Pintura de ida y vuelta

El principal logro de esta exposición reside en intentar recoger, después de un detallado estudio, las búsquedas y direcciones que manifiesta la pintura en la actualidad. David Barro comisaria una colectiva que disecciona y actualiza las atmósferas, contextos y tendencias que proyecta lo pictórico en la creación contemporánea, trazando una importante escala expositiva que subraya nuevamente una de sus principales líneas de investigación, los procesos de lo pictórico, como comprobamos en Sky Shout (2005) o estos meses en la Fundación Barrié en Vigo con En construcción 2.

De esta forma, la muestra sobresale de acuerdo con varias constantes que conforman un mapa de estilos, con más de sesenta nombres representativos, que se afianzan y reorientan. La tesis expositiva traza un matiz histórico, reposado e investigado, con otro que profundiza en los itinerarios de alcances, del presente, para repasar y contextualizar, al tiempo que se adhieren y relacionan tendencias, agrupadas en diversos capítulos. El discurso no se precipita en una relación de aparentes innovaciones, ni en sorpresas de lo pictórico, se ofrece en una sucesión de argumentos pausados, de episodios diferenciados que se reafirman constantemente y ratificamos al seguir diversos ejes analizados en el catálogo, que se identifican en el itinerario expositivo. Estos trayectos parten de las diferentes rupturas, amenazas, expansiones, promiscuidades y regresos que presentó y presenta la pintura, para prender el significado histórico, lingüístico y el proceso de evolución, desde la voluntad de tradición. Cada una de estas escalas ofrece su respectiva fuente de referencia que se acompaña de seguimientos y filiaciones pictóricas, para posteriormente disponer piezas que releen el presente en clave crítica. Así, la estrategia de revisión enlaza con la de observar nuevas tendencias, asentando su óptica histórica, de recoger puntos de contacto, también en una decisiva esfera de diálogo con otras disciplinas y medios.

Desde el vestíbulo, donde Olafur Eliasson y Angela Bulloch disponen un ambiente de ilusiones, se impulsa la apuesta por aspectos que escapan del enunciado previsible de pintura. Las salas reactivan los sucesivos conceptos o apartados: los soportes, las superficies abstractas en Herbert Brandl y Bernard Frize; el reduccionismo de Juan Uslé y Gordillo; la expansión en Katharina Grosse, Álvaro Negro y Pedro Cabrita Reis; la recomposición visual en Helmut Dorner y Miquel Mont; la historia en Jannis Kounellis y Julião Sarmento; las fracturas simbólicas de Ángela de la Cruz y Fabian Marcaccio; o los accidentes y senderos que se bifurcan en Christine Streuli y Arturo Herrera. Esta sucesión de tendencias acuerdan el vocabulario para movilizar nuevos mensajes pictóricos, que recalan en contaminaciones y redefiniciones, que comprendemos perfectamente en piezas como Dammi i colori, de Anri Sala, o Vuelo inmóvil, de Manuel Vilariño. Obras que sirven para definir las zonas de incertidumbre, de fricción, produciendo pintura desde lo fotográfico o lo audiovisual, en Cao Guimarães y Jörg Sasse, o desde lo escultórico y lo arquitectónico, en la búsqueda de vínculos espaciales con interesantes controversias, desde Jessica Stockholder a las explosiones de Nuria Fuster, Anselm Reyle o Nano 4814, en la traducción de argumentos cotidianos. Canales de respuesta a las complejas y variables cuestiones que alcanza la etiqueta pintura, sin precipitaciones, sino desde la perspectiva crítica, desde el choque directo con el contexto y la realidad.