Ralph Ginzburg, editor de 'Eros'
Fue encarcelado en Estados Unidos acusado de obscenidad
"Obscenidad o pornografía son delitos sin definición ni víctima. Son una cortina de humo para esconder lo que a uno mismo no le gusta respecto al sexo". A Ralph Ginzburg de poco le sirvió su visión de las cosas. El director de la revista Eros, un mito editorial de los años sesenta, acabó con sus huesos en la cárcel acusado precisamente de obscenidad. Este editor y fotógrafo, de voz grave e inconfundible, que aprendió a reinventarse a sí mismo varias veces a lo largo de su vida, falleció el jueves en Nueva York.
Ginzburg estudió contabilidad pero uno de sus profesores en el City College le animó para que aceptara un trabajo en el periódico universitario The Daily Ticker, donde puso al descubierto su pasión por el periodismo. Poco después, comenzaba a trabajar como director de promociones de la revista Look y como editor del semanal Esquire. Ginzburg tenía un talento especial para la publicidad, y pronto se dio cuenta de que podría combinarlo con su amor por el mundo editorial y el activismo social mediante la creación de revistas propias de venta por correo.
La primera de las muchas aventuras en las que se embarcó fue el libro Cien años de linchamientos, una compilación de recortes de periódico que ponían en evidencia el racismo de la sociedad estadounidense. Después publicaría An unhurried view of Erotica sobre los materiales eróticos que yacen secretamente en bibliotecas de EE UU.
En 1962 comenzó a editar Eros, una revista que al contrario de la absolutamente gráfica Playboy, ofrecía materiales eróticos relacionados con la historia, la política, el arte y la literatura. Ginzburg valoraba especialmente el talento en el uso de la palabra así que buscó a colaboradores de calidad como Nat Hentoff o Albert Ellis. Decidido a crear una publicación que también fuera reconocida por su atrevimiento más allá del sexo, Ginzburg publicó un portfolio de imágenes de Marilyn Monroe prohibidas anteriormente y tomadas por Bert Stern y un proyecto de Ralph M. Hattersley sobre retratos de amor interracial.
Pero el establishment estadounidense, que por aquel entonces estaba embarcado en una lucha contra la obscenidad que incluyó intentar conectar la pornografía con el comunismo y que también arrastró a Henry Miller y su libro Trópico de Capricornio (que fue prohibido a las librerías), no aceptó el atrevimiento de Ginzburg y buscó todas las vías posibles para acabar con él. En 1963, tras publicar cuatro números, el editor era acusado de obscenidad en un tribunal de Filadelfia pero no por el contenido de Eros sino por los métodos publicitarios usados para anunciarla.
Para defenderse de la acusación de haber violado un estatuto federal que regulaba la obscenidad en la publicidad, Ginzburg afirmó: "Creo que los anuncios de cigarrillos son vulgares, que las fotografías que muestran aviones B-52 lanzando napalm sobre los vietnamitas son vulgares. Es más, son grotescas, son obscenas. Pero nunca metería a un hombre en la cárcel por publicarlas. El buen gusto no se puede definir a través de leyes", declaró cuando en 1966, tras varias apelaciones, el Tribunal Supremo estadounidense le condenaba a cinco años de prisión. Sólo llegó a pasar ocho meses entre rejas, en los que produjo un libro, Castrado, mis ocho meses en prisión, donde denunciaba el puritanismo que le había llevado hasta la cárcel: "Creo que nuestros descendientes de generaciones futuras se sentirán profundamente avergonzados de que editores como yo que han lidiado honestamente con el sexo sean encarcelados en pleno siglo XX".
Pero sus problemas con la justicia no terminaron ahí. En 1964 Ginzburg fundó una revista política, Fact, y le dedicó un número al candidato republicano a la presidencia Barry Goldwater. Tras pedirle a 12.000 psiquiatras que analizaran si Goldwater estaba psicológicamente preparado para ser presidente, Ginzburg publicó los resultados, que le describían como a un hombre paranoico y con problemas emocionales relacionados con su padre. Goldwater perdió las elecciones frente a Johnson y denunció a Ginzburg por libelo. El editor fue condenado a pagar 75.000 dólares por daños y perjuicios. A finales de los setenta, cansado de luchar contra la justicia, decidió dedicarse a la fotografía, convirtiéndose en un reconocido freelance que publicó en los mejores periódicos.
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