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La primera crisis del euro

Ahora le toca a EE UU y Reino Unido

Los datos fiscales de las dos potencias son tan peligrosos como los de la zona euro - Los mercados premian su credibilidad y temen el poderío de sus bancos centrales

Claudi Pérez

Los mercados financieros son un juego de espejos. Reflejan tanto las impurezas como el atractivo y el potencial de una economía, de su Gobierno, de sus gentes. El problema es que a veces los espejos deforman, distorsionan: los mercados llevan semanas mostrando las miserias de la eurozona, la crisis fiscal griega y su veloz contagio por el Mediterráneo, los agujeros institucionales de una Unión Monetaria desigual, las carencias del euro. Ese relato, convertido en la penúltima obsesión de las Bolsas y del mundillo económico, es el gran quebradero de cabeza de Bruselas, de Atenas, de Berlín y de Madrid. De toda Europa. Las cifras cuentan otra historia interesante que apenas sale en la imagen: atendiendo sólo a los números -nada menos que a los números-, la situación fiscal de EE UU y de Reino Unido es tan mala como la de Europa. O peor. Hasta el punto de que alguna casa de análisis busca la forma de incluir las iniciales de Estados Unidos y Reino Unido en el acrónimo PIGS (cerdos, en inglés), que en tono despectivo se usa para ilustrar los problemas fiscales de Portugal, Irlanda (o Italia, tanto monta), Grecia y España.

"California y otras zonas del país están como Grecia", dice Reinhart
Las potencias anglosajonas duplican el déficit de la zona euro
La tormenta volverá a afectar tarde o temprano a los más débiles
"Los mercados han sido injustos", ha declarado la Comisión Europea
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Enfangado por la deuda

"El perfil de la deuda británica y estadounidense es tremendo, insostenible. El mercado ha puesto el foco en Grecia y por extensión en la eurozona, pero California y otros lugares de EE UU están como Grecia. Tal vez eso acabe siendo una ventaja para Europa, que parece iniciar el camino de una inusual disciplina fiscal: ¿EE UU necesita un susto así para enterarse del problema?", se pregunta Carmen Reinhart, de la Universidad de Maryland.

Hay muchos indicadores de riesgo soberano, pero por encima de todos destacan el déficit y la deuda pública. Y en ambos casos las dos grandes potencias anglosajonas -así como Japón- presentan cifras tan sombrías como las de la eurozona en conjunto, y en algunos casos a la altura de los países más vulnerables del euro. "Voy a sorprenderles", desafiaba recientemente a la prensa el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, para establecer la comparación: el déficit de la UEM es del 6%, la mitad que en EE UU y Reino Unido, que presentan cifras similares a las de Grecia y superiores a las de España. La deuda europea no alcanza el 80% del PIB, en el entorno en el que se mueven la británica y la estadounidense. Y lo más importante: el perfil de la deuda de esos dos países a largo plazo es terrible, peor que el del bloque europeo en conjunto, según las proyecciones del prestigioso Banco Internacional de Pagos de Basilea, una especie de banco central de bancos centrales.

Los mercados calibran también otros datos, aparentemente menos trascendentales pero capaces de tumbar países. Varios miembros de la eurozona están peor que EE UU y Reino Unido en los seguros de impago de la deuda. En otros indicadores, como la rentabilidad de la deuda, hay nubes y claros: los países sureños de Europa han recibido un severo castigo, y sin embargo el rendimiento medio de los bonos de la eurozona evoluciona mejor que el de los norteamericanos.

Los datos son importantes; a veces demasiado. Pero ni siquiera para los mercados las matemáticas lo explican todo: "Londres y Washington tienen un historial de credibilidad intachable y un banco central poderoso, dispuesto a barrer a quien apueste en su contra. Y los mercados conocen esas armas de disuasión, la vertiente política de la situación fiscal", declara Luis Garicano, de la London School of Economics. "Sobre el papel, la situación de la zona euro no es peor que la de otros grandes. El problema es el riesgo político: poca gente duda de que, llegado el momento, EE UU tomará medidas para mantener la solvencia: recortar gasto, subir impuestos. Sobre Europa, en especial sobre algunos países, hay cada vez más dudas", abunda Jesús Fernández-Villaverde, de la Universidad de Pensilvania.

Los mercados son así: se obcecan con una historia. "Muchas, si no todas las crisis, se basan en profecías autocumplidas a causa de esa vena obsesiva: los ataques sobre el sistema monetario europeo en 1993, México en 1995, Corea en 1998. Y ahora otra vez. ¿Por qué Grecia y por qué ahora si la deuda griega es la mitad que la de Japón y sólo algo superior a la británica? La respuesta es esa obsesión, que puede rendir grandes beneficios a unos pocos y es un auténtico problema para el que no hay solución conocida", dice Charles Wyplosz, del Graduate Institute de Ginebra.

La situación actual está preñada de paradojas. Los mercados examinan a los Gobiernos y prácticamente dictan las políticas fiscales, cuando fue la crisis financiera desatada por los propios mercados la que obligó a los Ejecutivos a intervenir masivamente, a embalsar enormes déficits para evitar una debacle, como reivindicó Barack Obama hace unos meses en pleno Wall Street. Y como advirtió Nicolas Sarkozy en Davos hace unos días, y hasta José Luis Rodríguez Zapatero en Londres el pasado viernes. Aun así no hay más remedio que volver a la disciplina fiscal ante la amenaza de incendio en las Bolsas, aunque sólo sea con promesas: "Aunque ésta sea una crisis fiscal artificiosa, casi inventada, los mercados obligan a tener una estrategia de salida; de lo contrario, acabarán atacando. Pero es que además en la mayoría de los casos es mejor anunciar los planes y dejarlos para más adelante, ante el peligro de truncar la recuperación", explica Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters.

Tanta contradicción deja la salida de la crisis cubierta de niebla. En Londres, 60 economistas (encabezados por el Nobel Joseph Stiglitz) respaldan la política del Gobierno laborista, partidario de no aplicar aún la dura medicina de las subidas de impuestos; pero una veintena de expertos reclama justo lo contrario. En EE UU no hay plan: Obama ha delegado en una comisión que aportará ideas ante la guerra abierta entre republicanos (en contra de las subidas fiscales y a favor de recortar gastos) y demócratas (partidarios de la receta contraria, grosso modo). "EE UU y Reino Unido deben anunciar ya sus planes para conseguir un perfil fiscal más amable, aunque no sea inmediatamente, para no quebrar la reactivación: uno nunca sabe cuándo va a llamar a su puerta el lobo", avisa Reinhart aludiendo a la posibilidad de un ataque especulativo como el sufrido por la eurozona.

Europa ha empezado a transitar por esa senda, aunque sea a base de sustos. "Los mercados han sido injustos; los anglosajones tienen los mismos problemas fiscales y nadie parece reparar en ello", admite un portavoz de la Comisión Europea. Pero a renglón seguido añade que sería "un error imperdonable" caer en la tentación de olvidar que Grecia "está en una situación de alto riesgo" y que la crisis fiscal "es el primer test fundamental" para el euro.

No hay economía sin política. Y ahora más que nunca no se hace política sin economía: los mercados ponen a prueba la idea del euro tras 10 años de vino y rosas. "Puede que haya cierta sobrerreacción y comportamiento rebaño, pero los mecanismos de decisión de la eurozona son más lentos que los de EE UU y las armas de las que dispone también son menores y se han probado poco o nada anteriormente. Además, las Bolsas consideran que las economías de EE UU y Reino Unido son más flexibles, y esa percepción no va a cambiar de un día para otro", sostiene Tomás Baliño, ex subdirector del FMI.

Las aguas parecen haberse calmado con la decisión de Bruselas de rescatar a Grecia si es necesario, pero la tormenta volverá a acechar tarde o temprano a los países más vulnerables o a los que no hagan los deberes fiscales. "En caso de crisis, el papel de un banco central propio es clave", explica el economista Daniel Gros. "Los bancos centrales anglosajones no van a dudar a la hora de imprimir billetes para salir del paso si ven acercarse una crisis fiscal", añade Paul de Grauwe, de la Universidad de Lovaina.

En el fondo, el euro siempre se vio con recelos desde la costa oeste del Atlántico, incluso desde el otro lado del canal de la Mancha. Martin Feldstein, de Harvard, llegó a afirmar poco antes de que la moneda única viera la luz que si el euro salía bien la UE se convertiría en un super-Estado e iría a la guerra con EE UU; y que si salía mal habría una guerra civil en Europa. No parece que la sangre vaya a llegar al río, aunque por el camino algunos inversores, algunos medios y las agencias de calificación -de marcada raíz anglosajona- se empeñen en reflejar en el espejo imperfecto de los mercados más impurezas en unos lugares que en otros.

Cinco meses de problemas de la eurozona

- 20 de octubre de 2009. El primer ministro griego, Yorgos Papandreu, informa a Eurostat, la oficina europea de estadísticas, de que el déficit de su país acabará el año en el 12,5% del PIB y no en el 3,7% como se había anunciado en principio. Se descubre que Grecia ha vuelto a mentir sobre sus cuentas públicas a la Unión Europea.

- 11 de noviembre de 2009. El entonces comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea, el español Joaquín Almunia, advierte de que los problemas financieros de Grecia pueden acabar por afectar al resto de países de la unión monetaria. "Grecia es una amenaza para toda la zona euro", afirma.

- 8 de diciembre de 2009. Día negro para la Bolsa griega. El índice general de la renta variable helena pierde un 6,04% en una sola jornada. La rentabilidad de la deuda pública se dispara. Los bonos a 10 años griegos suben hasta el 5,34%.

- 30 de enero de 2010. El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, en una conferencia en Davos (Suiza), afirma: "Grecia no es Finlandia, y España no es Alemania". Trichet pronuncia estas palabras ante los primeros ministros de Grecia y Letonia y el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.

- 3 de febrero de 2010. España remite a Bruselas su plan de estabilidad para rebajar el déficit hasta el 3% en 2013. El documento contiene propuestas concretas para reformar el sistema de pensiones que el Gobierno retira en apenas unas horas.

Joaquín Almunia compara la situación española con la de Grecia y Portugal. Cunden los problemas de credibilidad sobre las cuentas públicas de estos países y arrecia el ataque especulativo al euro.

- 5 de febrero de 2010. Las Bolsas de todo el mundo caen. El temor a que los problemas griegos acaben por afectar al conjunto de la zona euro se extiende. España nota especialmente el problema. El Ibex 35 cae un 5,24%, mucho más que los de los demás países.

- 9 de febrero de 2010. Los rumores de que la Unión Europea ante la reunión de líderes el día siguiente prepara un rescate para Grecia impulsa el euro. La moneda única registra su mayor subida frente al dólar en cinco meses.

El mismo día, la vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, y el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, emprenden una gira por las principales plazas financieras para disipar las dudas sobre las cuentas públicas españolas.

- 10 de febrero de 2010. "No dejaremos sola a Grecia", declara contundente la canciller alemana, Angela Merkel. Pero la falta de concreción sobre un plan de rescate para Grecia y el resto de países que lo necesiten desanima a los mercados.

- 15 y 16 de febrero de 2010. La Unión Europea extrema el control sobre las cuentas de los Estados miembros para que no vuelvan a darse casos como el griego. En la misma reunión, el Ecofin, los ministros de Economía y Finanzas de la Unión, exige a Grecia más medidas contra el déficit en un mes. De hecho, la UE toma el control efectivo de la economía helena.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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