El 'Checkpoint Charlie' del euro
Pocas novedades en el Consejo Europeo de la semana pasada con respecto a la reunión del Eurogrupo celebrada 10 días antes. Los avances en la gobernanza económica (un pacto de competitividad que se denominará Pacto del Euro Plus, que se añade a un reforzado Pacto de Estabilidad y Crecimiento) fueron los convenidos. Si acaso hay que destacar algo fueron las circunstancias más negativas: los problemas de Portugal, al rechazar su Parlamento el plan de austeridad al que se había comprometido previamente su jefe de Gobierno, José Sócrates, con las instituciones europeas; y los retrasos en la composición definitiva de los fondos de rescate -el coyuntural y el definitivo- por coyunturas intrínsecamente nacionales (las elecciones finlandesas y las renuencias alemanas, ya que la señora Merkel se juega hoy el resultado de los comicios en un Estado esencial, el de Baden-Württemberg).
Dos terceras partes de los grupos de cajas no cumplen los requisitos
Nada nuevo bajo el sol. La Europa económica y sus pasos, todavía tímidos y basados mucho más en el control de los gastos que en la homogeneidad de los ingresos públicos, se atienen a la lógica alemana, manejada en esta coyuntura por una coalición de partidos conservadores. A los 17 países del euro, para los cuales es obligatoria la arquitectura del gobierno económico del euro, se han unido voluntariamente otros seis: Polonia, Dinamarca, Bulgaria, Rumanía, Lituania y Letonia. Berlín ha abierto de nuevo una especie de Checkpoint Charlie para que circulen en una única dirección, de una zona a otra (ahora ya no de la soviética a la americana), quienes pretendan trabajar con la moneda única y las normas laborales y financieras impuestas por el país más potente (y ahora más dinámico) del viejo continente.
Es tal el temor que tiene España, lógicamente, a que los mercados la unan a la dialéctica de los países periféricos en dificultades, en una especie de análisis de trazo grueso y sin matices al que esos mercados (y, como vemos, las agencias de calificación de riesgos) están tan habituados, que Zapatero llegó a Bruselas con los deberes más avanzados que otros muchos países. Ello no significa que los trajese detallados al Consejo Europeo, pero sí suficientemente pespunteados. Tampoco ha habido avances entre la carta que dirigió al Eurogrupo sobre la negociación colectiva y la Ley de Estabilidad Presupuestaria (para controlar el déficit por ley) y lo expresado el jueves y el viernes en Bruselas, sino que tales asuntos quedan pendientes de las negociaciones con sindicatos y patronal en el primer caso, y con las comunidades autónomas en el segundo, para el mes de abril.
Más sustantivas son las novedades vinculadas a la corrección de la economía sumergida y a la recapitalización de su sistema financiero. En cuanto a la primera, según un estudio de la Fundación de las Cajas de Ahorro, más de una quinta parte de la economía nacional (el 21,5% del PIB) es sumergida, con un coste recaudatorio del 7% del PIB y un número de empleos de unos 4,23 millones de personas. Y con tendencia ascendente: la economía sumergida creció desde alrededor del 12% en el periodo 1980-1984 hasta más de ese 20% entre 2005 y 2008, lo que mostraría que la economía sumergida y la bonanza económica son perfectamente compatibles. En dicho estudio, los autores hablan de "una cierta tolerancia" hacia las actividades sumergidas en España pese a los problemas de equidad que generan.
Entre los compromisos adquiridos por Zapatero en el Consejo Europeo figura el de culminar antes del 30 de septiembre la capitalización exigida a los bancos y cajas de ahorro. Precisamente acaba hoy la obligación de las cajas de presentar al Banco de España sus planes de capitalización. Dos terceras partes de los grupos de cajas perfilados hasta ahora no cumplen los requisitos impuestos en febrero, por lo que habrá que esperar hasta la misma medianoche para saber qué respuestas darán los Bankia, Banco Base, BMN, Banca Cívica, Novacaixagalicia, CatalunyaCaixa, Caja España-Duero o Unnim a sus necesidades de capital básico: nuevas rondas de fusiones frías, salidas a Bolsa, búsquedas de capital privado, o simplemente, como ya ha anunciado alguna, acudir al capital público del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), en lo que supondrá una nacionalización temporal de las entidades.
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