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Columna
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Aves carroñeras

Xavier Vidal-Folch

Algunas autoridades logran agravar las crisis. Incluso las provocan. Está sucediendo. Grecia merecía el varapalo que le acaban de propinar los ministros de Economía por falsear sus estadísticas. Práctica en la que ya destacó en 2001 para entrar en el euro. Ojalá corrija el rumbo y que el programa de Yorgos Papandreu para sanear las finanzas públicas heredadas sea viable (bajar del 12,7% el déficit público sobre el PIB al 3% en tres ejercicios será un milagro). Y que sus recortes sociales no provoquen una revuelta.

Pero una cosa es que Grecia deba autocorregir sus vicios. Y otra, que las autoridades superiores, en vez de paliarlo, los empeoren. Por intromisión, como la del alemán Jürgen Stark, el halcón del Banco Central Europeo (BCE). Este sujeto dramatizó aún más los problemas griegos al declarar el día de Reyes a Il Sole-24Ore que "los mercados se ilusionan cuando piensan que en algún momento los otros Estados miembros abrirán sus bolsillos para salvar a Grecia". Advertencia irresponsable. Porque en minutos, cayó la cotización del euro y se encareció el bono griego. Porque el derrumbe de un país contaminaría al resto. Porque desincentiva a los países candidatos a integrarse en la eurozona. Más irresponsable, pues Stark es incompetente en la materia: el BCE carece de responsabilidad sobre operaciones de rescate si un país suspende pagos. Tuvieron que salir al quite personas competentes. Como la canciller Angela Merkel: "Si tenemos una moneda común, tenemos una responsabilidad común". O la ministra francesa Christine Lagarde: la del euro "es una zona de completa solidaridad". Subráyese: completa.

Supervisores como Jürgen Stark (BCE) sólo logran agravar las crisis

Stark es una vieja conocida ave carroñera de los países del Sur, cuestionados como "meds" o "pigs" (las iniciales de Portugal, Grecia, Irlanda y España, en inglés: cerdos). Como secretario de Estado alemán actuó en 1996 como ariete de su jefe el ministro de la derecha bávara Theo Waigel y su colega el liberal holandés Gerrit Zalm para impedir el acceso mediterráneo al futuro euro, y endurecer el corsé del Pacto de Estabilidad. Zalm imputaba a los "meds" padecer ataques de "histeria" para entrar en la moneda única. Waigel endurecía día a día las condiciones del pacto que se negociaba. Stark llegó a amenazar con la retirada de Alemania si la Unión no se plegaba a ello, chantajeando con que Alemania podría negociar "un tratado internacional bilateral" con los futuros miembros. Y se proclamaba europeísta.

Cuando fue Alemania la que tuvo problemas y boicoteó en 2003 las sanciones contra ella previstas en el Pacto de Estabilidad que había inspirado Bonn, dejándolo en suspenso, Waigel fue al menos coherente: "No se puede sancionar a Irlanda y Portugal y no atreverse cuando se trata de Alemania". Stark, ya vicepresidente del Bundesbank, templó gaitas. Dijo únicamente que "esperaba" que la suspensión fuese "sólo temporal". Quizá porque su país ya había sorteado las sanciones. ¿Europeísmo o nacionalismo? Un dato hoy olvidado puede ilustrar. El ultrarrigorista (para los demás) Stark era en el momento de la reunificación el jefe de Asuntos Monetarios y Divisas de la Cancillería federal. Lo fue entre 1988 y 1992. Corresponsable, pues, del tipo de cambio de un marco oriental por uno occidental, decisión política entendible, pero que arrojó a su país a la recesión. Y a la Unión, a una política monetaria más restrictiva de lo preciso.

Talibán de la presunta ortodoxia monetaria, su sabiduría profética es legendaria. "La tasa de inflación crecerá en los próximos 18 meses", generando "una escalada de precios y salarios" a combatir con alzas del tipo de interés del euro, que "debemos revisar radicalmente". Lo decía, desde la ejecutiva del BCE, a Der Spiegel en junio de... ¡2008! El día 26, con los otros halcones, lo lograba. Y eso que en el segundo semestre la inflación del área euro se acercaba a cero y ya se incubaba la Gran Recesión que se iniciaría con el inminente derrumbe de Lehman Brothers. Esa subida fue la medida más errónea en la historia de la entidad. Su mentor, ecce homo. El duro Stark también se oponía a una reforma a fondo del Fondo Monetario Internacional, porque "ha hecho un trabajo excelente", escribía en 2005 contra las críticas por su rigorismo con los emergentes, cuestionado desde la crisis asiática. "Debe limitarse al núcleo de su mandato, promover la estabilidad monetaria y financiera", reiteraba en 2006. Tres años después el G-20 multiplicaba las funciones del FMI y duplicaba sus recursos. Este tipo sólo va de acierto en acierto.

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