La débil frontera del juego limpio
Los deportes, incluido el ciclismo, carecen de un código de conducta que delimite cómo actuar ante el percance de un rival
Dijo Miguel Indurain, cinco veces ganador del Tour y dos del Giro: "Fue un lance de la carrera y Contador hizo lo que debía. Andy [Schleck] cometió un error de juvenil que fue el que realmente le ha obligado a entregar el amarillo". Dijo Bernard Hinault, ganador de cinco Tours, tres Giros y dos Vueltas: "Lo primero que tiene que hacer Andy es aprender a manejar el cambio". Dijo Lauren Jalabert, ganador de una Vuelta: "Aquí no ha habido un problema de juego limpio, sino un fallo mecánico. Es una vergüenza que se haya pitado a Contador". Dijo, en fin, Pedro Delgado, una vez ganador del Tour y dos de la Vuelta: "La polémica se ha disparado porque Alberto es español".
Algunos de los más grandes del ciclismo no han dudado en defender la actuación de Contador el pasado lunes, al acelerar cuando el por entonces maillot amarillo, Andy Schleck, andaba liado con el cambio de marchas de su bicicleta. Pero el debate sigue encendido, sobre todo por las declaraciones de Lance Armstrong y del propio Schleck y, a qué negarlo, por la postura de Contador al pedir algo parecido a unas disculpas por su actuación, la que le colocó al frente del Tour, cuando al final de la etapa había declarado que no se enteró de la desgracia, o torpeza, de su rival luxemburgués.
Mucho se habla del fair play en el deporte. Pero ni todos los deportes son iguales ni es fácil comparar lo ocurrido en el Tour con lo que sucede en otras disciplinas. Más bien es imposible.
A nadie se le ocurriría dudar del triunfo de un corredor en una carrera de motos o de fórmula 1 cuando un rival sufre un accidente o una avería, le obligue o no a retirarse. Para qué poner ejemplos. Hay decenas cada fin de semana. Y la historia ha dejado escenas inolvidables, como el "¡por Dios, Carlos, trata de arrancarlo!", grito desesperado de Luis Moya cuando en el Mundial de Rallys del 98 el Toyota dejó tirado a Carlos Sainz a pocos metros de la meta. No sólo perdió Sainz la carrera entonces. Perdió el título a manos de Tommi Makïnen, a quien nadie pudo criticar por no pararse a esperar. Más que nada, porque se había parado hacía rato. Cuando chocó contra un muro de hormigón, concretamente.
Como en la retina ha quedado grabada la caída de Marta Domínguez en la carrera de 3.000 obstáculos de los Juegos de Pekín. Iba en el grupo de cabeza, iba lanzada, a 200 metros de la meta, la penúltima valla ante ella, el salto, el tropezón, los huesos al suelo, las lágrimas al rostro. También entonces lloró la rusa Galkina. En el podio lo hizo, para ser exactos. Cuando se colgaba al cuello la medalla de oro.
Quizá el tenis sea uno de los deportes donde más se respeten las formas. O, al menos, donde más disculpas se piden, cuando la bola golpea la cinta de la red y, cosas de la física, cae al otro lado de la pista. Pero nadie renuncia a ese punto ganado. El destino y la ley de la gravedad tuvieron la culpa.
"Yo tiro millas"
"Si el árbitro no para el partido, yo cojo la pelota y tiro millas". Quien de manera tan gráfica se expresa es Juanma Iturriaga, subcampeón olímpico de baloncesto, que no concibe la polémica que se ha despertado. "La bicicleta es un trozo del cuerpo de los corredores. Se te sale la cadena, pues como si te duele la rodilla. No me imagino a un motociclista parándose porque otro ha sufrido una avería. Además, el otro día Contador fue uno de los que salvó el Tour a Schleck".
Se refiere Iturriaga a la segunda etapa del Tour cuando Schleck, junto a otro montón de corredores, se cayó y el pelotón, por petición expresa, entre otros, de Contador, decidió esperar al luxemburgués. Al día siguiente, el de Pinto tuvo un problema mecánico en el pavés, como lo tuvo Armstrong, y perdió un minuto y 13 segundos en la meta. Nadie les esperó. Nadie se quejó. Nadie silbó a quienes subieron al podio.
Domingo, primero de mayo de 2005. David Jiménez Silva, un futbolista de 19 años que jugaba en el Eibar, en Segunda División, lanza la pelota fuera en el minuto 92 del partido que enfrenta a su equipo y al Lleida. Silva se había presentado solo ante el portero rival, pero a unos metros había un rival lesionado. El marcador señalaba empate (1-1) y esa decisión de Silva, el mismo que hoy luce en su espalda el número 21 de la selección campeona del mundo, dejó al Eibar prácticamente sin posibilidades de ascenso. Su entrenador, José Luis Mendilibar, declaró: "Tenían que hacerle un monumento, porque hay muy poca gente así".
En 2007, José Luis Mendilibar, por entonces en el Valladolid, se convertía en el primer entrenador que en España prohibía a sus futbolistas lanzar el balón fuera cuando hay un rival lesionado.
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