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Reportaje:

Basso busca el olvido en Navacerrada

A tres meses del Tour, gran parte de los favoritos coinciden en la Vuelta a Castilla y León

Carlos Arribas

La Operación Puerto es una pesadilla que reaparece recurrentemente en la vida de Ivan Basso, en sus sueños, de la misma manera que una cicatriz en el cuerpo recuerda una herida que no se puede olvidar. Pero Johan Bruyneel, el director de su nuevo equipo, el Discovery Channel, ha convertido en empeño personal la recuperación anímica absoluta del italiano, Birillo en los papeles y escuchas Fuentes, según la Guardia Civil.

Por eso, porque no hay semana en la que un auto judicial, un recurso, un informe, una declaración celosa de otros equipos, no reviva en los titulares de los periódicos su tortura, Ivan Basso prefiere no conceder entrevistas. Saluda cordialmente, con la sonrisa medio tímida que le convirtió en el campeón gentilhombre, con un apretón de manos de acero, y se explica. Como el miércoles por la tarde en un hotel de Valladolid. "Mañana hablaré con la bicicleta en la subida de Navacerrada. Es mi primera montaña del año. Es mi terreno de expresión".

"Hablaré con la bicicleta en la ascensión. Es mi terreno de expresión", dice el italiano

Nada más. Ni la palabra Tour, su carrera soñada, le hace tilín en los ojos, como si su exclusión del año pasado le haya convencido de que más vale no hacerse ilusiones; ni siquiera hablar del Giro, la carrera que lo transformó en campeón el año pasado. Nada. Basso vive al día. Piensa en Navacerrada. Y en el día siguiente, en la siguiente etapa. Carpe díem. No future. Tampoco pasado. Objetivo: el olvido.

Terapia imposible. En el mismo hotel de la capital castellana en el que por una noche comparten techo gran parte de los presuntos protagonistas del próximo Tour, se aloja también el Fuerteventura, el heredero del Comunidad Valenciana. No es por tanto imposible cruzarse en un pasillo o chocarse en el comedor con su médico, Yolanda Fuentes, hermana de Eufemiano y también imputada en la Operación Puerto, cuyo archivo por el juez ha sido recurrido. El pasado regresa como una venganza.

En el hotel están, además de Basso, Leipheimer, Contador, Menchov, Rasmussen, Sastre, Haimar Zubeldia, Igor Anton, todos ellos participantes en la Vuelta a Castilla y León, todos ellos libres de la ansiedad, de la necesidad del italiano de hablar con los pedales, todos ellos acumulando kilómetros hacia julio. Sastre habla de su nueva postura contrarreloj. Menchov, el ruso, es hermético, como los demás. No tienen que decir nada especial.

En la carretera, en la subida a Navacerrada, la etapa reina que llevó a la vuelta castellano-leonesa a los confines helados -1.800 metros, -1 grado, nieve en las cunetas- de Madrid, habló Ivan Basso. Habló junto a sus compañeros de equipo, uno más en el trabajo en favor de Alberto Contador, el Matador del ciclismo. Es el último de los discoveries que acelera el ritmo, el último apoyo de Contador, la última palanca para el salto del madrileño. Lo dejó y siguió esforzándose: terminó 11º, a un minuto.

Contador. Bruyneel, la víspera, confesaba que tenía que frenarlo, que no quería que el madrileño de Pinto lo ganara todo, que no deseaba que se siguiera hinchando el globo después de su exhibición victoriosa en la París-Niza, que luego llegarán la Vuelta al País Vasco, llegarán otras carreras importantes, llegará el Tour. Pero no. Llegan las siete revueltas y allí está Contador, mano a mano con Koldo Gil, ágil escalador, exuberante de fuerzas, deseoso de pactar. Para ti la general, para mí, la etapa. Por el pinganillo le llega la respuesta a Contador. Ni hablar. El equipo de Gil ya ha ganado dos etapas, nosotros ninguna. Las oportunidades hay que cogerlas según se presentan. Ataques, contraataques, gritos en la meta de la familia, de los amigos de Contador al ritmo de los demarrajes y decisión final en la última recta. Gil lanza el sprint, Contador remata en la línea. Tímido, inexperto en las lides, intenta levantar los brazos: se queda a medias. La expectación sigue creciendo, seguirá. En voz baja, para que no le oiga, para que no se lo crea más de la cuenta, el médico de su equipo, Pedro Celaya, dice: "Alberto hace cosas que subiendo sólo he visto hacer a tres ciclistas, a Herrera, a Pantani y a Armstrong".

Óscar Pereiro no quiere olvidar. El ganador virtual del Tour quiere recordar siempre el verano pasado, su Tour. Es su mundo. Sus preocupaciones de ahora, a tres meses de su regreso a Francia, son otras. Carga con un ligero sobrepeso y luce un peinado increíble, todo el flequillo para adelante, hasta los ojos, que logra despistar a quienes le buscan. "Sí, ahora se parece a Sergio Dalma", dice su compañero Txente García Acosta, que alarga la charla después de la cena. E inmediatamente Pereiro saca del pecho su voz de tenor de karaoke y comienza a cantar bailar pegados es bailar... Canta bien. Le interrumpe el sonido de su móvil. Le interrumpen algunas preocupaciones. "En la etapa de Navacerrada tengo escrito que tengo que trabajar por el líder, Karpets, hasta La Granja", le dice al inagotable Txente. "¿Pero luego? ¿En este equipo organizáis grupeta o me voy a quedar tirado? Porque en el anterior..." "Tranquilo, Óscar, tranquilo", le responde Txente, "que estás con buenas personas". Y así fue. Txente y Pereiro trabajaron hasta La Granja y un poco más, aunque Karpets no aguantara los ataques del Discovery. Pero, sí, son buenas personas. A más de 10 minutos de Contador llegaron los dos, juntitos, amigos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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