Sin punto débil
Si la final de los 200 metros estilos me sorprendió por algo no fue por Michael Phelps, sino por Laszlo Cseh. Laszlo hizo una carrera memorable por su coraje y su sangre fría. En todo momento nadó como si estuviera convencido de que podía ganar a Phelps. Hizo un tiempo muy bueno y consiguió su tercera medalla de plata. Junto al relevo femenino de 4x200, Kis Gergo, que nadó la final de 400 estilos, y Daniel Gyurta, que lo hizo muy bien en los 200 braza, compone un equipo tan reducido como sólido. Un grupo de nadadores que demuestra que los húngaros conservan intacta su gran escuela de técnica. Una escuela que han exportado a todo el mundo, con entrenadores memorables, como Jon Urbanchek o Joseph Nagy, y que se caracteriza por un sentido de la intuición maravilloso a la hora de captar talentos. En las competiciones que se celebran en Hungría no abundan los nadadores. He ido a algunas en las que había sólo siete. Pero los que había eran todos muy buenos.
Phelps da síntomas de cansancio. En la final de 200 estilos no salió a batir el récord mundial, sino a ganar el oro. El récord le daba igual. Lo batió por inercia, porque Ryan Lochte no pudo recuperarse del esfuerzo que hizo en la final de 200 espalda y su marca estuvo muy por debajo de la que consiguió en los trials. El que animó la carrera fue Cseh, que tiene una mariposa tan poco ortodoxa como veloz. El hombre saca el pecho fuera del agua. Es algo insólito porque lo corriente es mantener el tronco lo más alineado posible con la corriente. La distancia más corta entre dos puntos es una línea recta y la brazada de la mariposa, como todas las brazadas, tiene que ser más larga que alta. Cuanto más larga, mejor. Salvo en el caso de Cseh, que es un mundo aparte. Cada vez que respira, en vez de levantar la barbilla, lo que hace es sacar el pecho fuera del agua. Como técnico, al ver lo eficaz que le resulta, no conviene tocarlo. Si lo hace es porque le va bien para su tipo de cuerpo.
Phelps es el elegido. Compararlo con otros nadadores resulta estéril. Porque lo hace todo bien. En la final de 200 estilos nadó bien hasta la braza, el estilo que hasta hace dos años era su punto débil. Ya no. Hizo el parcial de braza en 33,50s. Dos segundos menos que en Atenas. Fue una muy buena marca incluso para un bracista. Contra Cseh y Lochte, que hizo la peor braza de los tres, su nueva progresión le valió un triunfo cómodo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.