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me cago en mis viejos | ocio

DÍA 25

Este finde se han abierto varios colegas de la peña porque sus viejos comenzaban a currar la última semana de agosto. Hay en el pueblo una atmósfera como de explosión nuclear, de fin del mundo. Durante esta semana desfilarán los que quedan. Mis viejos hablan de que nos vayamos el domingo, o sea, los últimos de los últimos, para apurar el verano de mierda hasta las heces. Al hombre invisible le da cagalera cada vez que piensa en el regreso, pues no sabe con qué se va a encontrar, si con dos casas, con una o con ninguna. Al final he tenido que jurarle que si la cosa se pone chunga le doy asilo político en mi dormitorio de Madrid. No hay como tratar mal a alguien para provocar su dependencia. Menos mal que sigo estudiando tres horas al día, como un clavo, en plan terapia ocupacional. Si no, me habría vuelto loco. Consejo de autoayuda: cuando todo a tu alrededor se vaya a la mierda, haz algo inútil y complicado, como meter un barco en una botella o preparar la selectividad.

Les digo a los colegas que hagan como que no le ven, porque se cree invisible, y el crío se convierte en el ?prota?
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El caso es que ayer los cuatro gatos que quedamos hicimos por la noche una barbacoa en la playa, para despedirnos del verano y quizá de nuestra juventud (créetelo, también sé ser profundo). Y va mi vieja y dice que por qué no me llevo al hombre invisible, que al fin y al cabo es mi sobrino. Y yo digo que leches, pero mientras digo que leches noto la mirada ansiosa y suplicante del hombre invisible. Total, que me lo llevo, jodido, pero me lo llevo. Más aún: llamo a los colegas y les digo que hagan como que no le ven, porque se cree invisible, y el crío se convierte en el prota de la noche. Yo flipaba porque no había visto nunca a nadie tan feliz, se lo pasó como un enano, nunca mejor dicho, qué cabrón. En la cena estaba Marisol, la arquitecta del Guggenheim, dándose el lote con El Ansias, que ha sobrevivido al éxtasis líquido, tal para cual. Al volver, a las tantas, con un cielo estrellado que te cagas, el hombre invisible se agarraba a mí como a un padre. Snif.

EDUARDO ESTRADA

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