Italia evita males mayores
De Rossi empata para los 'azzurri' ante Paraguay en un partido duro y poco vistoso
Todo sucedió a balón parado. El gol de Alcaraz, para Paraguay, y la réplica de De Rossi, para Italia. Muchas patadas y pocas alegrías. Un empate que conforma a dos culturas futbolísticas habituadas mucho más a sufrir que a disfrutar. Pero un futuro incierto para una Italia de escasos recursos obligada a defender el título mundial y en la que la mejor noticia fue la prometedora actuación de Montolivo en el puesto del añorado Pirlo.
A Italia, básicamente, le faltan jugadores. Otras veces apelaron los transalpinos a su espíritu competitivo y rindieron por encima de sus posibilidades. En la cita triunfal de Alemania 2006, por ejemplo, las gotas de calidad de Totti y Del Piero resultaron decisivas, aunque ambos estuvieran ya en la fase crepuscular de sus respectivas carreras. Los analistas italianos piden que Gilardino cumpla la función de Paolo Rossi en el Mundial de España 1982, en el que los azzurri también fueron campeones, pero es un abismo lo que los separa. Además de un goleador, Rossi fue un delantero completísimo tanto técnica como tácticamente. Gilardino se quedó en un apunte.
Los paraguayos, que tomaron ventaja con un gol de Alcaraz cumplieron su objetivo
Al concluir la primera parte, los jugadores paraguayos se reunieron en el centro del campo y formaron un corro de unidad y de fuerza. La voz cantante, el chamán que hacía llegar las consignas, era Haedo Valdez, el más visceral de los albirrojos, el que con más pasión había cantado el himno.
Era un partido para tipos duros y ellos habían cumplido su objetivo: una defensa de acero y el golpe inesperado en el momento oportuno. Lo dio Alcaraz, un defensa central aparentemente torpe que, sin muchas luces, se ha labrado una carrera en Argentina, Italia, Portugal y ahora en Bélgica, en el Brujas. Apenas hace unos meses que ha entrado en el grupo. El suyo fue un cabezazo poco ortodoxo, casi con la cocorota, pero el balón salió cruzado, lejos del alcance de Buffon.
Lo meritorio fue el salto, valiente y poderoso, por encima de una defensa paralizada. De Rossi encogió la cabeza y Cannavaro se dejó a la espalda al hombre al que marcaba: Alcaraz, en su primer gol con la albirroja.
El invierno entró de golpe en el Mundial, sin llamar, y se convirtió en lluvia torrencial y en frío, mucho frío. El Tata Martino no pudo contenerse bajo la cubierta del banquillo. Salió al campo y se empapó todo, el abrigo negro y los cristales de las gafas.
Partido duro de pelar: para pelear, para resistir, para sufrir. Riveros, el mediocentro del Cruz Azul, clavó los tacos a Montolivo en la primera acción del encuentro. Poco después, Cáceres le soltó una patada muy cínica por detrás a De Rossi, cuando el mediocentro italiano ya había soltado el balón. El propio De Rossi entró con todo con el objetivo de demostrar que los italianos también tienen dientes. Y tacos. Se advertía que el juego a balón parado iba a entrañar el mayor peligro.
A Paraguay no le importa jugar hundido en su propio campo. Ha formado parte de su genética futbolística. Tiene defensas fuertes y combativos, además de centrocampistas que darían un brazo por recuperar el balón. La calidad viene arriba. La pareja de delanteros del Borussia de Dortmund, Barrios y Haedo Valdez, se la juega contra cualquier defensa a pesar de que ayer pasara un tanto inadvertida.
Italia perdió la fe que tuvo en la primera hora. Jugó con cierta jovialidad por las asociaciones de Criscito, Montolivo y Marchisio, apuntalados por el empuje de De Rossi. Pero el castillo se le vino abajo tras el gol de Alcaraz. Le entraron las dudas: no sabía si llevar la iniciativa o todo lo contrario.
Lippi movió el árbol en el descanso. Obligadamente en el caso de Buffon, aquejado de una ciática, dando entrada a Marchetti. Y, ya por iniciativa propia, el técnico italiano cambió a los dos extremos de banda: Pepe, ahora a la izquierda, e Iaquinta, a la derecha.
Italia tampoco mejoró, pero se encontró con un regalo imprevisto. Justo Villar, el portero del Valladolid, dio un manotazo al aire en vez de despejar un centro de córner de Pepe que cayó al segundo palo a los pies de De Rossi. Premio a un trabajador infatigable.
Camoranesi hizo acto de presencia con un pisotón a Vera que le costó la tarjeta amarilla. El italo-argentino le dio más sentido al ataque azzurro. Después Di Natale, el pichichi del calcio, ocupó el puesto de un flojísimo Gilardino. Tras los cambios, Italia se sintió más cómoda con la pelota.
Martino, por su parte, introdujo a los dos delanteros que le faltaban, Roque Santa Cruz y Cardozo en vez de los titulares del Dortmund. Con la misma irrelevancia de los anteriores.
Los 22 jugadores acabaron abrazados y satisfechos. No habían perdido. Habían cumplido su objetivo.
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