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Crónica:VUELTA A ESPAÑA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cavendish, por fin

El británico, en un 'día Tour', consigue ganar un 'sprint' en la Vuelta al cuarto intento

Carlos Arribas

Hay muchos que se ríen de la memoria genética, de la tendencia de las células a volver a ser lo que fueron contra todo intento de la voluntad de modificarlas. Se ríen sobre todo los nutricionistas cuando el gordo de turno se disculpa por su barriga con el argumento de que ha nacido para tenerla y, por mucho que se esfuerce, siempre vuelve en cuanto baja la guardia. No se ríen unos cuantos, científicos incluso y también deportistas, como Freire, que, llegada la segunda semana de septiembre, cuando el Mundial, allí, cada día más cerca, empieza a guiñarle los ojos, siente cómo algo se le remueve en los músculos, en los pulmones; cómo el cuerpo, cansado y apático hasta hacía nada, recupera la fuerza, la voluntad, el ánimo. Lo notó Freire con una agradable sensación de vértigo, a pulmón libre, el miércoles en la ascensión a Pal, que efectuó sin apenas perder tiempo con los escaladores. Llegó con la boca cerrada y fresco como una rosa. "Estoy bien", dijo al equipo. Eso es ya mucho.

"Vi la arenilla en el suelo y...", dijo Freire; "no puedo arriesgarme tan cerca del Mundial"
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También les dijo ayer a sus compañeros, en el autobús, que ya estaba para entrar con ganas en un sprint y allí se metió, solo contra todos, como siempre, con ganas y decisión que se evaporaron llegado el momento clave, una cerrada curva alfombrada de arenilla a 200 metros de la meta. "Vi la arenilla en el suelo y cómo se la jugaban los del Columbia y decidí que eso no era lo mío", dijo Freire; "no puedo arriesgarme a una caída tan cerca del Mundial". Sí que se arriesgaron Goss y Cavendish a orillas del Segre, los dos equilibristas del Columbia, que lo hicieron tan bien que salieron de la curva con dos bicicletas de ventaja sobre el pelotón. Lo tuvieron tan claro que Goss, el lanzador, debió echar mano a los frenos para no ganar y fastidiar la primera victoria de su jefe, el Cavendish multiganador en el Tour y el Giro, en la Vuelta de su debut. Pese a lo que digan las apariencias, le costó conseguirla. Le llegó en su cuarto intento, después de haber sufrido dolorosas derrotas a pies del desconocido Hutarovich, quien no ha vuelto a su nivel marbellí; del ambicioso Farrar, que ayer mordió el polvo; del veterano Petacchi, quien abandonó hace unos días después de destrozar el culotte en una caída.

Fue el final veloz de la veloz etapa, descenso libre a 43 kilómetros por hora, que llevó a la Vuelta de la nieve al río, una etapa que tomó hechuras de Tour en los últimos kilómetros -nervios, codazos, cunetas, pelotón estirado; la orden de todos delante, todos delante, apremiando a los corredores por el pinganillo, y ciertas locuras acrobáticas como las que derrochó, a 10 kilómetros de la meta, el mismo Cavendish- y en la que Gorka Gerrikagoitia, el director que guía a Igor Anton hacia la victoria, mostró su maestría, su temple al volante y sus relaciones con otros directores, bagaje adquirido durante muchas jornadas en las clásicas del Norte. Su equipo, el Euskaltel, apenas debió trabajar ayer, uno de los días que más teme. "Las etapas de montaña son las más fáciles de controlar", dijo; "y cuanto más duras mejor para Anton. Pero las llanas... Pino ha intentado camino de Lleida que entráramos al trapo metiendo en la fuga a David García, a cinco minutos en la general. Pero lo único que ha hecho es gastar. Yo he hablado con Peeters, del Quick-Step, que me debía un favor, y ellos y el Garmin han entrado a controlar. Y nosotros, tranquilos...".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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