Hamilton necesita serenarse
No mucho, eso es cierto, pero Lewis Hamilton necesita serenarse un poco para poder sacar el máximo rendimiento a todo su potencial. Para mí, es uno de los tres mejores pilotos de la fórmula 1, al nivel de Sebastian Vettel y casi de Fernando Alonso. Sin embargo, le sobra corazón a veces. No digo que ayer su problema fuera ese porque aún no se ha demostrado si lo que le llevó contra el muro, a una vuelta de la conclusión, fue el deterioro de sus neumáticos, un problema de suspensión o alguna pieza en la pista que hiciera explotar su neumático delantero izquierdo. Pero en su larga trayectoria ha demostrado que es uno de los pilotos que más neumático consume como consecuencia de su agresiva conducción. Y eso, ahora que los neumáticos duros deben soportar tandas superiores a las 50 vueltas, puede causarle muchos problemas.
Es uno de los tres mejores, al nivel de Vettel y casi de Alonso. Sin embargo, a veces le sobra corazón
En las carreras de esta temporada se está comprobando que los coches llegan muy justos de neumáticos. Pilotos finos como Jenson Button o Alonso saben cómo conservarlos mejor, pero el deterioro no sólo depende de eso. Influye también, y mucho, la geometría de las suspensiones, la carga aerodinámica a que los sometas: si das mucha carga, las gomas lo acusan mucho antes y puedes destrozarlos. Incluso quizás una utilización equivocada del conducto F, que, por cierto, los equipos (FOTA) decidieron ayer prohibir para el año próximo. Bridgestone ha creado este año unos neumáticos muy conservadores y sin grandes diferencias entre los blandos y los duros. Se nota que no tiene competencia. A veces, calentarlos bien resulta un problema durante la carrera y eso crea un perjuicio enorme: la exigencia sobre un neumático frío lo degrada a velocidad de vértigo y suele producir graining (granos en la cubierta). Si, por el contrario, se sobrecalienta, aparece el blistering (bolsas de aire entre las capas de goma). Es importante que las gomas puedan trabajar a una temperatura de 85 grados.
Pero también lo es que todo el diseño del coche vaya orientado a la conservación de los neumáticos. Porque este elemento es el que más tiempo puede conceder: 1,5 segundos por vuelta, sin grandes problemas. Y creo que no sería bueno que adquiriera más protagonismo que la aerodinámica, el motor y los otros elementos que componen el monoplaza. Lo ideal sería que se volviera a la competencia, como mínimo, de dos suministradores. Y que la diferencia entre el compuesto blando y el duro fuera mucho más grande. Tan enorme que permitiera estrategias de dos o tres paradas, sabiendo que la ventaja de un neumático nuevo permitiría recuperar el tiempo invertido en pasar por el taller.
Pero, mientras todo eso no ocurra, los pilotos deberán preservar sus emociones y pensar que su forma de conducir puede determinar el final de cada carrera. Algunos ya lo saben y sacan beneficio de su conducción fina y menos agresiva. Otros, como Hamilton, deben aprender a frenar un poco sus emociones -no estaría mal que le traspasara un poco de su pasión a su compañero de equipo, Button- para no descarrilar el tren justo cuando ya está vislumbrando la estación. El campeón británico de McLaren ha acumulado ya varias experiencias de este tipo y ayer fue la última. Pero no puede permitirse muchas más si quiere mantener vivas sus aspiraciones a lograr su segunda corona mundial.
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