Isla Fantasía
En La boda de Muriel (1994), la película que dio a conocer el talento del australiano P. J. Hogan en el mercado internacional, las canciones de ABBA funcionaban como instrumento de autoafirmación en una historia, más o menos clásica, de patito feo que conquistaba su territorio siguiendo las directrices de su sueño personal. Hogan venía a decirnos que, en ocasiones, el kitsch -si es que el repertorio de ABBA merece considerarse un objeto kitsch- puede manejarse sin ironías: en cualquier territorio de la cultura popular, existe la posibilidad de detectar un discurso secreto que el usuario puede reciclar para usos privados. No conoce este crítico a ningún compañero de su gremio que esté dispuesto a defender una película como Mamma Mia!, adaptación del musical homónimo de 1999 levantado sobre el tapiz de los grandes éxitos del grupo. Quizás el problema esté, precisamente, en la falta de distancia, en la ausencia de ironía: la película de Phyllida Lloyd -que ya dirigió el montaje original- invita a celebrar sin coartadas un repertorio que quizás el exceso de pudor o el racionamiento de alegría que parece exigir el oficio de crítico hayan condenado al exilio de lo que merece permanecer siempre bajo sospecha. A veces, el ejercicio de la crítica es un tenso pulso entre el culo y la cabeza: entre lo que la razón sanciona como insuficiente o incorrecto y lo que, misteriosamente, te mantiene pegado a la butaca, entre embobado y abducido. Incurriría este crítico en la hipocresía si no confesase - y transmitiese- lo mucho que ha disfrutado con Mamma Mia!: la más veraniega (no necesariamente la mejor) película de este verano, un helado al limón que se derrite, mientras suenan las perlas de una carrera pop que exploró todas las posibilidades de la hipnosis melódica.
MAMMA MIA!
Dirección: Phyllida Lloyd.
Intérpretes: Meryl Streep, Pierce Brosnan, Colin Firth, Amanda Seyfried, Stellan Skarsgard, Julie Walters, Christine Baranski, Rachel McDowall.
Género: musical. Reino Unido-Estados Unidos, 2008.
Duración: 108 minutos.
Apropiándose -como bien detectaron Marcos Ordóñez y Jaume Figueras- del esqueleto argumental de Buona Sera. Mrs. Campbell (1968) -película cortada a la medida de Gina Lollobrigida-, Mamma Mia! encuentra una convincente imagen simbólica para encarnar el repertorio de ABBA: una isla griega sublimada como locus amoenus de la posibilidad futura, el ajuste de cuentas con el pasado y el goce hedonista del presente. Es posible que ni siquiera el más imaginativo de los cinéfilos hubiese podido aventurar que, algún día, un espectáculo cinematográfico se apoyaría en el gimmick de ver a Meryl Streep cantando Dancing Queen.
Película con estética de Club de Vacaciones y descuidadísima puesta en escena, Mamma Mia! trivializa algunos clásicos -la revisión bufa de Take a chance on me por parte de Julie Walters-, al tiempo que amplifica la fuerza de otros -The winner takes it all y S.O.S., por ejemplo-. Su imperfección es la de un cóctel servido al borde de una piscina: los habrá mejores, pero costará encontrar un momento más perfecto para degustarlos.
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