La noche inolvidable del goleador Moisés Hurtado
El Werder Bremen se apoyaba invariablemente en Diego para construir su juego. No había jugada ofensiva en la que no apareciera el menudo y revoltoso brasileño formado en el Santos. Pero la consigna del Espanyol era clara: el media punta no podía girarse con la pelota controlada. "Si se gira nos la puede liar", advertía en el descanso Paco Herrera, director deportivo blanquiazul. No lo hizo y la táctica del Espanyol salió de rechupete. No sólo Diego quedó desdibujado en la zona de tres cuartos, sino que Klose y Hunt, en la punta de ataque, sin asistencias posibles al hueco, apenas tocaron el cuero. El mérito fue de Moisés Hurtado, que barrió la medular con acierto y que se convirtió en la lapa perfecta para ningunear a Diego. "Moisés es el equilibrio del Espanyol", le define siempre Ernesto Valverde, técnico blanquiazul. Anoche, sin embargo, fue mucho más que eso.
Con sus brazos como batutas, Moisés organizó el equipo en defensa. "Esa es mi misión", suele argumentar el medio centro. Se desgañitó en juntar las líneas, en adelantar las posiciones cuando Diego trataba de girarse y en solicitar a Pandiani, delantero consumado que ayer hizo de falso punta, que colaborara en la presión colectiva. El centrocampista achicó espacios, colaboró en los dos contra uno cuando sus volantes lo necesitaron y participó en la defensa aérea cuando los laterales adversarios pisaban línea de fondo y centraban en busca de la testa de Klose. Poco le importó que le enseñaran una cartulina amarilla al tratar de cortar una de las insistentes embestidas de Diego y que le impedirá jugar el partido de vuelta.
Atosigado De la Peña por Baumann, Moisés resultó ser una vía de desahogo reconfortante. Con criterio, nunca exponiéndose a riesgos, desatascó la medular. Pases a la banda contraria de donde estaba el cuero, alguna inspiración vertical y muchas asistencias al hueco donde se la pedía Lo Pelat. Inspirado como estaba, Moisés remató la faena de la mejor de las maneras. De la Peña sacó en corto un córner hacia Rufete, que se inventó un centro templado al pico del área chica. Ahí, Moisés, tras apartarse con el brazo el atosigante marcaje de Owomoyela y marcar perfectamente los tiempos, remató con la cabeza fuerte y cruzado. Gol, mazazo y rúbrica perfecta al partido perfecto. O casi. Porque cometió un único error, cuando al intentar despejar el cuero se lió con las piernas y le dejó un remate franco a Frings. Pero Gorka, en una estirada sensacional, desbarató el peligro. Moisés se sonrió. Ya nada podía fallar. Y no falló porque Pandiani, el máximo goleador de la UEFA de esta edición, que se perderá la vuelta por amonestación, puso la guinda con el segundo gol, que hizo estallar de júbilo a todo Montjuïc.
El éxtasis llegó con el gol de Coro. La final de la UEFA, la segunda que jugaría el Espanyol tras la de triste recuerdo disputada ante el Bayer, está más cerca. La afición perica sueña con Glasgow.
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