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Reportaje:

El cura, la abadesa y la luz de la casa

Absuelta de coacciones la superiora de un monasterio que fue denunciada por el que fue sacerdote durante 29 años

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Ésta sería una historia judicial sin interés sobre las desavenencias entre un inquilino y su casera si no fuese porque él es un sacerdote de 80 años y ella, la abadesa del monasterio de Valldonzella, también de edad avanzada. El motivo del enfrentamiento tampoco es nada original: la luz de la casa y quién debe pagar las obras. Un juez de Barcelona cerró ayer el primer capítulo de esta historia con una sentencia que absolvió a la mujer, Felicidad González, de una falta de coacciones de la que le acusaba el sacerdote, Miguel González.

El origen de la disputa se sitúa en abril del año 2002, cuando el cura abandonó la casa adjunta al monasterio que había ocupado desde 1973 debido al deplorable estado de la instalación eléctrica. Semanas después la abadesa le reclamó los 1.800 euros que costaba la reparación, pero el sacerdote se desentendió porque llevaba ya más de dos años jubilado y no tenía dinero. La abadesa decidió entonces cortar la luz y cambiar la cerradura de la puerta de acceso a la calle. "Por razones de seguridad", afirma el magistrado Juan Emilio Vila Mayo en la sentencia absolutoria. Afirma el juez que el sacerdote "nada reclamó" a la abadesa, sino que se buscó un abogado y pleiteó. Primero por la vía penal, al querellarse contra la abadesa, después por la vía civil para recuperar la posesión de la casa. Esa demanda todavía está pendiente de que se le asigne juzgado.

El juicio penal se celebró anteayer en el Juzgado de Instrucción número 22 de Barcelona. "¿Perdona usted a la denunciada y retira la querella?", preguntó el juez al sacerdote. La respuesta fue negativa y hubo juicio. Ayer llegó la sentencia absolutoria, pero la acusación, representada por el abogado Carles Frigola, anunció que recurriría ante la Audiencia de Barcelona. El letrado de la abadesa, Juan Miquel Bernal, no comparte ese criterio y cree que el sacerdote no tiene razón ni en denunciar a su clienta ni en querer recuperar una casa en la que no vive.

El juez recuerda en su sentencia que "más allá del derecho", el meollo de la cuestión es "cuál deba ser el alojamiento de un sacerdote de la Iglesia católica en las personales circunstancias en que se encuentra el denunciante". Y añade que, sobre esta cuestión, "incomprensiblemente no se ha dado solución". El sacerdote Miguel Delgado vive en casa de una feligresa que se ha hecho cargo de él, y padece una disminución física del 76%. El monasterio de Valldonzella ocupa 7.500 metros cuadrados y está habitado por una docena de monjas.

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