Radicales
Sabes que no puedes eludir la avalancha publicitaria del sistema político en fechas rituales y puntuales y que tampoco tienes pasta para comprarte una isla, pero imaginas que puedes descansar de la abusiva brasa con la que te machacan los timoneles de la patria asegurándote a todas horas que tu futura felicidad o desdicha están en función de que les otorgues tu fe, si encuentras durante el fin de semana el refugio de un pueblo pequeño y sin alicientes turísticos. Es mentira. También allí te vas a encontrar cada cinco pasos, y mires donde mires, con el maquillado y humanista careto de Rajoy y de Zapatero recordándote tus sagrados deberes cívicos y la oferta de que podrás vivir en el mejor de los mundos posibles si les eliges.
Admito que en los mítines, como en las misas de cualquier signo, los oficiantes pueden llegar al gran colocón sin necesidad de haber ingerido sustancias euforizantes, pero eso tampoco justifica que puedan salir de sus boquitas tanta gilipollez impune, tanto delirio psicodélico, tanta promesa racionalmente incumplible. Flipo con la certidumbre de Rajoy de que no se puede todo el rato engañar a todo el mundo ni tomar por tontos a los ciudadanos. Si retrocede un par de milenios, los césares romanos le confirmarían que la plebe está para eso, para que el poder les venda eternamente la moto. También atribuye a Zapatero naturaleza lunar y vivir en la inexcusable Babia. Ambas afirmaciones son rebatibles hasta por los habitantes del limbo, conscientes de que si existe algo genéticamente realista y apegado ferozmente a la tierra es la casta política.
Acusan al del talante de buscar como un poseso el voto de los radicales. Supongo que agrupan en ese concepto a los kale borroka, los nazis, los antisistema, los yihadistas y los dementes como yo. Ante esa dadaísta convicción del facherío tu radicalidad te anima a desvirgarte. Cualquier infamia antes que ellos.
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