Elogio de la ciudad y de la bicicleta
El fenómeno de la bicicleta en la ciudad exige planteamientos más estructurales en momentos como los actuales. Hace unos años, Barcelona mostraba una pequeña porción de la población que persistía en el uso diario de la bicicleta, desde posiciones que parecían testimoniales o residuales, ante las exigencias de una movilidad urbana cada vez más decisiva en la batalla diaria por la supervivencia. En estos momentos, y tras la afortunada implantación del bicing, Barcelona ha pasado a ser una de las capitales europeas con una mayor presencia de las bicicletas en su quehacer cotidiano. El éxito ha desbordado las previsiones y está complicando la gestión diaria del proyecto, pero propicia asimismo que ahora puedan plantearse alternativas más ambiciosas desde una perspectiva de estrategia de futuro. Hace unos días, el presidente de la Generalitat, en plena semana de la bicicleta y asistiendo al II Congreso Catalán de la Bicicleta, afirmaba que el Gobierno catalán pretende impulsar un ambicioso plan de promoción del uso de la bici, que supondría llegar a más de 400 kilómetros de carriles bici en todo el país, y avanzar en la regulación del uso de este vehículo de dos ruedas para facilitar su normalización como medio de transporte. Se conecta así con los ambiciosos planes de Londres al respecto, o con el gran debate sobre la ciclovía en Bogotá para poner sólo dos ejemplos.
Discutir sobre el futuro de la 'bici' en Barcelona es discutir sobre qué ciudad queremos
Todos tenemos nuestra particular relación histórica con la bici. Los momentos de aprendizaje, las excursiones con los colegas, las retransmisiones del Tour o la Vuelta, los mitos de Bahamontes, Anquetil o Coppi, o esa canción extraordinaria de Polo Conte dedicada a Bartali ("quel naso triste d'italiano in gita") y a su modo de ganar carreras ante el estupor de los franceses. Como bien recuerda el antropólogo Marc Augé en un reciente libro, hemos pasado del mito de la bicicleta obrera de la posguerra, del Ladrón de bicicletas y de la mística de las carreras heroicas, al desencanto de la mercantilización sin escrúpulos que ha destrozado el ciclismo profesional a base de dopping y de laboratorios clandestinos. Nos queda ahora la recuperación de la bici como gran alternativa de movilidad urbana y sostenible. La utopía de la movilidad fraternal, que propicia recuperar ciudad y compañía. Si queremos cambiar de vida, deberemos empezar cambiando la ciudad. Y qué mejor que recuperar la utopía de esa ciudad que nos describe Augé, basada en la bici-libertad, la bici-igualdad, la bici-diversidad. Una ciudad atravesada en todas direcciones por todo tipo de transporte público, con horarios estrictos de distribución de mercancías, y con la sola presencia de los vehículos prioritarios (ambulancias, bomberos, policía...) en el resto de franjas horarias. Sólo los irreductibles propietarios de antiguos automóviles dispondrían de permisos para poder entrar y salir de la ciudad por alguna de las tres o cuatro vías expresamente dedicadas a ello. Pero, esa excepción no afectaría a los nuevos automóviles, que deberían dejarse en el exterior de la ciudad.
¿Estamos lejos de esa descripción explícitamente utópica de Augé? Pues, depende. Está más cerca Amsterdam (con su 40% de desplazamientos en bicicleta) que nosotros. Pero, es indudable que los avances en Barcelona en pocos años han sido espectaculares. Hasta el punto de que ya no basta con el incrementalismo prudente con el que se había manejado el asunto hasta hace poco. Mucha gente (sobre todo gente joven, pero no exclusivamente) ha descubierto que son y existen en tanto que pedalean. La autonomía de la bici y su discurrir urbano es algo sólido y real frente a la sinrazón de tanto consumismo vacío y de tanta palabrería sostenibilista. La bici nos recuerda quiénes éramos y al mismo tiempo, quiénes podemos ser. Lo que nos falta ahora son algunas decisiones significativas para que la espiral avance y se consolide. A escala internacional se alude a la necesidad de poner en práctica cinco grandes principios: logística (diseño y establecimiento de aparcamientos fiables, construcción de circuitos y carriles específicos y seguros...); difusión (campañas de sensibilización, acontecimientos de promoción...); evaluación y planificación (análisis de seguimiento de las decisiones y planes, impulso de nuevas iniciativas...); educación (manuales de buen uso, facilidad de acceso a mapas, promoción en jóvenes y adolescentes...), y cumplimiento de las normas (protección legal de los espacios y de los usuarios, mejora de la regulación y registro...).
Estos principios son en buena parte los que inspiran a los Amics de la Bici a exigir que no se avance en la construcción de nuevos carriles-bici si no se aseguran antes algunas medidas básicas en relación con las ya existentes. Por ejemplo, suprimir los carriles en las aceras que generan conflictos con peatones, multar con retirada de puntos a los que aparquen u obstaculicen los carriles bici, asegurar la protección de los ciclistas como los eslabones débiles de los sistemas de transporte, reducción efectiva de la velocidad de los automóviles a 30 kilómetros por hora en muchas partes de la ciudad. Los más de 35.000 desplazamientos diarios en bici que se producen en Barcelona (que sitúan a la ciudad en décima posición de la clasificación sobre uso de la bici en grandes ciudades, tras Amsterdam, Copenhague, Portland, San Francisco y Berlín, entre otras) exigen que se tomen decisiones más estratégicas al respecto. ¿Hasta dónde queremos llegar en el uso de la bici? ¿Cuál es el modelo de movilidad a medio plazo?
Todo ello nos conduce al debate sobre la ciudad. Discutir sobre el futuro de la bici en Barcelona es discutir sobre qué ciudad queremos. No sólo con aeropuertos, trenes de alta velocidad y muelles para cruceros se construye la atractividad y habitabilidad de una ciudad.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.
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