Siete preguntas
El hecho histórico de que el Papa apareciera el Viernes Santo en el programa de televisión de la Rai 1 A sua immagine para contestar a siete preguntas preseleccionadas, forma parte de la estrategia vaticana para no renunciar a su espacio mediático. Ya antes el Papa había publicado un libro de entrevistas y no será raro que pronto utilice Facebook o Twitter de una manera más personalizada. Su interés por realzar la figura de Jesús en nuestros días puede llevarle a la reflexión sobre qué métodos de la comunicación habrían utilizado el Mesías y sus apóstoles de haber tenido a su alcance la tecnología actual. Las intervenciones estaban comentadas por el presentador, Rosario Carello, y las respuestas grabadas y editadas; se buscaba con ello transmitir un voluntario envaramiento que realzara la rareza del evento y lo alejara de la tele de velinas y frivolidad.
A la pregunta de una niña japonesa sobre el miedo y el sufrimiento tras el tsunami en su país, el Santo Padre le aseguró que esta desgracia les ayudará, cuando un día podamos entender por qué ha sucedido. "No es una casualidad, estáte segura. Detrás del sufrimiento hay un proyecto bueno". A una madre cuyo hijo está en estado vegetativo le aseguró que el alma está todavía dentro de su hijo y que es algo así como una guitarra con las cuerdas rotas.
A unos cristianos de Irak que le pedían apoyo los exhortó a no caer en la tentación de emigrar y alabó la diversidad dentro de todos los países. A una mujer que vive el conflicto entre religiones de Costa de Marfil le recordó que la violencia no puede provenir jamás de Dios y le aseguró que la Iglesia fomentará el diálogo entre las partes.
Las tres últimas preguntas apelaron a su enorme conocimiento de los dogmas de la Iglesia. El Papa se mostró mucho más cómodo; el terreno especulativo es su fuerte. Útilizó dos preguntas para revalorizar la promesa de resurrección, tan decaída en los últimos tiempos. Esa era la verdadera conclusión a todas las dolorosas preguntas anteriores. De alguna manera el programa significó una apuesta por la próxima vida, desde la ramplona televisión y la demoledora realidad actual. Promesa escondida tras el clásico: permanezcan atentos a sus pantallas.
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