La sombra de los artistas
Los comisarios de arte cuestionan su papel como gestores culturales
"Un comisario nunca debe reconocer en público que no conoce a un artista, la situación se puede salvar con un 'he oído hablar de él'. Cuando se refiera a los artistas debe llamarles por su nombre de pila: 'He quedado a cenar con Mathew' o 'voy a una exposición de Richard". El consejo forma parte del Manual de estilo del arte contemporáneo, un libro del artista mexicano Pablo Helguera.
Tania Pardo, comisaria del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac), lo trae a colación en su conferencia sobre ética del comisariado porque sabe que está dirigiéndose a colegas capaces de reconocer lo que tiene de sarcasmo y lo que tiene de realidad. El marco es el primer encuentro nacional de comisarios de arte Producir, exponer, interpretar, celebrado el pasado fin de semana en León y que continuará el 25 de septiembre en el Matadero de Madrid, bajo la dirección de Tania Pardo y Manuela Villa. Ambas, tras una serie de conversaciones, se dieron cuenta de que tenían muchas dudas sobre su propia profesión. ¿Un comisario es un gestor cultural, un filósofo, un creador?, ¿existe un código deontológico del comisariado?
"Parece que por ser joven tienes que guardar tu turno", se queja Iván López
Asistentes y ponentes al encuentro presentan un par de peculiaridades. La primera es que, ignorando la oferta gastronómica de León, se quedan pegados a sus asientos más allá de las tres de la tarde interviniendo. La segunda, que la mayoría tiene menos de 35 años. Forman parte de una generación de profesionales de la gestión cultural que han contado con posgrados específicos para formarse y que han podido teclear el nombre de un colega en Facebook para masacrar o elogiar su exposición. Son los primeros además que, en un gesto de toma de conciencia, han concretado esta red organizando un encuentro exclusivo de gestores de arte.
Otra cosa que les une es que la mención del sambenito comisario joven o artista joven les provoca sarpullidos. "Es una etiqueta vacía, detrás de la que no hay nada", dice Javier Marroquí, que, junto a David Arlandis, forma un equipo de gestión cultural en Valencia. Marroquí apunta que esta generalización casi siempre ha servido para dar buena imagen a las instituciones y someter a los artistas emergentes a condiciones precarias. Menciona a Amanda Cuesta, ponente en el encuentro y una de las responsables de la exposición sobre quinquis que se puede ver en Barcelona. Cuesta empezó con 21 años y habla con orgullo de su "arsenal intelectual". Muchos de los presentes son jóvenes, pero no nuevos en esto. "Parece que por ser joven tienes que guardar tu turno, en términos taurinos", dice Iván López Munuera. Pero él, a sus 29 años, se ha saltado el protocolo. Prepara la exposición Los esquizos de Madrid. Figuración madrileña de los años 70 en el Reina Sofía.
Las dudas no se han solventado. Un hipotético Manual de estilo del arte contemporáneo tendría infinidad de interrogantes en el capítulo dedicado a los comisarios. Pero para ellos, que construyen discursos a partir del arte, la incertidumbre no es una enemiga.
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