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Reportaje:TOUR 2009 | Mañana comienza la grande 'boucle'

El camarote de los hermanos Marx

Vinokúrov anuncia que volverá a correr en el Astana de Contador y Armstrong, enfrentados de manera ineludible por el liderazgo del equipo

Carlos Arribas

Como perseguido por una maldición, Alberto Contador observa, en unos prolegómenos del Tour más agitados de lo que podría desear, cómo el pasado del ciclismo, los años feos, regresa para fastidiarlo. Y cómo atraídos por un imán se concentran en su equipo, el Astana, nacido bajo el pecado original de Manolo Saiz. Primero fue Lance Armstrong, el coloso tejano, quien declaró, al anunciar su regreso mediada la Vuelta victoriosa del chico de Pinto, que volvía por sus hijos, contra el cáncer, porque aún le divertía la bicicleta, y que lo hacía en el equipo de Johan Bruyneel -el director, belga, del Astana-, que no podría imaginarse corriendo bajo otra dirección. Y ayer mismo, en el Mónaco que mañana acogerá la contrarreloj inicial del Tour 2009, otro que regresa con cuentas pendientes, el kazajo Alexander Vinokúrov -expulsado del Tour 2007 por dopaje sanguíneo, castigado con dos años, ya cumplidos-, anunció que no podría volver en otro equipo que no fuera el Astana, que más que un equipo va a acabar convertido en el camarote de los hermanos Marx. "Es como mi niño", dijo el corredor que logró que el Gobierno de Kazajistán financiara la última aventura de Saiz antes de que la Operación Puerto se le llevara definitivamente por delante. "El día 24 de julio cumplo mi sanción y volveré a correr. Si Bruyneel no me quiere en su equipo, que empiece a buscarse otro".

El conjunto entregó ayer el dorsal 21, el primero de su cupo, al ciclista español
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Vinokúrov, de 35 años, anuncia su regreso pocas semanas después de que el Gobierno kazajo se comprometiera a cumplir su compromiso de patrocinio liberando seis millones de euros que tenía congelados. La sincronía de movimientos subraya la dependencia de Bruyneel respecto al feroz kazajo. Incapaz de encontrar un nuevo patrocinador pese al tirón que significa contar con el corredor más atractivo, Armstrong, y con el mejor, Contador, Bruyneel aceptó el pacto con el diablo, lo que, en cierta manera, también señala la imposibilidad de mantener el equipo en un futuro. Si, pasado el Tour, Bruyneel rompe con Kazajistán, Contador sería libre de buscar nuevo equipo y hasta hace unas semanas ha negociado con varias alternativas. Ni Bruyneel ni Armstrong ni, por supuesto, Contador entraron ayer al trapo de Vinokúrov. El silencio de Contador es el más lógico: entre otras razones, porque, pese a lo fastidioso e incongruente de la situación -el Astana al que todos los resucitados profesan amor eterno sobrevivió en 2008 gracias a Contador, que por obligación contractual disputó, y ganó, el Giro y la Vuelta: y su pertenencia al equipo creado por Vinokúrov le privó de su derecho a defender su victoria en el Tour 2007-, el futuro no es lo que más preocupa en estos momentos a Contador, en vísperas de un Tour que desea ganar y de una ineludible competencia con su compañero Armstrong por el liderazgo del equipo. Y, en este juego, de momento los símbolos juegan a favor del español. De palabra, al anunciar el nueve del Tour, Bruyneel sólo utilizó la palabra líder para hablar de Contador -aunque no declaró expresamente que Armstrong debería trabajar para el de Pinto-, y de hecho, ayer, al decidir los números de los dorsales, el Astana otorgó el 21, el primero de su cupo, a Contador. Ello significa que el español será también mañana el último de su equipo que tome la salida de la contrarreloj, con lo que podrá contar con las referencias de Armstrong, con la ventaja que ello supone en una prueba que el propio estadounidense ha designado como elemento decisivo para pasar del papel a la realidad, de líder virtual a líder incontestado.

El tejano, de 37 años, que regresa al ciclismo después de casi cuatro de ausencia, nunca ha escondido que el fin último de su retorno, la medida de su éxito, el argumento que justificará su regreso, aparte de su contribución al cambio social por el deporte -de momento, éxito: su fundación ha aumentado un 5%, hasta ocho millones de euros, sus ingresos semestrales desde su vuelta y el número de pulseras amarillas vendidas hasta mayo ha aumentado un 70%, hasta dos millones- es la conquista de su octavo Tour. "No sé si lo conseguiré, pero por supuesto que lo intentaré", dice en todas las entrevistas que concede; "aunque este año lo veo más difícil que en los siete anteriores en que gané". Niza y las colinas que rodean Mónaco son de siempre su territorio favorito de entrenamiento y ayer, otro símbolo, llevó a su equipo a subir el puerto de Madonne, el col que da nombre al modelo de bicicleta que manejan; el col en el que Michele Ferrari, cuando le entrenaba, le hacía los tests de forma.

Alberto Contador y Lance Armstrong, ayer al frente del equipo Astana durante un entrenamiento en Mónaco.
Alberto Contador y Lance Armstrong, ayer al frente del equipo Astana durante un entrenamiento en Mónaco.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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