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Crítica:CRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mozart y Salieri, al completo

Sigue viva Amadeus. Es una de las pocas películas del Hollywood de los años ochenta que permanece casi intacta. Incluso ha ganado algunas calidades con el paso del tiempo esta rica, concienzuda, ágil y vibrante reconstrucción por el checo Milos Forman del incendiario choque de talentos y de caracteres, que tuvo lugar en la Viena y la Praga de finales del siglo XVIII, entre el inmenso genio revolucionario de Wolfgang Amadeus Mozart y el solvente y elegante, pero conservador y limitado, talento del músico de corte Antonio Salieri.

El buen dramaturgo, y después mejor guionista, británico Peter Schaffer elaboró en Amadeus un armazón dramático muy inteligente y original, que proporcionó a Forman un soporte firme, que le permitió filmar con precisión, y con soltura y libertad, un relato no fácil, enrevesado, lleno de esquinas. Y que ahora alarga su solidez y le deja al cineasta añadir sin chirridos al metraje de su versión de 1984 alrededor de 20 minutos más, que no sobrecargan la buena fluencia de aquel primer filme sino que la engrasan con nuevas secuencias vivas, enriquecedoras y no distorsionadoras del primer montaje. Merece la pena recuperar en todo el esplendor de las tres horas de su versión integral, este refinado y colosal esfuerzo de producción de Saul Zaentz, ya parte de la zona no efímera del cine moderno.

AMADEUS (VERSIÓN ÍNTEGRA)

Dirección: Milos Forman. Guión: Peter Schaffer. Producción: Saul Zaentz. Intérpretes: F. Murray Abraham, Tom Hulce,Elizabeth Berridge, Simon Callow, Roy Dotrice. Género: drama. Estados Unidos, 1984. Duración: 180 minutos.

Se reprochó a esta gran obra la desafortunada elección del actor Tom Hulce para dar nueva y creíble vida a Mozart. No cambia esta sombra tras los añadidos de la versión integral. Los tics de Hulce siguen teniendo un lado irritante -no es casual que el actor se agotara en este filme- al que el espectador termina por (mal) acostumbrarse. Y aunque tales amaneramientos gestuales son buscados aposta y tienen fondo real y veraz, lo que ocurre es que no elevan al Mozart de Amadeus a la altura interpretativa que la sobriedad de Murray Abraham da a su Salieri, lo que fatalmente desequilibra el trágico choque de personajes.

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