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Columna
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Baratijas

David Trueba

Si el dinero es el rey absoluto, el dios que guía la política y la jerarquía social; si la meta es el dinero, el medio es el dinero y el impulso creativo para cualquier actividad es el dinero, lo gratuito solo puede ser despreciable. Matemática pura. Si el valor es lo fundamental, algo regalado es despreciable. Los grandes gigantes de Internet lo tienen claro: se han hecho ricos convirtiendo en gratuito aquello que no poseían: el contenido. A cambio, el gran lucro ha venido del precio de conexión, la hegemonía de dos buscadores y la venta de contenedores tecnológicos por llenar.

El otro día fui al cine y por comprar una chocolatina en el bar me regalaron el DVD de una película de Godard. Ayer, domingo, recibí gratis con este periódico otro DVD de una película. En la casa de un conocido recorrí el estante de películas, y no encontré ninguna adquirida en una tienda; todas estaban salidas de promociones de periódicos, revistas, supermercados. Me di cuenta de que el tipo no poseía las películas que quería, sino aquellas que le habían regalado.

Nadie se aventura a comprar una película a su precio, no vaya a ser que a la semana siguiente se la regalen con el papel higiénico.

La peor noticia para un mercado es el desprestigio de la mercancía que vende. La primera responsabilidad de quien practica un oficio tendría que ser el respeto al propio oficio. La segunda, obviamente, el respeto al cliente. Vender una película a 15 euros, que unas semanas después llega gratis envuelta en cualquier promoción, bordea la estafa si no la burla.

El empresario de medios Rupert Murdoch, vuelve a avisar de que cabeceras de su propiedad como The Times o The Sunday Times pronto cobrarán por el acceso en la Red.

La prensa comenzó a autodesprestigiarse al fantasear con su desaparición, pero acabó de hundirse cuando le gritó al mundo: "¡Soy gratis!", lo que hoy quiere decir: "Mirad qué poco valgo".

Una mañana fui al quiosco y vi a una mujer llevarse el obsequio que ofertaba un periódico, pero cuando el quiosquero le entregó el periódico correspondiente, ella lo rechazó: "¿Y eso para qué lo quiero?". Volver a convertir la baratija en un lujo requerirá un esfuerzo vocacional.

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