Pasodoble
En los mismos días en que Isaki Lacuesta rodaba su película con Miquel Barceló en Mali, yo andaba con un amigo durmiendo al raso en el país Dogón, la misma región pedregosa y abrupta donde el pintor mallorquín encuentra inspiración para algunas de sus obras. No me acerqué a su rodaje, pero sentí esos pasos de un colega como pasos dobles y me alegro por su suerte en esa carambola de los premios.
A la misma hora de la noche en que me enteré del palmarés del Festival de San Sebastián, un joven que trabajaba en la producción de la película de otros amigos se mató en el coche de regreso a casa tras la semana de rodaje. Por eso cuando vi salir al escenario de la fortuna a los premiados por sus películas no pude evitar pensar en la cara oculta del oficio. La que está fuera de los focos y las sonrisas, la que se compone únicamente de esfuerzo y determinación, del engreimiento de pensar que lo que a ti te importa le importa a los demás. Como mineros de una búsqueda mucho más inútil y absurda que cualquier piedra valiosa, también las películas se levantan sobre el sacrificio y la persistencia de unos tipos con nombre y otros que siempre serán desconocidos para ti.
Todos los pasos de la vida son pasos dobles. Hacia la vida y hacia la muerte. María León, la actriz premiada, mostró la emocionada felicidad de los que reciben la primera comunión del éxito; Koreeda pisó el escenario por otra historia con niños, como su demoledora Nadie sabe; y el director griego Filippos Tsitos agradeció a los que trabajaron sin cobrar en su película. Pero pasada la noche, la euforia de ellos no es más que una ironía del destino frente a que Urbizu y sus cicatrices de director con oficio se quedaran sin premio o el maestro Ripstein con sus paisajes humanos desolados se volviera de San Sebastián sin su tercera concha dorada. Las películas de verdad no son zapatos que se acomodan al pie según las tallas ni guantes indefectiblemente fabricados con cinco dedos, son propuestas particulares que esperan a su espectador para bailar un pasodoble mientras la vida, trágica y mágica al mismo tiempo, sucede.
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