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Batalla en la segunda caja de España

Aguirre cambia la ley en el último minuto para controlar Caja Madrid

La continuidad de Miguel Blesa dependerá ahora de la voluntad de la presidenta - La gran rival de Gallardón da un golpe de mano para limitar el poder del alcalde

Carlos E. Cué

En plenas navidades, en el último minuto y cuando ya parecía que la tormenta de Caja Madrid amainaba, Esperanza Aguirre dio ayer el golpe de mano definitivo para controlar el futuro de la entidad y tener en sus manos la continuidad o no de su presidente, Miguel Blesa, en septiembre de 2009, cuando cumple mandato tras 12 años.

El PP madrileño, que controla la política local con su aplastante mayoría absoluta, decidió no esperar más un posible pacto con los socialistas y darle la vuelta como un calcetín a la ley de cajas, para dejar en manos de la presidenta la cuarta entidad financiera del país y arrebatarle cualquier posibilidad de control a su gran rival político, Alberto Ruiz-Gallardón, el alcalde de Madrid, que había ofrecido a Blesa su apoyo para seguir como presidente ante el enfrentamiento que mantenía con Aguirre.

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En el último minuto, cuando ya casi iba a cerrar el registro de la Asamblea de Madrid, el PP presentó un completo grupo de enmiendas a la ley de acompañamiento, que se aprueba la próxima semana y que los populares podrán imponer con su mayoría absoluta, en la que modifica por completo la ley de cajas con cuatro objetivos.

El primero, el más importante, es que la decisión de la continuidad de Blesa dependa exclusivamente de la voluntad de Aguirre. La ley actual, vigente desde 2003, tenía una redacción confusa que los abogados de Caja Madrid interpretaban a favor de Blesa. El gobierno madrileño cambia la redacción para que no haya dudas: donde ponía que los consejeros después de 12 años -el caso de Blesa- sólo podrán ser reelegidos durante un mandato más "si resultaren reelegidos por la representación que ostenten", el equipo de Aguirre coloca ahora la siguiente frase: "sólo en el caso de que la representación por la que se les reelija fuera por el mismo sector por el que fueron elegidos la vez anterior".

Parece un pequeño matiz, pero tiene un contenido político de gran calado. La caja funciona por representación de distintos organismos. Hace seis años, Blesa, un hombre próximo a José María Aznar que hasta hace poco contaba con todos los parabienes del PP, fue elegido en el cupo de la Asamblea de Madrid. Sin embargo, sus abogados le habían preparado hasta tres informes en plena guerra con Aguirre para justificar que ahora podría ser elegido por el ayuntamiento de Madrid, un puesto que ya le había ofrecido Gallardón.

Con esta jugada, la presidenta rompe cualquier pacto de Blesa con Gallardón y le obliga, si quiere seguir al frente de la caja, a rendirle pleitesía. Sólo así podrá lograr el presidente que ella le presente de nuevo como representante de la Asamblea de Madrid, un órgano que los aguirristas controlan absolutamente.

La traducción política de esta jugada es simple. Aguirre se garantiza el control de la caja e impide lo que más temía, que Blesa, apoyado en un pacto múltiple con los sindicatos, Gallardón e IU, pudiera hacerse con el control de la caja al margen del PP madrileño.

De hecho, la segunda modificación otorga mucho más poder en la caja al PP madrileño y se lo quita a Gallardón. La nueva ley modifica la representación de los ayuntamientos madrileños, que controlan el 25% de los 330 consejeros generales. De esos 82 consejeros, el Ayuntamiento de Madrid, por su volumen y los enormes depósitos que tiene en la caja, controla en este momento el 70%. La nueva ley limita la representación máxima de cualquier ayuntamiento al 30%. El 40% restante, que pierde Gallardón, lo ganan otros municipios, la mayoría en manos del PP madrileño, que tuvo unos extraordinarios resultados electorales en las últimas municipales, y casi todos con aguirristas al frente de los consistorios.

La jugada afecta también a la batalla interna en el PP. Mariano Rajoy, que estaba más cerca de las tesis de Gallardón, miembro de su cúpula de confianza, que de las de Aguirre, se queda descolgado al ver que también esta vez su principal rival política se lleva el gato al agua.

En el entorno de la presidenta hubo muchas dudas sobre la oportunidad de tomar esta decisión. Por eso buscaron hasta el último minuto el pacto con el PSOE. Durante un tiempo lo tuvieron, después de un acuerdo entre el líder socialista, Tomás Gómez, y la mano derecha de Aguirre, Ignacio González. Pero después la dirección nacional del PSOE obligó a Gómez a desvincularse de ese acuerdo y al final, después de mucho debate interno, el PP ha decidido tirar adelante solo para controlar la caja.

La victoria de Aguirre -la ley sólo puede ser recurrida por el Gobierno central, pero será aprobada con toda seguridad- es una más en las batallas internas que ha tenido con Gallardón, entre ellas la gran guerra en 2004 por el control del PP madrileño, por la gestión del metro o del Ifema, el recinto ferial. En todas, perdió Gallardón, que como alcalde tiene menos fuerza que un Gobierno autonómico.

La presidenta explicó las reformas ayer como si no tuvieran contenido político y fueran detalles técnicos. Además de estas dos grandes modificaciones que cambian el panorama e impiden, o al menos hacen muy difícil, un pacto por el control de la caja que no cuente con ella, también se ha cambiado la forma en que se eligen los representantes en algunos ayuntamientos grandes. Se hará de manera totalmente proporcional, lo que limitará la presencia de IU, gran apoyo de Blesa. Además se dará entrada a universidades privadas y cámaras de comercio en el consejo general de la caja.

Miguel Blesa y Esperanza Aguirre, la pasada semana, durante la presentación de una línea de financiación para <i>pymes.</i>
Miguel Blesa y Esperanza Aguirre, la pasada semana, durante la presentación de una línea de financiación para pymes.CLAUDIO ÁLVAREZ

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