Julius Axelrod, premio Nobel por su investigación sobre neurotransmisores
Julius Axelrod, el científico que logró el Premio Nobel de Medicina en 1970 por su trabajo sobre el esclarecimiento de la comunicación entre las neuronas, falleció el 29 de diciembre a los 92 años. Murió mientras dormía en su hogar de Rockville, Maryland, según el National Institute of Mental Health (NIMH), donde Axelrod trabajó gran parte de su vida. Tenía problemas de corazón desde hacía tiempo.
Axelrod compartió el Nobel en 1970 con el británico Bernard Katz y el sueco Ulf von Euler, por su trabajo en el modo en que los elementos químicos liberados por las terminaciones nerviosas del cerebro afectan al comportamiento humano. Por su parte, Axelrod explicó que los neurotransmisores del cerebro se comunican con las neuronas para regular una amplia gama de respuestas automáticas, incluyendo la digestión, el ritmo cardiaco y el flujo sanguíneo.
El trabajo de los científicos tuvo grandes implicaciones en farmacología, despejando el camino para el desarrollo de los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina. Actualmente, esos fármacos se utilizan habitualmente en el tratamiento de la depresión, y poseen nombres reconocibles como Zoloft, Paxil, Prozac y Seroxat.
"Su contribución a los campos de la salud mental y la neurociencia hizo posible avances actuales en trastornos de humor y ansiedad y muchas otras áreas", afirma Thomas R. Insel, director del Nacional Institute of Mental Health en una declaración.
La carrera científica de Axelrod implicó una lenta maduración. Nació el 12 de mayo de 1912 en el Lower East Side de Nueva York. Sus padres eran inmigrantes judíos de lo que ahora es Polonia, y su padre se ganaba la vida como fabricante de cestas. Axelrod obtuvo la licenciatura en Biología del City College de Nueva York. Anhelaba ser médico, pero las estrictas cuotas para los estudiantes judíos -y lo que más tarde reconoció que eran unas notas menos que sobresalientes en algunas asignaturas- le impidieron la entrada en la Facultad de Medicina. Durante la Depresión alcanzó la mayoría de edad, necesitaba trabajo y le ofrecieron dos opciones: empleado de correos o técnico de laboratorio.
Durante más de una década trabajó en el Departamento de Salud de Nueva York probando la potencia de vitaminas añadidas a los alimentos. A finales de la década de los treinta, perdió la visión de un ojo al estallar en el laboratorio un frasco de amoníaco, razón por la que se libró del servicio durante la Segunda Guerra Mundial. El el resto de su vida tuvo que llevar unas gafas con lente oscura en el ojo izquierdo.
Axelrod realizaba sus investigaciones sobre vitaminas durante el día, y asistía a la universidad por la noche para obtener un master en Química de la Universidad de Nueva York. Su carrera dio un giro radical en 1945, cuando el reputado farmacólogo Bernard Brodie le ofreció trabajo en el Goldwater Memorial Hospital de la Universidad de Nueva York. Su trabajo conjunto más significativo fue con fármacos analgésicos.
A finales de los años cuarenta, escribieron dos influyentes trabajos que identificaron una nueva sustancia denominada acetaminofen como el elemento químico clave para la inducción de alivio del dolor en dicho fármaco. Su descubrimiento fue desarrollado como Tylenol. Aunque vería siempre a Brodie como su mentor, Axelrod decidió seguir adelante y, en 1949, se incorporó a lo que ahora es el National Heart, Lung and Blood Institute, donde estudió el metabolismo de la cafeína, las anfetaminas, la efedrina y los narcóticos. También descubrió un nuevo tipo de enzimas esenciales para la metabolización de ciertos fármacos. Sin un doctorado, progresar resultaba difícil. A los 41 años cogió una excedencia y asistió a la Universidad George Washington para obtener su doctorado.
Tras recibir su título en 1955, fue contratado como jefe de la sección de Farmacología del Laboratorio de Ciencia Clínica del NIMH. Se jubiló en 1984, pero siguió activo en el Nacional Institute of Mental Health durante otra década, a menudo asistiendo tres veces por semana como investigador. El NIMH le designó científico emérito en 1996.
"Su magia no residía en realizar experimentos que requirieran gran agudeza técnica", decía Michael J. Brownstein, colega y amigo, en una declaración hecha pública por el NIMH, "sino en hacer un trabajo que cualquiera podría haber desem-peñado... si hubieran tenido ideas. Lo que diferencia a los gigantes del resto de nosotros es la capacidad de formular grandes preguntas".-
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