La mecánica de los fluidos bailables
Caribou, matemático y gran esperanza de la electrónica, actúa en Madrid
Cuando movía la cabeza de un lado a otro, con la cara aplastada por las apretadas y pequeñas gafas de goma y embutido en un estrecho gorro de baño, Dan Snaith (Ontario, 1978), músico y doctor en matemáticas, descubrió como fluía el sonido del agua por su propio cuerpo. Un hipnótico y grave vaivén sonoro del que, para colmo, podía controlar el ritmo con los brazos. Esos días ya había entregado sus horas a las clases de natación que le había regalado su novia y hacía demasiado tiempo que había lanzado Andorra, su primer álbum bajo el alias de Caribou. Lo vio claro. "Decidí que quería capturar la dinámica de los líquidos. Cómo viajan. Así, la música en el disco se mueve dentro y fuera. Hay algo que hace que el sonido vaya de un oído a otro, como el agua. Crea esta extraña sensación de que el patrón es impredecible", explica por teléfono.
Su propuesta se enmarca dentro de un discurso de vuelta a lo orgánico
"En los clubs es más interesante la música; los prefiero a los conciertos"
Y así salió Swim, un fenómeno musical basado en algún algoritmo del éxito que lo ha convertido en una propuesta musical que gusta a todos. Su aparición, además, ha contribuido a la construcción de un nuevo modelo de música de baile, inteligente y más orgánica, que se ha ido adueñando de las pistas de lo clubs europeos y que han imitado otros artistas. "Estoy muy confundido con todo esto. No pensaba que tuviera una acogida tan amplia, porque en realidad este es mi disco más personal". El caso es que en menos de un año, con un discurso aparentemente minoritario, ha recorrido todo el mundo, ha dado unas 400 entrevistas y ha llegado a tocar delante de 10.000 personas.
Además del agua, Swim sale de los clubes londinenses. Andorra, su anterior trabajo estaba más cerca de los postulados de Phil Spector y la psicodelia que de los compases de la pista de baile. Pero Snaith llegó a Londres (se mudó ahí para hacer su doctorado en matemáticas), conoció a algunos productores de la escena electrónica como James Holden, Junior Boys o su gran amigo Four Tet (la influencia que tienen el uno sobre el otro en sus últimos trabajos es evidente) y empezaron a compartir expediciones a los garitos de moda. "Cuando estoy en Londres con ellos salgo mucho a clubs. Es donde está la música más interesante ahora mismo. Lo prefiero claramente a ir de conciertos".
Así que hizo el camino inverso con el que sueñan muchos productores de electrónica a los que angustia la soledad del sintentizador y anhelan su propia banda. "Es que la música dance ha dado grandes ideas en los últimos 30 años. Y ahora especialmente hay muchas producciones interesantísimas. Me gusta la música electrónica porque está diseñada, y la gente lo asume, para escucharse en buenos y potentes equipos de sonido. Eso me permite ser mucho más ambicioso con los detalles sonoros. Hacer este tipo de música es muy liberador, mientras tenga un componente rítmico puedo inventar lo que quiera". Y lo que ha hecho es un disco de estudio que -en directo hoy lo lucirá en Madrid en el ciclo Heineken Music Selector- suena espectacular.
En busca del tesoro digital
Caribou no es el único artista en lanzarse en brazos de la electrónica desde una propuesta anterior más o menos orgánica. He aquí otros ejemplos.
- Sufjan Stevens. El cantautor de Michigan (en la foto), que anunció que dedicaría un disco a cada Estado de los EE UU y se quedó rápidamente por el camino, edita un gran disco, ADZ, en el que instrumentos como mandolinas o banjos dejan paso a sintetizadores y máquinas.
- Maximum Balloon. David Andrew, miembro de los rockeros oscuros y funkoides TV on the Radio, se esconde tras un alias aéreo para darse a la electrónica más hedonista.
- Kele Okereke. Guitarrista y vocalista del grupo indie-rock Bloc Party, en sus ratos libres (registrados en The boxer) disfruta con himnos dance.-
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