Rafael Eitan, el halcón de israel
El teniente general Rafael Eitan fue enterrado ayer en el mosav -granja comunal- de Tel Adashim, al norte de Israel, en el mismo lugar donde había nacido hace 75 años.
Un diputado del Parlamento de Jerusalén dejó sobre su tumba el epitafio mas idóneo: "Ha vivido en una tempestad y ha muerto en una tempestad". Era la frase más acertada con la que se podía resumir la vida de un hombre que tuvo una tormentosa experiencia como soldado y que acabó muriendo ahogado en el puerto de Ashod, al ser arrastrado por una ola, mientras inspeccionaba las obras de un dique en construcción.
Rafael Eitan, 37 años de servicio en el Ejército, fue un héroe en la guerra de la independencia, en la del Sinai, la de los Seis Días y la del Yom Kippur, para acabar convirtiéndose en jefe del Estado Mayor de 1978 a 1983 durante la turbulenta invasión en el Líbano.
En su etapa posterior como político fue en reiteradas ocasiones elegido diputado, después ministro de Agricultura y Medio Ambiente, y luego viceprimer ministro, al tiempo que fundaba y se convertía en un dirigente notable del partido de extrema derecha Tzomet, formación que participó en los gobiernos de coalición de Isaac Rabín y Benjamin Netanyahu en 1988 y 1996.
La forma inesperada y trágica en que ha muerto ha conmocionado a Israel. El primer ministro, Ariel Sharon, compañero de armas y fatigas del difunto, aseguraba en un elogio fúnebre que con él se va una parte de la historia de este país.
Pero sobre todo su desaparición ha dejado huérfanos a los sectores radicales del sionismo, especialmente a los más conservadores, no en vano Rafael Eitan fue un detractor a ultranza de cualquier tipo de negociaciones de paz con los árabes y con los palestinos, y por ende, un firme opositor de la retirada y desmantelamiento de las colonias del Sinaí, tras la firma de los acuerdos de Camp David con los egipcios.
Rafael Eitan solía utilizar un lenguaje duro y grosero para hablar de sus vecinos: "Cuando nos hayamos asentado en la tierra, lo único que los árabes podrán hacer es dar vueltas como cucarachas borrachas dentro de una botella".
Este mismo tono despreciativo volvió a utilizarlo hace poco para referirse a los jueces belgas, que amenazaban con desempolvar las matanzas de Sabra y Chatila en Beirut en 1982, y colocarle, junto con Ariel Sharon, en el punto de mira de la justicia internacional a pesar de que la Comisión Kahan, encargada de investigar el caso, apenas quiso rozarle, quizás, entre otras razones, porque sus días como jefe de Estado Mayor estaban ya contados. Pero tampoco éste fue su último escándalo. En 1997, de manera sorprendente, anunció que su madre era descendiente de uno de los guardaespaldas del zar de Rusia, levantando así las sospechas de que no fuera un verdadero judío y que su familia se hubiera convertido para poder vivir en Israel.
Casado en dos ocasiones, la última hace siete años, era padre de tres hijos, dos de los cuales murieron de forma trágica; uno, en un ataque de asma, y el otro, en un accidente mientras se entrenaba de piloto.
Deja trás de sí, además de su carrera militar y política, una plantación de olivos, una cuadra de caballos de carreras, un taller de carpintero, una piscifactoría a medio construir y un libro: Historia de un soldado.
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