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LA CRÓNICA
Columna
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Quihubo, Sergio

'Mire, pase hermano, a ver si se gana el planeta', le dijo al fin, a regañadientes, un policía a Sergio Álvarez, cuando llegó al aeropuerto de El Prat en 1997. Llegaba con una mano delante y otra detrás, el pasaje se lo había pagado su madre y llevaba sólo el dinero justo para ir a la plaza de Catalunya. Además, su pasaporte colombiano, mal que nos pese, no era la mejor recomendación para cruzar fronteras. 'Soy escritor', argumentó y se apiadaron de él, pero le miraron con malos ojos y peor le habrían mirado de haber sabido que venía para trabajar, para quedarse. La madre de un amigo colombiano le prestó algo de dinero.

Nada fue fácil. Sergio Álvarez (Bogotá, 1965) dejó su país en pos de un sueño. Le habían dicho que en Barcelona había un boom del cómic, pero cuando llegó ya se había acabado. Estuvo dos años sin papeles, trabajando duro. La mafia underground del cómic le echó una mano: artículos para Playboy y, sobre todo, una 'editorial de barrio', que hacía libros que se pagaban los autores. 'El editor era muy serio y no quería que se publicaran barrabasadas'. Editó, reescribió, tradujo del catalán al castellano... Luego, en RBA se inició en los libros prácticos. El primero que escribió fue Cómo comprar una casa en 10 minutos. Todo un aprendizaje, del que no se arrepiente. 'Han sido tiempos de verdadera formación'.

El escritor colombiano vivió dos años sin papeles en Barcelona. Su primera novela publicada,'La lectora', cosecha éxitos

Todo empezó mucho antes, quizá cuando dejó la universidad en Bogotá, para conocer su país, de la selva a los llanos. 'Me cansé de los estudios porque todo el día estaban como reivindicándome cuentas con los exámenes y todo eso. Nos hablaban del deconstructivismo, de Foucault... y Colombia iba por otro lado. Eran los años ochenta, los narcotraficantes, los paramilitares, la guerrilla, esa realidad no se estudiaba. Cuando todo lo que está pasando ahora se gestaba la gente vivía en otro planeta, por eso los intelectuales de mi país teorizan pero no conocen Colombia'.

Con unos amigos se fue a vivir a la selva. Cinco años estuvieron. Comían lo que cultivaban, hacían pozos para conseguir agua, de la tierra que sacaban hacían ladrillos y con los ladrillos, casas. 'Durante cinco años estuvimos aislados, sin radio ni televisión, ni prensa. Fue una época muy bonita. Aprendimos lo que era la soledad, la amistad, el amor'.

Recorrió todo el país. Cuando se quedaba sin plata, hacía trabajos de publicidad y poco a poco las historias que aprendió en el largo viaje se fueron plasmando en cómics, que publicaba en revistas. 'Es cómo hacer cine, pero sin los costes de producción'. Luego, trabajó como guionista de televisión y escribió su primera novela, juvenil, que tituló Mapaná. 'Firmé con Planeta Colombia, por este libro y por otro que había empezado a escribir, La lectora. El contrato estipulaba que que la editorial se quedaría con el 40% , pero en Colombia no hay dinero para los libros. Mapaná no llegó a circular, pero ellos tenían los derechos. Los editores colombianos no leen, firman un contrato leonino, te amarran y se sientan a esperar que se produzca el milagro'. Y el milagro se produjo, pero mucho después y en España.

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Encontró editores que leían. En RBA. 'Ernest Folch leyó un cuento mío, La última oportunidad, y le gustó. Me dijo que me daba 8.000 dólares si lo convertía en una novela. Le contesté que no, que no lo tocaba, pero le pasé 30 folios del borrador de La lectora. También le gustó. ¿Qué quieres? me preguntó. Le dije que plata para poder acabarla. Me la dio y pude vivir seis meses y acabar la novela. Le gustó y se arriesgó'. Álvarez compró por 400 dólares los derechos que poseía Planeta Colombia. Mapaná se publicará este otoño. '¡Si supieran los de Planeta que con La lectora he ganado 70.000 dólares!'.

Este hombre que tiene cara de crío nunca imaginó que este verano de 2002 estuviera tan lleno de buenas noticias. La productora de la serie Betty la fea ha contratado La lectora para llevarla a televisión. Un grupo colombiano convertirá la novela en música y el propio autor se ha encargado de las letras. La editorial Feltrinelli ha comprado los derechos para traducirla al italiano. En la pasada Semana Negra de Gijón, La lectora obtuvo el I Premio Memorial Silverio Cañada a una opera prima.

¿Qué tiene La lectora que tanto llama la atención? ¿Se imaginan una historia de secuestro, droga, amor y muerte que sea divertida? Ésta lo es. No se la pierdan. Dos sicarios vigilan a un secuestrado, pero el contacto que debe darles órdenes desaparece y no saben qué hacer con el tipo. Se enteran de que aparecido un libro pirata que habla del asunto. Se hacen con él, pero no saben leer, así que secuestran a una chica para que les lea Engome, ésta es otra novela, que se inspira en las telenovelas, de amores equivocados. Como en las cajas rusas, salen más y más cosas. Los diálogos son excelentes diálogos. Y detrás de todo esto, surge una Colombia trágica y confusa, vital y desesperanzada. Con mucho humor. 'Los escritores colombianos de ahora hemos perdido en autoimportancia, no somos figuras magnas que tratan de enseñar o de educar a los lectores. Quiero citar a Juan Marsé cuando dice que los escritores no tienen derecho a ser aburridos'.

La de Sergio es una de esas historias que tiene un final feliz. Cuando estuvo un poco seguro económicamente se trajo a su mujer y al hijo pequeño, luego al otro. Ahora ya tiene papeles y viven en Barcelona, también de forma legal, su ex mujer, su actual esposa y sus cuatro hijos. Bienvenido Sergio, quihubo.

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