Botín nombra a Luis Ángel Rojo consejero del Santander
El grupo Santander ha incorporado a su Consejo de Administración al ex gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, lo que eleva a 20 el número de miembros de su máximo órgano de decisión, según informó ayer la entidad a la CNMV.
El que fue subgobernador del Banco de España entre 1988 a 1992 y posteriormente gobernador hasta julio de 2000 ocupará la vacante que dejó en diciembre Juan Abelló, cuando decidió cesar como consejero para involucrarse en el fallido intento de entrada de Sacyr en el BBVA. El consejo acordó, el lunes pasado, incorporar a Rojo en calidad de externo independiente, y su nombramiento será sometido a ratificación en la junta de accionistas, que celebrará el Santander el 18 de junio.
El antecesor de Jaime Caruana y que tomó a su vez el relevo a Mariano Rubio, formará parte además de la Comisión de Auditoría y Cumplimiento y de la Comisión de Nombramientos y Retribuciones. Según la memoria de la entidad, la retribución de Rojo rondará los 125.000 euros anuales. Rojo también es consejero, desde septiembre de 2002, de Corporación Alba, controlada por la Banca March y, en principio, no tiene pensado abandonar este puesto.
Nacido en Madrid el 6 de mayo de 1934, Rojo se licenció en Derecho en 1965, sacó el doctorado en Ciencias Económicas en 1961 en la Universidad de Madrid y amplió sus estudios en la London School of Economics. Con 23 años era funcionario del Ministerio de Comercio; con 28, profesor de Universidad; con sólo 32 obtuvo la cátedra, y con 37 años ingresó en el Banco de España. En 1993 protagonizó la intervención de Banesto, que tenía un agujero de 3.600 millones de euros.
Rojo es un economista de talla internacional, y con buen ascendente sobre el actual equipo económico y la dirección del Banco de España. El ex gobernador fue de los pocos no afiliados al PSOE que acudió a la presentación del programa electoral socialista.
Rojo llega al Santander cuando su presidente, Emilio Botín, acaba de ser absuelto por el caso de las prejubilaciones millonarias de los ex directivos Amusátegui y Corcós-tegui, pero se enfrenta a otro sobre posibles delitos fiscales por las cesiones de crédito.
La modernidad en época del franquismo
Concebidos para borrar la imagen de la posguerra, tuvieron desde el principio la vocación de ser los más altos de Europa. En cierta forma, el Edificio España y Torre Europa fueron un símbolo del franquismo, que ya comenzaba a tender puentes al exterior y al amigo americano, y que pretendía demostrar que no era enemigo del progreso y la modernidad.
Torre de Madrid y Edificio España, los rascacielos más históricos de la capital por ser los primeros, fueron también durante 30 años los más altos de España, y hasta que se inauguró Torre Picasso en 1988, dominaron los cielos nacionales casi por decreto.
Orgullo del régimen, fueron incluidos en los recorridos turísticos de la época, y rivalizaban con la Puerta de Alcalá como marco de las fotografías de recuerdo que se llevaban los visitantes, aunque con más éxito entre los nacionales que entre los foráneos.
El Edificio España (plaza de España, 19) fue construido entre 1948 y 1953 por la Compañía Inmobiliaria Metropolitana (la actual Metrovacesa), bajo la dirección de los hermanos Julián y Joaquín Otamendi. Con el mandato de que fuera el más alto de Europa, sus creadores no renunciaron a reivindicar la tradición nacional en su portada: ladrillo visto, piedra y elementos decorativos barrocos. Su coste se evaluó en 200 millones de pesetas de las de entonces (1,2 millones de euros), lejos de los 400 millones de euros que esperan sacar ahora por su venta.
El hotel de lujo que alberga fue frecuentado por artistas y toreros, aunque fue la terraza del piso superior, con restaurante y piscina, la que se hizo más famosa entre la farándula y la gente bien.
Torre de Madrid (plaza España, 18), construido entre 1954 y 1957 por los Otamendi, fue el edificio de hormigón más alto del mundo. Además de la altura, lo que más llamaba la atención era la rapidez de sus 12 ascensores, insólita para aquellos tiempos: tres metros y medio por segundo. En principio, iba a albergar más de 300 tiendas y hasta un cine, pero pronto derivó hacia un edificio de oficinas y de apartamentos de alquiler.
Aplaudidos por muchos y criticados por otros tantos (por romper la vista de la sierra madrileña), nadie les puede negar su categoría de simbolo. Pero los símbolos también están a la venta.
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