Vuelta a empezar
Es bueno que la NBA no se haya expandido todavía en el extranjero. Esta temporada promete ser totalmente estadounidense. A simple vista, hay muchas razones para entusiasmarse con la versión de este año de la NBA. Se emitirá mucho dióxido de carbono en las discusiones sobre LeBron James y la inevitable marcha de los Heat de Miami hacia la realeza de la NBA.
Cuando se agote este tema, los lumbreras se centrarán en los debates sobre si los Lakers de Los Ángeles, los Celtics de Boston, los Magic de Orlando o los Bulls de Chicago serán capaces de interrumpir la coronación. Finalmente, cuando los periodistas deportivos y los aficionados se aburran de unos temas tan obvios, se lanzarán a por las historias entrañables sobre Kevin Durant y su fiel séquito, los aficionados de los Thunder de Oklahoma City.
Pero hay bestias siniestras ocultas bajo los suelos de parqué de las canchas de la NBA. El próximo verano expira el actual Convenio de Negociación Colectiva de la NBA, que establece las directrices sobre el reparto de ingresos, los sueldos de los jugadores y demás tejemanejes contractuales. Las negociaciones entre los propietarios y los jugadores de la NBA se encuentran en un callejón sin salida y mucha gente espera que los propietarios, con la esperanza de salvarse de ellos mismos (paradójicamente, los mismos propietarios imbéciles que fichan jugadores ofreciéndoles contratos largos, malos y garantizados, quieren evitar que estos jugadores se comporten como imbéciles), pondrán de patitas en la calle a sus jugadores el próximo verano, lo que podría arruinar la temporada 2011-2012.
Mientras tanto, de vuelta a la realidad, Estados Unidos avanza a trancas y barrancas por una "recuperación" económica. Sus políticos evitan hablar de soluciones y en vez de ello, optan por culpar a sus rivales y engañar a sus electores con una mareante colección de tácticas disuasorias. Su única solución: convencer a la gente de que todo irá bien y luego esperar que, por arte de magia, resulte que tengan razón.
Los políticos de mirada desquiciada ocultan la realidad. El desempleo no es elevado porque los senadores "envíen trabajos al extranjero" o porque "el gasto del Gobierno sea irresponsable". El desempleo es elevado porque la clase trabajadora estadounidense se ha vuelto gorda (figurada y literalmente), vaga y estúpida y estos últimos 30 años se ha dormido en los laureles en vez de exigir a su Gobierno que invierta más en educación, en formación y en vías hacia la innovación.
Pero, ¡miren aquí! ¡El aborto! ¡Marihuana en California! ¡Homosexuales en el ejército! ¿No dan miedo estos temas? O, si prefieren que sus distracciones se basen en la NBA: ¡Fíjense en esas camisetas tan brillantes! ¡Miren a LeBron James! ¡¿Ven cómo pasa a otra estrella?! ¡Se llama Dwyane Wade! ¡¿ No es fantástico?!
Tanto para la NBA como para Estados Unidos, se avecinan decisiones difíciles. No estoy seguro de que a nadie -aficionado o ciudadano- le guste soportar el proceso de tomar esas decisiones. Va a ser un proceso doloroso. Para la NBA, podría significar la pérdida de una temporada. Para la ciudadanía estadounidense, podría significar una difícil adaptación a un mundo en el que las cosas no siempre van exactamente como querría que fueran.
No hay que tomar esas decisiones todavía. Queda una temporada entera de la NBA por ver. Sigue habiendo un coche en cada entrada y comida en la mayoría de las mesas. Todavía hay tiempo. Pero probablemente no lo emplearemos porque, después de todo, la NBA está en Estados Unidos. Y en Estados Unidos, no hablamos de nuestros problemas hasta que es demasiado tarde para solucionarlos.
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