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Reportaje:

Otra joya de la factoría Mazinho

El exmadridista Rodrigo triunfa en el Benfica y golea con la selección española sub 21

Fue hace nueve años, tras colgar las botas en su país, cuando el brasileño Iomar do Nascimento, Mazinho, decidió que su futuro estaba en España: en Valencia, Vigo y Elche. Centrocampista de brega, planteó a un amigo, Adalberto Machado, abrir en la ciudad gallega una escuela futbolística. Machado no era una advenedizo. Lateral, jugó casi 200 partidos en un Flamengo de ensueño en el que Zico dirigía y Bebeto culminaba. Llegó a Maracaná como sucesor de Junior, emigrado al Torino tras la Copa del Mundo de España 1982, pero se pasó demasiado tiempo en la enfermería. Estuvo año y medio parado y lo aprovechó para casarse. Cuatro años después nació Rodrigo, que, cuando su padre aceptó la propuesta de Mazinho, llegó a Galicia como un niño brasileño y hoy es un delantero español, trigoleador ante Estonia con la selección sub 21. "Tanto Adalberto como yo hemos hecho lo imposible para que Rodrigo y Thiago jugaran con Brasil", reconoce Mazinho, que ya ha perdido a su hijo mayor para la causa e intuye que el de su amigo irá por el mismo camino; "Brasil necesita un nueve, pero no creo que llame a chavales formados fuera".

Al fichar a Coentrão, el club blanco perdió la opción de recompra del delantero

Hoy por hoy, Rodrigo defiende la camiseta roja. Con ella estuvo en el Mundial sub 20, en Colombia, y sueña con llamar a la puerta de Vicente del Bosque. "Llegará su hora", ha apuntado el seleccionador a la prensa portuguesa. Y es que Rodrigo deslumbra en el Benfica. Formado en el Flamengo, se acostumbró a alternar con las viejas glorias hasta que se trasladó a Vigo. Tenía 12 años y un talento descomunal que se unió al de Thiago para hacer diabluras en el Ureca, un club de Nigrán que venció al Celta en categoría infantil. "Pero la escuela solo duró tres años. El Barça vino a por Thiago y me fui con él", recuerda Mazinho. Adalberto encontró trabajo en el Celta como ojeador y Rodrigo creció con el uniforme celeste hasta que hace dos veranos atendió una oferta del Madrid. En seis meses ya había pasado del equipo sub 19 al C y al Castilla, en Segunda B. "Es asombrosa su capacidad para asociarse y finalizar", diagnosticó el director deportivo blanco, Miguel Pardeza.

"Es muy vertical", observa Mazinho; "como Thiago y mi otro hijo, Rafinha, ha jugado al fútbol sala y tiene ese aire. Es muy rápido, posee un disparo potente y va bien de cabeza". Todo ese talento se escapó de Valdebebas cuando el Madrid fichó a Di María. Fue una operación independiente, pero abrió las conversaciones con el Benfica sobre él. Cerró el traspaso en seis millones de euros con una opción de recompra en 2011 o 2012 por el doble. Con todo, Lisboa no fue su destino. El Benfica no halló espacio para un joven de 19 años y se lo cedió al Bolton, en el que se curtió.

A pesar de tantas maletas deshechas, en la federación nunca se olvidaron de él. "Le vino bien la Premier porque ganó en intensidad y ritmo. Es muy centrado, maduro, con personalidad", reflexiona Luis Milla, el seleccionador sub 21, que disfruta de un delantero total; "tiene las cualidades innatas del rematador, pero además sabe salir del área y combinar con muy buena técnica. Cabecea bien y sabe jugar de espaldas. Y ahora tiene confianza", concluye.

En la antesala de la selección absoluta, Rodrigo se cotiza. De vuelta al Benfica, se ha consolidado en detrimento del paraguayo Cardozo. Le quedan cuatro años de contrato y su cláusula de rescisión es de 20 millones. Desde el verano pasado, eso sí, está un poco más lejos del Madrid. En la negociación por Coentrão, el club lisboeta invalidó su cláusula de recompra. Los blancos solo tienen ahora derecho al 20% en una eventual venta.

Rodrigo, el pasado jueves, dispara ante el portero de Estonia.
Rodrigo, el pasado jueves, dispara ante el portero de Estonia.LAUREANO VALLADOLID (EFE)

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