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DIETARIO VOLUBLE
Columna
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¿Quién está ahí?

Enrique Vila-Matas

1 - Cuando alguien del público te pregunta por la inspiración, se hace un silencio en la sala, y tú sabes que lo mejor que puedes decir es que no estás inspirado. También -sería un gesto honesto- puedes remitir a los oyentes a un libro extraordinario de Juan Benet, La inspiración y el estilo. Lo leíste en los años en los que la palabra inspiración no te inspiraba mucho, más bien te parecía solamente un misterio o un tópico burgués. Al misterio había colaborado Picasso diciendo aquello de que era mejor que la inspiración te encontrara trabajando. En el diccionario de tópicos de Flaubert podía leerse algo más comprensible: "Inspiración: Causas que la provocan: la contemplación del mar, el amor, la mujer, etcétera". Había que suponer que la inspiración venía de las musas, pero faltaba saber dónde estaban.

Podrías remitir a los oyentes al libro de Juan Benet, que en su momento te dio pistas para aproximarte a la cuestión: "La mercancía que suministra la inspiración acostumbra a ser breve, circunstancial, y en muchos casos incompleta. Su extensión se limita a unas pocas palabras y, a lo sumo, a ciertas insinuaciones que en cuanto materia prima que el escritor debe elaborar, analizar y formalizar, se presentan más como problemas que como soluciones".

Entre la primera lectura del libro de Benet y la segunda, hace sólo unos meses, pasaron más de treinta años: el tiempo suficiente para ver cómo, tal como cabía esperar, se volvía más complejo tu concepto de inspiración. Aun así, lo único pertinente que podrías ahora decir sería que la inspiración llega en tres o cuatro ocasiones máximo, a lo largo de la creación de una novela. Y cada vez que llega, lo hace sólo durante unas décimas de segundo y se limita a leves insinuaciones que luego uno debe elaborar y formalizar. Es pues, en efecto, breve, circunstancial, y en muchos casos incompleta. En las escasas ocasiones en las que hace su aparición, tratas después de reconstruir el proceso mental que ha permitido que te llegara ese soplo que parece venir de fuera, y siempre te resulta imposible recomponerlo.

Pero ¿viene de fuera? La inspiración, en todos los sentidos, es rara. Es extraña y nada usual. En su ensayo, Juan Benet estrecha y aísla los conceptos que se hallan ocultos tras la demasiado usada palabra inspiración. Hasta el Romanticismo, y aun con éste, no se puso nunca en duda la existencia de una fuente de conocimientos y bellezas que acudía en socorro del poeta. Sólo después de 1850 la existencia de las fuentes empezó a ser cuestionada. Y es lógico. ¿Acaso existió alguna vez una prueba de que haya una diferencia radical entre esas comunicaciones y las aportaciones de un trabajo metódico?

2

- Quien ha preguntado por la inspiración aún espera la respuesta. Con tanta expectación es difícil que le llegue un soplo iluminado al conferenciante cansado, que ahora está pensando: el hecho es que siempre ha existido la inspiración, nadie que la haya conocido una sola vez en su vida puede negarla. ¿Viene de fuera o por el contrario es consecuencia directa, como diría Picasso, de que lleves rato dando vueltas a un problema de la trama de tu novela y la inspiración te llegue desde dentro de ti mismo a través de una idea que en realidad ya viajaba contigo hace tiempo y simplemente habías olvidado? ¿No será la inspiración una idea fugaz que había quedado sepultada entre tus apuntes mentales previos de la novela y que de pronto reaparece gracias a la construcción geométrica que has ido poniendo en pie a la hora de escribir tu nuevo libro? Hay muchas inspiraciones, pero fue Poe el primero en derribar mitos de soplos divinos cuando dijo que la concepción y elaboración de un poema se desarrolla siempre mediante un proceso "exclusivamente lógico, con el rigor de un análisis matemático".

Entretanto, quien ha preguntado por la inspiración sigue esperando que digas algo, y finalmente decides hablar de que en tu trabajo actual todas y cada una de las imágenes y palabras de tu nuevo libro obedecen a un principio de determinación dictado por las leyes de la representación narrativa: las pocas veces que has llegado a una encrucijada difícil de resolver, ha venido, tarde o temprano y desde el fondo mismo de tu trabajo, la inspiración para permitirte seguir adelante. Pero es cierto que el momento es mágico y desde tiempo inmemorial parece siempre que el soplo llegue de fuera.

-¿Alguna pregunta más?

La sesión ha terminado, el público comienza a desfilar. ¿Qué has callado? Que un día, mientras mirabas por la ventana de tu casa, pensaste en formas muy nuevas, totalmente inmanentes, es decir, sin dimensión más allá de la razón. Llegaste a ver esas formas y tuviste ante ti una gran obra exenta al menos, por primera vez en la historia, de la cuestión de la posible existencia o inexistencia de Dios. Tuviste acceso súbito a una novela que, situándose más allá de esa dialéctica, superaba a todo lo visto y leído hasta ahora. Y te aterraste. Descubriste que no tenías la ambición de hacer una obra de esas dimensiones, de hacer una obra tan perfecta que te llevara a la muerte, ya que después de ella no ibas a poder aspirar a nada más.

A veces, tratas de recordar qué clase de inspirada idea fue ésa, pero te es imposible ni tan siquiera reconstruirla; se esfumó, tal vez a causa del pánico que te dio. Entonces, si no es para hacer la obra cumbre que anulará a las demás y a la que parece que llegaste a tener breve momento de acceso, ¿por qué escribes y qué haces en la vida?

El público ha vaciado la sala y es ya el momento de dejar incluso de pensar en tus pánicos. Te mueves como si de pronto te reclamaran para ir a cenar y, además, te llamaran al teléfono, no se sabe qué musa. Mejor así. Ya no pensarás más por hoy en todo esto. La vida está bien, es admirablemente sencilla.

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