El poeta descansará junto al mar
Familiares y colegas rinden homenaje a Carlos Edmundo de Ory en Cádiz
Carlos Edmundo de Ory solía decir que Cádiz era el único lugar del mundo que no se podía quitar de la cabeza. Su muerte, el pasado 11 de noviembre, llegó antes de que se fijara que su legado literario permaneciera para siempre custodiado en esta ciudad que le atrapaba la mente. Sus familiares han viajado hasta la capital gaditana para hacer real ese deseo. Hoy nace la fundación que llevará su nombre y que buscará publicar su obra atrevida y novedosa, incluidas esas piezas que todavía no se conocen. Sus amigos y compañeros le brindaron ayer un homenaje, el recuerdo al admirador de ese mar junto al que descansará para siempre.
"La fundación va a ser una entidad que Carlos quería hacer desde hace mucho tiempo", relata la viuda del poeta, Laura Lacheroy. Espera mucho de ella. Tendrá su sede en el Centro Cultural Reina Sofía y albergará los miles de libros, manuscritos, cartas y objetos personales del escritor. Su misión será difundir su trabajo. De Ory es Hijo Predilecto de Andalucía, la provincia gaditana y la ciudad de Cádiz.
Hoy nace la fundación que difundirá la obra del escritor
"Nunca se fue del todo", dicen sus amigos, aunque su residencia quedó fijada en Francia hace muchos años. Se marchó a mediados de los años cincuenta. "No pudo soportar el ambiente gris y represivo del franquismo", revela el escritor Jesús Fernández Palacios. "Su obra fue muy original y llena de interés". Perteneció junto a otros, como Ángel Crespo, Silvano Sernesi o Eduardo Chicharro, al Postismo, un movimiento de vanguardia que publicó en plena dictadura varias revistas. "El régimen le persiguió. Sintió esa falta de libertad y tuvo que exiliarse", recuerdan sus colegas.
De su obra suelen recordarse los aerolitos, aforismos con los que redefinía con retranca y profundidad numerosos conceptos. Él los llamaba fuegos de palabra. "El tiempo es la saliva de los minutos"; "los recuerdos son la salud de la enfermedad de vivir"; "no dices nada: hablas". Son algunos de ellos, aunque dejó también poemarios, una novela, ensayos y manifiestos.
Se marchó a Francia pero nunca se desvinculó del todo de España y de Cádiz, donde nació en 1923. Su nombre aparece grabado en una placa en la casa en la que vivió, en la calle Buenos Aires. Junto a la alameda, junto al mar, frente a la bahía gaditana. Allí aparece también el nombre de su padre, el poeta modernista Eduardo de Ory. Y muy cerca de allí, en la sede del Centro Cultural Reina Sofía, lo que fue el antiguo Gobierno Militar, quedará para siempre su legado artístico bajo la custodia de la nueva fundación.
Su viuda anuncia inminentes novedades. "Él escribió en sus últimos meses muchas cosas". Tenía un libro terminado, La memoria amorosa. Es el título con el que sus allegados decidieron llamar también a su homenaje en Cádiz tras su muerte. Laura Lacheroy cuenta también que entre las obras inéditas hay una largamente trabajada por él y un libro en prosa, del que solo se publicó un extracto pero que concluyó finalmente.
Ahora queda saber si los restos de Carlos Edmundo de Ory, actualmente en un cementerio de Francia, también viajan a Cádiz. La idea es traer sus cenizas en la primavera y depositarlas bajo un busto que está preparando el escultor gaditano Luis Quintero por encargo del Ayuntamiento. Quedará en la alameda, frente a ese mar que tanto le gustaba. En la ciudad que nunca se pudo quitar de la cabeza.
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