"Naranjalia, tú eres de tribu"
La cita, al pie de la Torre del Oro. A las 13.00 horas. Más sevillano, imposible. Tiene explicación:
- Aquí me cité por vez primera con el que iba a ser mi marido. Se equivocó en la hora, ¡y estuvo esperándome durante cuatro horas!
La Torre tiene un significado muy especial para Evangelina: Manolo, el joven con el que se casó, falleció en un accidente de tráfico en 2001. Siete años después de aquel encuentro.
Evangelina Naranjo Márquez, que entonces trabajaba como taxista y hoy es Consejera de Justicia y Administración Pública, eligió fotografiarse ante este monumento almohade del siglo XIII como homenaje al padre de su única hija.
Nacida en Sevilla en 1967, no ha perdido el tiempo desde entonces: estudio, trabajo y política le han mantenido ocupada. La escapada de hoy, es un alivio: "¡Qué bien se está fuera del despacho!", dice mirando las tranquilas aguas del Guadalquivir.
"He sido taxista con contrato y con todos los perejiles durante dos años"
"No sería bueno que los consejeros viviéramos de espaldas al partido"
Está en plena inmersión para afrontar su nuevo reto político. Consume horas y horas en el despacho o viajando por la región. Ha visitado tres veces Granada, sede del Tribunal Superior de Justicia (TSJA) y una Almería. El coche es su segunda oficina. Escribe discursos, repasa documentos, mientras devora kilómetros.
¿No se marea? No. Está acostumbrada desde niña a los automóviles. Su padre fue taxista y cuando enfermó, Evangelina tuvo que coger el volante y echarse a la calle. Durante dos años (1993-94), alternó sus estudios de Ingeniero Técnico Agrónomo con la dura faena de conducir un taxi en Sevilla.
- ¿No es un adorno de su currículo, entonces, lo del taxi?
- ¡Qué va! Tenía contrato y el alta en la Seguridad Social. He sido taxista con todos los perejiles durante dos años. Y algunos días trabajé 14 horas.
No era su primer empleo. Antes de taxista, fue monitora de natación y administrativa en una empresa de transportes. El sueldo del padre no bastaba para sacar adelante a una familia de siete hermanos y darles estudios. "He trabajado desde que tengo uso de razón", dice con voz firme y mucho orgullo.
El mismo orgullo que siente al hablar de su numerosísima familia. Su madre es sevillana y su padre de un pueblo de la vega alta de la provincia, Peñaflor. Evangelina tiene seis hermanos y 37 primos hermanos. Las fiestas familiares son multitudinarias. El cumpleaños de su hija Eva, el pasado 17 de mayo, lo celebró en el Parque del Alamillo, al que acude con frecuencia. Entre parientes y amigos, se juntaron 50. "Llevamos de todo: salmorejo, croquetas, tortilla". Una tribu. Eso le decía cariñosamente su marido: "Naranjalia, tú eres de tribu".
Y cuando la tribu es atacada, sus miembros la defienden con uñas y dientes.
En un pleno en el Parlamento de Andalucía en marzo de 2005, Esperanza Oña, portavoz del PP, interpeló a la entonces consejera de Gobernación: "¿Van bien los trabajos de sus dos hermanos colocados en la Junta?, ¿y de su hermana colocada en la Diputación?"
La consejera exigió a la diputada popular que le dijera exactamente donde trabajaban sus hermanos. Porque la acusación no sólo era falsa, sino que algunos de sus hermanos estaban en esa época en paro y otros profesaban los más variados oficios: taxista, servicio doméstico, ceramista o profesora de danza.
¿Se disculpó alguna vez Oña?
- Nunca jamás. Ni lo va a hacer. Pero es algo que no me preocupa.
Al recordar a su marido, o la falsa acusación de Oña -"a mi familia no se la toca"- su rostro se ensombrece. Pero durante el resto de la conversación, esta mujer delgada, pelo corto, blanca piel, ojos marrón verdoso, termina todas sus intervenciones, rápidas, claras y concisas, con una sonrisa franca.
- Recibí de mis padres dos regalos: de mi madre, la fuerza; de mi padre, el valor de la familia, la honestidad, el trabajo.
Un padre que lloró la primera madrugada que Evangelina salió a conducir el taxi. "Sabía lo que me iba a encontrar en la calle".
Lo que se encontró es lo mismo con lo que se topan otros muchos taxistas. Evangelina soportó robos y persecuciones. En alguna ocasión brilló la punta de una navaja. Por fortuna, nunca resultó herida.
Entre el taxi y la ingeniería, la política. Toda la familia era del PSOE o de las Juventudes. Ella fue la última en afiliarse. "Yo estaba en mis peleas de Universidad", recuerda sonriente. Entró con tan buen pie en el PSOE, que dos años después fue elegida diputada, gracias a la torpeza de Arenas y Rejón, arquitectos de la pinza entre el PP e IU. Iba en el puesto número diez de la candidatura por Sevilla. Sus compañeros decían que era "la niña que han puesto en la lista para no salir".
- Pero hubo una reacción extraordinaria de los sevillanos y pasamos de ocho a diez diputados.
Ese día, su padre fue un taxista henchido de orgullo. Su hija era diputada. Se celebró el triunfo por todo lo alto en la sede provincial del PSOE. Años después, la familia socialista sevillana anda a la greña. Como siempre que se avecina un congreso. Evangelina se ha alineado junto al alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, con quien fue teniente de alcalde (1999-2003). La han acusado de no ser neutral. Se defiende:
- Los miembros del Gobierno somos también militantes. No sería bueno que viviéramos de espaldas al partido.
¿Cómo vive el futuro? ¿Le gustaría aspirar a la presidencia? Con la franqueza que ha mantenido durante toda la charla, dice:
- Eso, ni se piensa. Espero que el presidente Chaves esté mucho tiempo al frente...
¿Y si dentro de cuatro años cesa en el Gobierno o el PSOE pierde las elecciones? ¿Buscaría trabajo como ingeniera agrónoma?
- Como ingeniera, o de lo que fuese. No le tengo miedo a nada y, además, sé trabajar.
Eso parece demostrado. Evangelina sabe conducir su vida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.