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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Secretos de TBO

A Rosa Segura se llega con la lectura de los tebeos, sin necesidad de saber que ella existe, sin sospechar siquiera que ya se llegó a ella desde el primer paso en el camino; pues Rosa Segura es el espíritu respirante, palpitante, inacabable del TBO, y uno vive oscuramente y para siempre traspasado de este espíritu, porque ha sido atravesado por él semana a semana, como un cohete traspone la oscuridad del espacio. En su piso modesto y barcelonés del Guinardó, amueblado con un reloj de péndulo que marca su tic-tac sin haber aprendido nada del tiempo de los hombres, y amueblado también con un armario de tiradores dorados, como puede ser dorado un domingo cualquiera para alguien que descansa, pero sobre todo amueblado solemnemente, necesariamente, con una máquina de escribir, puesta junto a la ventana que da a la calle para poder ver al mismo tiempo la vida y la literatura, Rosa Segura, viuda, de 82 años, profesora de canto en activo y secretaria de dirección del TBO hasta que éste desapareció, ha empleado tres años en escribir un libro donde se explica a sí misma como alguien que no ha renunciado al arte, como trabajadora que ha ido al trabajo en tranvía, como mujer llena de esperanzas, inmersa en el vivir de aquella revista mitológica que entregó las tres letras de su nombre propio a la gente, para que ésta lo convirtiera en un nombre común y corriente.

Con su libro, titulado Ediciones TBO ¿dígame? Memorias secretas de una secretaria, Rosa se dibuja a sí misma con más mano de poeta y de dramaturga infantil, que es lo que ha sido siempre que ha podido, que de caricaturista, y en este dibujo lo que le sale, ya digo, es un retrato secreto del espíritu del TBO mostrado a través de sus dibujantes, de Benejam mandando a su hija Roser a entregar unos originales; de Coll diciendo que no podía dejar su empleo de albañil porque el lápiz no le daba para vivir; del guionista Bech, que una vez salió en el periódico porque puso en fuga a un asaltador que le atacó navaja en ristre; o a través de Alfonso, el contable madrileño, que exclamaba "¡mosca!"; y a través del director, Albert Viña, que iba para médico, pero que animado por su padre abandonó la carrera para dedicarse hacer estas cosas de chiquillos; y a través de los socios fundadores, de Joaquim Buigas escribiendo los guiones en catalán y de su amigo el asturiano Emilio Viña traduciéndoselos al castellano; o a través del cura censor, el padre Justo, a quien pusieron el nombre de "padre susto"; o de Antonio, el chico sevillano del almacén; o de María, la mujer de la limpieza, que un día llamó "monas" a las secretarias creyendo que no la oían; y también dibuja al TBO en toda su cosmogonía a través de los lectores que llegaban para pedir un número atrasado, o para solicitar que les dedicasen una aventura de la familia Ulises, o para anunciar que iban a llamarle Tresky a su perrito como muestra de agradecimiento a un puñado de dibujos.

A Rosa Segura ninguna editorial ha querido publicarle su libro, y por eso ha acabado haciéndolo ella a costa de sus ahorros, primero con una impresión de 80 ejemplares, y luego con dos reimpresiones de 50 cada una, ilusionada por el tremendo éxito que ha tenido entre sus allegados y por las manifestaciones de agradecimiento que ha recibido del señor Viña, que ahora vive retirado en una torre de Sant Fost; de Pañella, también jubilado del chiste y de la tinta; de Paco Mir, que quiso renovar el humor del TBO y acabó renovando el humor del teatro; de Blanco, que nunca se atrevió a firmar sus historias de la familia Ulises por lealtad al maestro muerto..., es decir, del mundo al que siempre perteneció, un universo poético con una bata azul de faena y con las letras del TBO bordadas en el bolsillo.

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