_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Artur Mas contra Pericles

El pasado día 7 de marzo, el periódico Ara publicaba una entrevista con Boi Ruiz, consejero de Sanidad de la Generalitat, en la que el honorable declaraba lo siguiente: "Si quiere estudiar filología clásica por placer, se lo tendrá que pagar usted. El Estado tiene que facilitar las cosas a quien quiera estudiar por razones de mercado". Pasada la indignación que suscita semejante barbaridad, expresada además con la desdeñosa arrogancia de quien desprecia cuanto ignora, la declaración sirve para exponer una reflexión bastante más problemática que la simpleza en la que se inspira.

En primer lugar, hay que notar que el señor Ruiz acierta a elegir la filología clásica como epítome de los estudios inútiles, es decir, las humanidades. Desde la ya lejana segmentación de la carrera de Filosofía y Letras hasta llegar a la actual evisceración de los estudios humanísticos practicada al dictado del Plan Bolonia, la filología clásica había quedado como el último refugio de las litterae humaniores, a salvo de los intentos del mercado por metabolizar una disciplina por definición inmune a él. Por otra parte, el desprecio por los estudios clásicos es ya, desde hace muchos años, una postura institucional que no escandaliza, por desgracia, a nadie. Tampoco es novedosa -aunque sí sea insólito, tal vez, el descaro con que se plantea- la idea de que la Universidad debe ceñirse exclusivamente a las demandas del mercado, una ecuación que menoscaba la condición intempestiva del conocimiento. Si la educación se imparte sólo en términos mercadotécnicos acaba, irremediablemente, por desvirtuarse y desahuciar a la sociedad a la que se pretender servir: tal es el inquietante uróboros que proponen el consejero Ruiz et alii.

Hace ya tiempo que la crisis económica se utiliza como excusa para desguazar sin contemplaciones el Estado de bienestar

En ¿Qué es un clásico?, una conferencia de 1944, T. S. Eliot reflexionaba sobre la relación que una sociedad establece con el concepto de clásico, que él identificaba todavía con Virgilio. Dejando ahora de lado la caducidad de esa idea, incluso en el momento en que fue formulada y a sabiendas de su autor, las conclusiones a las que llega Eliot al respecto resultan sin embargo inesperadamente iluminadoras para entender el ambiente que ha hecho posible una declaración como la de Boi Ruiz en nuestros días. Sostenía Eliot que, en su época, cuando el hombre parecía más dispuesto que nunca a confundir conocimiento con información e intentaba solventar la vida en términos tecnológicos, empezaba a surgir una nueva forma de provincianismo que no tenía que ver con el espacio sino con el tiempo y para el que la historia es simplemente la crónica de los artefactos humanos; un provincianismo para el que el mundo es sólo propiedad de los vivos y donde los muertos han sido desposeídos de su patrimonio -si lo mereciera, parecería una definición de la actitud del provinciano consejero. Terminaba Eliot diciendo que el resultado de todo ello es que los habitantes del globo acabaríamos siendo, todos juntos, provincianos. Y que aquellos que se resistieran no tendrían más remedio que convertirse en ermitaños.

Por otro lado, la aparente extrañeza que produce escuchar una afirmación de esa naturaleza en boca del titular de Sanidad y no en la del responsable del ramo induce a pensar que la frase es mucho más que una ocurrencia. Hace ya bastante tiempo que la crisis económica se utiliza como excusa para desguazar sin contemplaciones el Estado de bienestar. Lo que realmente se trasluce en las palabras de Boi Ruiz es el clima de opinión que se respira en el seno de la Administración pública. No es casual que la bravata del señor Ruiz haya venido acompañada del silencio cómplice y vergonzoso de sus colegas y en especial de Ferran Mascarell, consejero de Cultura, ex miembro del PSC y ahora incorporado como independiente a ese "Gobierno de los mejores" que prometió Artur Mas, responsable último y verdadero artífice de la afrenta.

Es realmente desolador ver cómo los políticos nacionalistas se llenan la boca de patriotismo para luego desmantelar la res publica y venderla por cuatro cuartos. Haría bien Artur Mas en leerse, por ejemplo, el Discurso fúnebre de Pericles y comprobar hasta qué punto la política que auspicia no va sólo en contra de la paideia sino de los fundamentos de la democracia.

Andreu Jaume es editor de Random House Mondadori.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_