y en los países emergentes, pero por primera vez en mucho tiempo podríamos ver a japoneses y alemanes volviendo a empujar el carro, aunque no de forma explosiva. Y como los emergentes no parecen dispuestos a tirar la toalla, estaríamos entrando en uno de esos periodos mágicos en el que prácticamente todo el planeta crece de forma homogénea.
Lo que no deja de ser sorprendente es que sea la evolución del mercado inmobiliario norteamericano o los riesgos financieros que están tomando algunas entidades o instituciones, quienes marquen la hoja de ruta de la economía mundial. En cambio, el petróleo, que está cómodamente instalado en el campamento base de los 60 dólares, pero que en cualquier momento puede volver a iniciar el asalto a las cumbres que alcanzó el pasado verano, sólo parece ser capaz de provocarnos irritación a la hora de llenar el depósito de nuestro vehículo. En otras palabras, los desequilibrios que tradicionalmente han acechado a la economía mundial (petróleo, inflación, crisis cambiarias, riesgo político...) no parecen hoy ser lo suficientemente peligrosos como para acabar con el periodo de vacas gordas del que disfrutamos. De alguna manera se asemejan a esas enfermedades que se convierten en crónicas. Siguen ahí, sabes que en cualquier momento te pueden crear un problema, pero te acostumbras a hacer una vida más o menos normal con ellas. Y, mientras tanto, la economía mundial sigue disfrutando del mayor periodo de crecimiento sostenido desde hace más de tres décadas.
Juan Carlos Martínez Lázaro es profesor del Instituto de Empresa.
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