Bruselas presiona a Merkel para sacar adelante el rescate griego esta semana
La incertidumbre siembra dudas en las Bolsas y en los mercados de deuda - Los préstamos bilaterales se perfilan como la solución a los aprietos de Atenas
Alemania no quiere discutir el rescate a Grecia en la próxima cumbre de Bruselas. Pero la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE), el Eurogrupo y la presidencia española de la UE hicieron ayer frente común contra la primera potencia de la Unión al manifestarse a favor de sacar adelante esta misma semana el mecanismo de ayuda financiera que la canciller Angela Merkel considera innecesario. Los Estados europeos entraron voluntariamente en la Unión Económica y Monetaria "para compartir un destino común" del que todos son responsables, manifestó Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, en el Parlamento Europeo. Trichet empleó excepcionalmente el alemán para hacerse entender en Berlín.
Alemania aspira a que la ayuda no esté en la agenda de la próxima cumbre
Grecia asegura que los alemanes "hacen dinero con este juego miserable"
El responsable de la estabilidad monetaria de la UE calificó de "hipótesis absurda" la idea venteada días pasados por Merkel de expulsar de la zona euro a los países que incumplan sus obligaciones, y recordó que "no hay una zona euro a la carta". La prioridad ahora es "defender la credibilidad" del euro, insistió. Pese a esa firmeza, el presidente del BCE subrayó que el mecanismo de socorro en discusión sólo será de recibo si cumple tres condiciones: "Créditos que no sean blandos", sometidos a una "condicionalidad muy rigurosa" y aplicables sólo si "la situación es realmente extraordinaria para el país y puede crear un problema a toda la zona euro".
Pero Alemania rechaza las presiones. Y los partidarios del plan de ayuda no acaban de ponerse de acuerdo. La ceremonia de la confusión siguió ayer en lo relativo a la solución europea de la crisis griega y generó nuevas dudas en los inversores: las Bolsas y los mercados de deuda se vieron afectados -especialmente en Grecia y otros países con riesgo de contagio, como España-, aunque al final del día el golpe se suavizó por los avances en Wall Street, tras el espaldarazo a la gestión de Barack Obama que supone la aprobación de la reforma sanitaria en Estados Unidos.
"Grecia no será abandonada si vemos que necesita ayuda", había asegurado horas antes de las declaraciones de Trichet el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker. Pero a la vez, Juncker templó los ánimos al considerar que no es necesario que el Consejo Europeo se pronuncie este jueves y viernes sobre el mecanismo. El primer ministro luxemburgués lamentó la cacofonía que el caso griego está produciendo entre los dirigentes europeos y él mismo contribuyó a ella al contradecir al presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, quien en declaraciones a un periódico alemán mantenía ayer que los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión "deben decidir en esta cumbre cómo tratar con Grecia para que la incertidumbre no siga indefinidamente".
El problema griego no figura en la agenda oficial del Consejo, aunque podría introducirse en cualquier momento. El ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, recordó que ya en febrero "se expresó el apoyo de toda la UE a Grecia y por lo tanto el apoyo debe mantenerse". Según Moratinos, "los detalles o mecanismos serán discutidos por los jefes de Estado y de Gobierno en el momento más oportuno".
Pero de momento la tónica es el fuego cruzado. Berlín no cede. Durão Barroso instó ayer a la canciller Angela Merkel a situarse por encima de la política interna alemana -una encuesta asegura que el 62% de los alemanes se opone al rescate a Grecia- para conseguir "una decisión en la próxima cumbre", ante el riesgo de que las dudas de los inversores desemboquen en un nuevo ataque contra Grecia y los países más vulnerables en el plano fiscal.
Merkel se muestra inflexible. El Ejecutivo alemán alega "cuestiones jurídicas" -la cláusula de no rescate a la que aluden varias sentencias del Constitucional germano- para negar las ayudas a Grecia. La canciller llegó a asegurar el pasado fin de semana que el paquete de salvamento "no estará en la agenda de la reunión" de jefes de Estado en Bruselas, y que no había que crear falsas expectativas en los mercados.
Grecia cerró el pasado año con un déficit público del 12,7% y empezó 2010 con severos ataques en los mercados de deuda pública, ante la posibilidad de que Atenas tenga problemas para hacer frente a ese endeudamiento. El banco central griego vaticinó ayer que la economía seguirá en recesión este año, y aseguró que Grecia "se adentra en un círculo vicioso con una sola salida: la drástica reducción del déficit y de la deuda". El Ejecutivo ha aprobado ya un drástico plan de ajuste con recortes en los sueldos de los funcionarios y congelaciones en las pensiones, y con una subida de impuestos que ha desatado los primeros conflictos sociales. A cambio, la UE se comprometió a rescatar a Grecia si es necesario.
Pero las ayudas se retrasan y el nerviosismo acecha. El Ejecutivo griego acusa a Alemania, a sus bancos y a sus inversores de estar aprovechándose de la situación: los intereses de la deuda han subido hasta el 6,5%, casi tres puntos y medio por encima de los de Alemania, y a medida que aumenta la incertidumbre esas cifras amenazan con seguir al alza. "La gente en Alemania está haciendo dinero, especulando contra los bonos [griegos] y permitiendo a los bancos participar en este juego miserable", afirmó el viceprimer ministro Theodoros Pangalos durante una conferencia en Atenas.
Pese a las diferencias, la Unión trabaja desde hace semanas en el diseño del mecanismo de ayuda. La solución que se perfila como la más probable es una combinación de préstamos bilaterales coordinados por la Comisión, en la que finalmente no se cierra la puerta al Fondo Monetario Internacional, pese a las reticencias iniciales en Bruselas. Esa fórmula, que ayer defendió el consejero del BCE José Manuel González Páramo, no supondría entrar en conflicto con la cláusula del Tratado que impide el rescate de un país y que Berlín ha usado como airete para oponerse a las ayudas.
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