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De parado a empresario en plena crisis

Más de 6.700 desempleados piden capitalizar el paro para abrir su negocio

La crisis desalienta a los espíritus emprendedores y está minando las posibilidades de los parados de montar un negocio. El año pasado 6.706 personas paradas pidieron capitalizar el subsidio de desempleo para crear su empresa, el 15,7% menos que en 2007, según el Departamento de Trabajo. La caída se explica por las dificultades para acceder al crédito y por la percepción de muchos desempleados de que empezar una aventura empresarial en plena recesión es demasiado arriesgado.

Los ciudadanos que se quedan sin trabajo pueden pedir al Servicio de Ocupación de Cataluña que les dé de golpe el 60% de la prestación que les corresponde en caso de que quieran crear un proyecto empresarial. El otro 40% va destinado a sufragar las cuotas de autónomo. Sin embargo, el año pasado apenas se acogió a esta posibilidad el 5% de los 140.300 nuevos parados que arrojó la crisis en Cataluña. "Los autónomos sufren más la crisis que otros colectivos, pero, además, se trata de una medida antigua, de la década de 1980, que ya ha quedado normalizada", asegura la directora general de Economía Cooperativa y Creación de Empresas, Mireia Franch.

Los parados pueden cobrar el 60% de su subsidio de golpe
Muchos ven arriesgado ponerse a montar un negocio ahora

A pesar del temporal, hay quien no desiste. Es el caso de Ricardo Rendón, un editor de 38 años que en abril abrió la librería de libros infantiles Abracadabra, en Ciutat Vella. Hacía tiempo que le daba vueltas a la idea, explica, y cuando se quedó en paro se decidió a tirarla adelante. Pidió capitalizar el paro. "Me ayudó mucho. Era un tercio de la necesidad de capital que tenía en ese momento para abrir la librería", explica.

A Rendón no le costó demasiado obtener financiación, ni tampoco un aval de 30.000 euros del programa Avalis de la Generalitat. Su plan era sólido. Lo había trabajado concienzudamente en Barcelona Activa, que depende del Ayuntamiento. Allí se asesoraron el año pasado 1.400 proyectos empresariales, de los cuales alrededor del 60% cuajaron en una empresa. "La capitalización del paro es un buen instrumento. Este año hemos expedido 50 certificados para autónomos y otros tres para sociedades laborales, es decir, 53 empresas que se crearán usando esta posibilidad", explica la directora general de Barcelona Activa, Anna Molero.

A pesar de que la tendencia en Cataluña va a la baja, Barcelona Activa atendió a más emprendedores el año pasado. "Subieron el 16%, y lo hicieron tanto los que querían crear un negocio por necesidad como los que lo pretendían hacer por la importante demanda de mercado", asegura. Hubo de todo: desde el taxista que quería saber cómo obtener su licencia hasta quien había cursado un master en Administración de Empresas e iba a poner en marcha una sociedad biotecnológica y necesitaba saber cómo llegar a un inversor de capital riesgo.

Como Barcelona Activa, la Generalitat nota más demanda de información sobre sus programas para crear empresas. ¿Cómo se explica, pues, el descenso? "Ir de la idea al hecho es un proceso largo y los proyectos empresariales se mueven mucho por expectativas. Pero también es cierto que no todo el mundo tiene una cantidad suficiente para capitalizar", asegura Franch.

Por ejemplo, un joven mileurista que haya ido cotizando poco y que se haya ido quedando en el paro con frecuencia no tendrá demasiado para capitalizar. Ahí es donde más hacen falta los avales y las ayudas públicas. A Ricardo Rendón, el editor que tiene ahora su librería infantil, no le costó hallar financiación ajena. Fue a la caja bien armado con el dinero del paro, sus ahorros y el aval de la Generalitat. Pero la principal baza, asegura Molero, es sobre todo, un buen plan de negocio.

De la fábrica a librería

"Mi padre me decía: "'No te vuelvas a meter en la fábrica'. Sabía el trato que dan las multinacionales. Le hice caso y aquí estoy, en esta papelería". Emiliano Jiménez, de 40 años, llevaba 15 trabajando en el sector de la automoción y, junto a su amigo Antonio, ha sido capaz de reinventarse a sí mismo. Despedidos en 2007 por el "cierre" de SAS, que fabricaba en Abrera salpicaderos para Seat, los dos amigos y ex miembros del comité de empresa por la CGT se lanzaron a la aventura y, tras capitalizar el paro, se quedaron hace un año con una papelería de Abrera que estaba en traspaso.

Fue el final de una tortura y la apuesta por la librería llegó como caída del cielo. Quizá fue una conjunción astral porque se alinearon tres factores: los dos amigos habían escrito en la en la revista del sindicato El abrevadero; habían hecho un curso de artes gráficas del Inem y no querían volver a la automoción. "Teníamos ofertas para trabajar por 600 euros pero nos negábamos a eso", recuerdan. Y, de la noche a la mañana, tras invertir la indemnización, se vieron pintando las paredes de color naranja y poniendo estanterías.

Los dos amigos capitalizaron el paro (unos 30.000 euros) y se pusieron detrás del mostrador en septiembre, cuando empezaba el colegio. Y ahora la papeleria rezuma vida con las mochilas, chuches, libretas y cuentos. "No hemos tenido complejos en preguntar, porque partíamos de cero. Si nos piden un libro o una pluma es un reto", cuentan relatando que en Sant Jordi vendieron 300 libros en un tenderete. El negocio va -abren cada día por la prensa- y sólo echan de menos de su otra vida, la complicidad con los otros compañeros porque de los dolores de espalda y muñecas o la monotonía de la cadena de producción ni se acuerdan. "Ya quería cambiar de empleo y me veía en una biblioteca, rodeado de libros", dice satisfecho Emiliano. "Hay muchas cosas que me pueden quitar la sonrisa, pero no una multinacional".

Un negocio marino

Las costas de Murcia están llenas de tortugas bobas y la veterinaria Mari Luz Parga estudiará en junio el estrés que sufren por culpa de los anzuelos que utilizan los pescadores. La investigación podría ser uno de tantos informes colgados en Intenet para deleite de los especialistas. Pero Submon, una asociación reconvertida en empresa, le dará una nueva vida: Mari Luz hará el estudio y Jordi Sánchez, otro biólogo del equipo, lo filmará para divulgarlo. Y quizá, más adelante, puedan contar a los pescadores el estrés de las tortugas para que modifiquen sus artes.

Situados en una antigua peluquería de Gràcia, decorada con litografías de ballenas y otros mamíferos marinos, Submon es una empresa recién constituida por biólogos y veterinarios que se han quedado en el paro y han decidido apostar por un aventura inédita. Manel Gazo, de 40 años, doctor en biología, ha asumido la dirección de la empresa y hecho un curso para formarse en Barcelona Activa. Y en cuestión de meses ha pasado de hablar de la foca monje a mercadotecnia. "Ahora, además de biólogo, soy emprendedor", bromea. Del grupo de seis profesionales, tres han capitalizado el paro (unos 30.000 euros) para ofrecer una inyección de dinero a esta empresa que parte como sociedad laboral limitada para que los trabajadores tengan siempre el 51% de las acciones y no pueda caer en manos de ningún accionista.

El grupo confía en que la Administración y empresas privadas les encarguen investigaciones que costarán entre 20.000 y 50.000 euros. De momento, negocian con ayuntamientos y esperan que alguien se interese por el estudio que están realizando sobre la comunicación entre delfines, con aparatos instalados en el fondo marino en las Medes. Su proyecto empresarial quedó entre los tres finalistas de 190 propuestas Barcelona Activa. "¿Si somos valientes? Bueno, eso nos lo dijo el alcalde", dice Gazo haciendo una mueca, "pero lo cierto es que vamos sin paracaídas".

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