"Ya no he de enfrentarme a mí mismo"
Michael Schumacher (Hürth-Hermülheim, Alemania, 1969) ha dicho basta. El piloto más laureado de la historia anunció su retirada en el mes de septiembre, antes de saber si lograría evitar que Fernando Alonso lograra su segundo título. Schumacher confiesa ahora que las carreras le seguían divirtiendo, pero no el trabajo diario.
"Bien, gracias. No puedo quejarme", responde Michael Schumacher cuando se le pregunta por cómo se siente recién retirado.
Pregunta. Ha aceptado interpretar un papel en la película Asterix, en los Juegos Olímpicos. ¿Es buen actor?
"Dije que, si un joven me pisaba los talones, debería dejarlo. ¿Ha llegado? En realidad, no. Pero hay cosas más importantes para mí que la F-1"
"Se quiere más al segundo que al eterno ganador. El éxito siempre es enjuiciado con más espíritu crítico en tu propio país"
"Tuve escaramuzas con Prost, Mansell, Berger o Senna. El lema era: '¡Escucha niñato! ¡Aprende quién manda!"
"En 1999, en el accidente de Silverstone, oía al médico y todo se apagaba. Tenía miedo. Pensé: 'Ahora se acaba todo"
"Ciertos comentarios de los periodistas españoles sobre Alonso me dejan perplejo: que es arrogante, inaccesible..."
"Pilotar por pilotar, no es lo mío. Me preguntaba: 'Por qué sigues exigiéndote si prefirirías estar en casa con tu mujer y tus hijos?"
Respuesta. No. Un actor debe ser capaz de meterse en la piel de otras personas y eso me resulta difícil. Prefiero interpretarme a mí mismo: un piloto de carreras. Es lo que soy.
P. ¿Un piloto en Asterix...?
R. Sí, en un carro de guerra. Con cuatro caballos en vez de 800 y riendas en vez de volante. Probablemente sea mi última carrera.
P. No tenía por qué dejarlo.
R. Pero quería dejarlo. Pilotar por pilotar no es lo mío. Hablé con Corinna [su esposa]; Willi Weber, mi mánager, y Jean Todt [director de Ferrari], que me dijo: 'Piénsalo con calma. Sería un error tomar una decisión precipitada'. Trató de aplazarla. Tenía esperanzas de hacerme cambiar de opinión. Pero, a cada vuelta que daba al circuito, iba diciendo adiós a mi vida como piloto. Me preguntaba a mí mismo: '¿Por qué sigues exigiéndote esto? ¿Por qué, si preferirías estar en casa con tu familia?'.
P. ¿Cuál fue la respuesta?
R. A estas alturas, suena banal, pero la F11 era para mí una mera fuente de diversión, un sueño de la niñez hecho realidad: cuatro ruedas, un volante, el duelo en el circuito...; dar rienda suelta a una fascinación infantil.
P. Todavía está considerado el mejor.
R. Puede... Pero fue precisamente en los recorridos de prueba en los que me percaté de que estaba en plena cuenta atrás. Me seguían divirtiendo las carreras, pero tenía que obligarme a concentrarme cuando trabajaba en las pruebas. Ya no tenía esa fuerza mental que me impulsaba a batir récords. El esfuerzo para mantenerse en lo más alto es inmenso. Hace falta una motivación absoluta.
P. ¿Llegó a sentir miedo?
R. No es la palabra adecuada. Nosotros hablamos de riesgo. Pero eso está resuelto. Por fin, puedo relajarme. Ya no tengo que enfrentarme permanentemente a mí mismo por causa del deporte.
P. Cuando al baloncestista Michael Jordan le preguntaban qué echaba en falta al retirarse, respondía: "Estar con los chicos en la cancha". ¿Y usted?
R. Necesito tiempo para darme cuenta. Seguro que, al principio, Jordan también se sentía simple y llanamente aliviado.
P. ¿Se siente afortunado por no tener ya nada que ver con este circo?
R. Sí. Por eso no me preocupo por el futuro. Es cierto que no quiero echar barriga y ponerme gordo, pero me alegro de sentirme libre de obligaciones por primera vez en 20 años.
P. ¿No tiene claro qué va a hacer dentro de cuatro o seis meses?
R. No quiero tener claro nada. Quiero dejarme caer conscientemente en el hoyo para ver qué se siente. Llegará un momento en que me aburriré. Esa expectativa me hace en cierto modo feliz.
P. Jordan dio marcha atrás en su retirada dos veces.
R. No me habría retirado si pensara en volver. El baloncesto y la fórmula 1 no se pueden comparar. No se trata sólo de estar en buena forma física. Es un constante proceso de transformación: técnica, motores, normas, pistas...
P. Habla del final de su carrera de forma desapasionada, como un asunto de negocios.
R. Podría contarle cómo nos despedimos en Monza mi equipo y yo. Todos llorando. Además, siempre dije que, cuando llegase un joven que me pisara los talones, debería dejarlo.
P. ¿Y ya ha llegado?
R. En realidad, no. Pero hay otras cosas que han llegado a ser más importantes para mí con el tiempo que la fórmula 1.
P. Entonces, ¿está satisfecho con sus resultados de 2006?
R. Sí y no. Cometí un par de errores: mi patinazo en Melbourne y mi colisión en Budapest con Heidfeld a tres vueltas del final.
P. ¿Admite sus errores? Supuestamente, es incapaz de hacerlo.
R. Supuestamente.
P. ¿Qué pensó en la penúltima carrera, en Japón? Su motor, averiado, y Alonso, pasándole...
R. No le presté la menor atención. Quería salvar lo salvable. Sólo cuando empezó a salir humo blanco quedó claro que ya no había solución. Volaron diez puntos y el título mundial. Una pena.
P. ¿Fue Alonso mejor que usted o sólo más afortunado?
R. Una temporada no se decide en un instante exacto. ¿Mejor? En definitiva, Alonso se ha ganado el campeonato. En realidad, ya lo habíamos perdido en los comienzos, cuando no fuimos competitivos.
P. ¿El que gana es el mejor?
R. Hay muchos pilotos que tienen talento y no pueden desplegarlo en la práctica. Son los campeones del entrenamiento. Pero en el momento decisivo hacen una tontería o tienen mala suerte. Alonso y yo mismo hemos tenido mucha suerte. Desde niño, coincidí con las personas adecuadas en el momento preciso. Una bendición.
P. En su juventud, recorrió Europa con personas que financiaban su pasión por el karting, ya que su padre, Rolf, no tenía suficiente dinero. Duros tiempos...
R. Tuve que llegar a acuerdos que no me gustaban. Pero fue una etapa instructiva. Me vino bien.
P. ¿Qué significa llegar a un acuerdo para un joven ambicioso?
R. Piloté en kart para personas que me facilitaban un material que nunca habría podido pagar. En ese sentido, sacaba provecho. Pero, como es natural, el mejor era para los clientes de pago. Así que, a menudo, el mío era de segunda clase. Pero tampoco tenía otra opción.
P. ¿Qué experiencias le moldearon?
R. Se producían situaciones que no me agradaban y en las que tenía una opinión divergente. Pero aprendes automáticamente a hacerte preguntas clave: '¿hasta dónde voy a llegar?, ¿hasta dónde puedo llegar?'.
P. ¿Hasta dónde llegó?
R. Nunca tan lejos como para desatar una disputa. Dependía del mantenimiento de ese statu quo.A los 17 años pasé más de doce meses en casa de Neubert, en Darmstadt. Me siento agradecido, pero había momentos en los que tenía que morderme la lengua.
P. Es significativo que no utilice el nombre de pila para referirse a sus antiguos patrocinadores.
R. Cuando he tratado a alguien de usted durante muchos años, siempre existe una barrera.
P. Eso es un signo de...
R. ¡Educación! Es algo a lo que mi padre siempre ha dado mucha importancia. Y pienso enseñarles lo mismo a mis hijos.
P. ¿Ha echado de menos esa actitud de respeto en otras personas?
R. Más bien he echado de menos un sano equilibrio en el trato. Cuando estaba empezando, los titulares ya hablaban del talento del siglo o la futura superestrella. Estaba sobrevalorado. Sólo era un muchacho de Kerpen. '¡No me ensalcéis tanto!', les decía a los periodistas; 'si la cosa se tuerce, no quiero caer desde tan alto'. Aún no entendía cómo funciona el negocio. Era demasiado bienintencionado, demasiado crédulo y había momentos en que me comportaba como un mentecato.
P. ¿Ingenuo usted?
R. Era joven e inexperto. Era una ingenuidad creer que con argumentos y buena voluntad podría convencer a ciertas personas de que escribieran la verdad. Entonces, me planteé adoptar una actitud más laxa. Me pregunté si no podría hacer un poco de teatro.
P. ¿No decía al principio que no era un buen actor?
R. Sé hacer muchas cosas, pero esa no.
P. ¿Reflexionó sobre cómo amoldarse a los medios?
R. Durante un tiempo, sí. Intenté sonreír cuando las cosas me iban mal y asentir cuando no estaba de acuerdo. Cuando una situación me resultaba desagradable, procuraba que no se me notase. Pero no era yo. Y vi que no podría aguantar así.
P. ¿Qué rasgos suyos quedarán en la memoria de la gente?
R. Me cuesta mucho describirme. Y tampoco quiero hacerlo. Me dicen que personas que hablan conmigo por primera vez quedan gratamente sorprendidos.
P. El ex canciller federal Gerhard Schröder habla en su biografía del hambre que le espoleaba. Usted procede de un ambiente modesto. ¿Le ha ayudado?
R. Hay que estar hambriento para alcanzar los objetivos. Pero yo también he crecido entre el apego a las raíces.
P. Y así crecen sus hijos ahora.
R. Corinna y yo procuramos que no crezcan en un mundo desconectado de la realidad. Tratamos de echarles una mano, pero queremos que sepan que uno tiene que poner de su parte si quiere lograr el éxito.
P. ¿Tendría que crear ante ellos una atmósfera de modestia?
R. No existe ninguna receta mágica para lograr una buena educación. Eso es algo que me inculcó mi padre. Hay que tratar de hacerse cargo de los hijos con la mejor intención. No importa que los niños nazcan en una familia rica o pobre. Es más importante el tiempo que uno pasa con sus hijos: qué hace con ellos, a qué nivel y con qué calidad.
P. ¿Animales domésticos como instrumento educativo?
R. Resulta muy interesante observar la evolución de mi hija, Gina, a través del contacto con los caballos. Los animales valen su peso en oro porque hay que desarrollar una sensibilidad especial hacia ellos, invertir mucho tiempo, establecer una relación, asumir responsabilidades... Los animales no saben que papá es un piloto famoso.
P. Usted destaca por su lealtad hacia sus antiguos compañeros.
R. Mi entorno es muy importante para mí. Mi imagen es muy diferente entre los que me conocen personalmente. Y es que muestro un sano escepticismo frente a todo aquél al que no conozco. Es un muro detrás del que me atrinchero.
P. Y que le tiene prisionero.
R. Un aspecto interesante. Porque mi escepticismo tiene desventajas de las que soy consciente. Jamás conoceré a alguien que no vea primero al piloto, al personaje. Es una pena, sí, pero ese muro me ha permitido protegerme de percances o abusos de confianza.
P. Alemania confiaba en que volvería a pilotar y a ganar para Mercedes con un flecha plateada.
R. Hubo varias reuniones con McLaren-Mercedes. Por ejemplo, en 1995, en Montecarlo. No congeniábamos. Ron Dennis [el presidente de la escudería] y yo teníamos ideas diferentes sobre cómo debía funcionar un equipo.
P. ¿Exigía ser el número uno?
R. Nunca. Al comienzo de la temporada, los dos pilotos reciben el mismo material y están en igualdad de condiciones. Ya quedará claro cuál es el más rápido y, entonces, habrá que respaldarle.
P. ¿Quiere decir que siempre ha sido el más rápido?
R. Sí. Es una insensatez que el segundo sólo trate de ganar un gran premio para satisfacer su ego mientras el primero lucha por el título. El objetivo del equipo debe ser terminar en cabeza. La fórmula 1 no es un cumpleaños infantil.
P. ¿Recuerda lo que le dijo Senna en el GP de Francia de 1992 después de que usted le amagara?
R. Por supuesto.
P. Circula la cita siguiente: "Schumacher es un niño tonto".
R. No le daría más crédito que a un titular del Bild.
P. ¿Qué le dijo realmente?
R. "Ten cuidado. Ha pasado lo que ha pasado. Pero, a diferencia de ti, vengo y te digo que has metido la pata. No voy a la prensa".
P. ¿Qué es lo que había difundido usted a través de los medios?
R. Un par de carreras antes, él había jugado sucio. Me mostré exasperado. Ya no recuerdo exactamente lo que dije. Pero a él no le pareció bien. Yo era un mocoso.
P. ¿Quería Senna educarle?
R. Para mí, eso no era un poema didáctico. Era el teatro habitual. En 1994 llegamos a un mejor entendimiento mutuo.
P. ¿Se ganó su respeto?
R. Senna pertenecía a otra generación. En ella existía una jerarquía invisible y cada recién llegado tenía que hacerse un hueco. Sólo era posible ganarse el respeto en la pista. Un ejemplo. Unas pruebas en Hockenheim sin importancia. Estoy dando una vuelta rápida y Senna va hacia el box. Entra lentamente en una curva, mira por el retrovisor, me ve y acelera. ¿Qué hago? Freno y le sigo mordiéndome los puños porque no puedo pasarle. En otra curva, lo mismo. Después, entra tranquilamente en el box, pero ya me ha desbaratado la vuelta. Al rato la misma mierda. Hago como si nada, pero la situación me saca de quicio. Más tarde, se presenta la situación inversa. Yo, delante; él, detrás. ¿Qué hago?
P. Lo que él.
R. Exacto. Pero Senna no lo soportó. Interrumpió su vuelta, me siguió al box y se me tiró al cuello. Hay fotos estupendas.
P. ¿Cobró tintes peligrosos el juego entre el viejo Senna y el joven Schumacher?
R. Una y otra vez. En una ocasión tomamos juntos una curva a todo gas, casi pegados. De repente, él dejó de acelerar y tardó mucho en girar hacia el box. Yo ya no sabía por dónde esquivarle. Estuve a punto de estrellarme. Ésas eran las absurdas escaramuzas que Senna se permitía. Pero también Alain Prost, Nigel Mansell o Gerhard Berger. El lema era: '¡Escucha, niñato! ¡Aprende quién manda!'.
P. Quizá viesen en usted a un competidor muy peligroso.
R. Según Berger, ese comportamiento estaba dedicado a mí. Al principio, no les caí bien. Decían que era arrogante porque siempre me quejaba de esas jugarretas. Pero llegué a ser amigo de Berger.
P. Más adelante, ¿dio usted el mismo trato a los nuevos pilotos?
R. No. En el circuito existe un código de honor. Duro, pero justo. Si alguna vez ocurre algo parecido, nos vemos después en la reunión de pilotos y hablamos de ello.
P. ¿No ha sido usted el más atacado en ellas? ¿Por Jacques Villeneuve, por ejemplo?
R. ¡Qué va! Villeneuve y otros solían enmudecer.
P. ¿No fue un error embestir a Villeneuve en la cita final de 1997?
R. Borraría aquello.
P. ¿Pensó en algún momento en abandonar?
R. Sí. En 1994, cuando Senna perdió la vida en San Marino.
P. ¿Qué ideas le vinieron a la mente?
R. Llevaba ya 20 años compitiendo, pero nunca había tenido malas experiencias. Aquel fin de semana murieron Senna y Roland Ratzenberger. Reflexioné mucho sobre ambas muertes. Me pregunté qué interés podría tener para mí la fórmula 1 tras lo ocurrido. Por eso no asistí al entierro de Senna. Tenía que saber si podía seguir pilotando. Además, no quería hacer público mi duelo. Más tarde fui a visitar su tumba con Corinna.
P. Venció el miedo a la muerte.
R. En cierto modo, sí. En realidad, esos accidentes formaban parte del pasado. Pilotar en la fórmula 1 en tiempos de Niki Lauda se parecía a la ruleta rusa. Los coches todavía eran de cartón.
P. Usted sufrió un grave accidente en 1999 en Silverstone.
R. Cuando pisé el freno, noté que aquello no iba a acabar bien. Existen sensaciones más agradables que abalanzarse contra una pila de neumáticos a 120 kilómetros por hora. No conseguía sacar las piernas de la cabina. Una barra había perforado el chasis y me había roto la pierna.
P. ¿Y qué ocurrió luego?
R. Me quedé tumbado, escuchando el latido de mi corazón, cada vez más débil. Y, de repente, el latido desapareció y yo también.
P. ¿Pensó que iba a morir?
R. No había más que oscuridad. Oía hablar al médico y a la gente, pero todo se iba apagando. Tenía miedo. Sí, pensé: "Ahora se acabará todo".
P. Lleva una cruz al cuello.
R. Un adorno.
P. ¿Cree en Dios?
R. Por supuesto. Pero a mi manera, no como dicta la Iglesia. Creo que hay alguien ahí que dirige mis pasos.
P. ¿Ha estado a punto de pararse por motivos de seguridad?
R. No, pero, lloviendo mucho, sí me ha dado miedo seguir.
P. ¿No es el rey de la lluvia?
R. También he tenido más éxito que mis colegas en terreno seco. Pero, cuando llueve, debes desplegar mucha más sensibilidad y tacto al volante y las diferencias entre los pilotos se hacen más evidentes.
P. Cuando estaba en Benetton, le acusaron de comportarse de forma incorrecta. De ahí, la expresión Schumi, el tramposo. En 1994, en Silverstone, ignoró la bandera negra, señal de descalificación. Perdió su segundo puesto y le suspendieron para dos carreras.
R. No la ignoré. Es que no la vi. No digo que no cometiera un error, pero la FIA tampoco estuvo impecable. No entendía por qué tenía que ser el chivo expiatorio.
P. Pero las normas...
R. ¡Las reglas! Entonces era normal adelantarse de cuando en cuando en la vuelta preparatoria y luego quedarse atrás. Y, si había que penalizar, lo habitual era relegar al piloto al final del pelotón.
P. Aún le enfurece recordarlo.
R. ¡Naturalmente! Era una puesta en escena y me había tocado el papel de villano. Competíamos con mucha ventaja y el castigo parecía a propósito. Se desató una oleada de animadversión hacia nosotros. Ahora contemplo el asunto desde una perspectiva más amplia. Puede ser que más adelante le ocurra lo mismo a Alonso.
P. ¿Qué quiere decir?
R. Me refiero a la situación vivida este año en Monza. Cuando él se sintió injustamente castigado por la FIA y creyó en un complot contra él. Comprendí cómo se sentía y sus motivos. Se lo dije en el aeropuerto de Ginebra.
P. Cuando usted llegó, Ferrari llevaba más de 20 años sin ganar.
R. Cuando me subí por vez primera al coche, en 1995, en Estoril, me di cuenta de que se le podría haber sacado mucho más partido.
P. Imagínese que sus nietos le dicen un día: "Abuelo, fuiste una gran estrella del deporte automovilístico, quizá la más grande. ¿Por qué en Alemania se te respetó, pero no se te quiso?".
R. La gente siente más cariño por el que suele quedar segundo que por el eterno triunfador.
P. ¿Le habría gustado recibir más cariño de sus compatriotas?
R. Por supuesto que sí.
P. Cuando en 2000 igualó el récord de Senna, 41 victorias, se le escaparon las lágrimas. Un periódico tituló: "¡El robot llora porque se ha convertido en ser humano!".
R. ¡Esquizofrenia! ¿Sólo soy humano porque lloro? ¡Grotesco!
P. En 2004 donó 10 millones de dólares a las víctimas de las inundaciones asiáticas y en su país se le criticó.
R. Ni me enteré. Corinna y yo hacemos donativos porque queremos ayudar a personas en apuros. Mis honorarios de Asterix irán al Instituto de Enfermedades del Cerebro y la Médula Espinal de París, que patrocino junto con Todt.
P. La crítica internacional ha sido más objetiva con usted.
R. El éxito siempre es enjuiciado con mucho más espíritu crítico en el propio país. Ahí tiene a Alonso. Ciertos comentarios de los periodistas españoles me dejan perplejo. Es el campeón más joven de todos los tiempos y todavía se sienten insatisfechos con él. Escriben que es arrogante, inaccesible y que no muestra sus sentimientos. Me recuerda algo.
© Süddentsche Zeitung
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