Miroslav Tichý, el fotógrafo vagabundo
Era un vagabundo solitario que recolectaba basuras de todo tipo acumuladas entre la mugre y los bichos que esta acarrea, en su pobre domicilio en la ciudad checa de Kyjov. Miroslav Tichý (1926, Netcice, República Checa) era también un fotógrafo que expuso en prestigiosas instituciones como el Centro Pompidou de París en 2009 y el año pasado en el International Center of Photography, de Nueva York. El pasado 12 de abril murió a los 84 años y con él una mirada cálida y misteriosa sobre el gesto íntimo, sobre todo de las mujeres de su ciudad. Antes de ser descubierto por uno de los popes del arte contemporáneo, Harald Szeemann, que expuso su trabajo por primera vez en la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla en 2004, Tichý había vivido en la marginalidad, considerado un indigente con problemas mentales. Pasó más de tres décadas entrando y saliendo de prisiones y psiquiátricos, perseguido por la tenaz policía comunista.
De una timidez extrema, mientras estudiaba en la Escuela de Bellas Artes de Praga en la posguerra se rebeló contra las autoridades junto a un grupo de estudiantes. La razón fue estética, no política. El nuevo régimen dictatorial había decidido cambiar las modelos que posaban para dibujo del natural por rudos obreros con mono. Dejó los estudios, dejó todo. Su fascinación por las mujeres es la constante de su vida. Pintaba, pero sus cuadros no interesaron a nadie. Lo echaron de su estudio y de su casa, edificios nacionalizados.
En los años setenta se construyó una cámara con materiales de desecho y con ella salió cada día, con ese aspecto de mendigo o de demente, a hacer fotos de mujeres que caminaban, descansaban en el parque, tomaban el sol en la piscina o subían a un autobús. Sus fotografías, que revelaba descuidadamente en su chabola, tienen un aspecto borroso, a veces sobrexpuestas, con rayaduras, impresas sobre papeles rasgados a mano, enmarcadas en ocasiones con simples cartones coloreados. Son características que lo ligan a lo pictórico. Tienen el encanto y el embrujo de lo imperfecto, de lo manual; también se nota la carga sensual en la mirada de este voyeur, ladrón de momentos fugaces e intrascendentes.
Sus fotografías se vieron en Madrid y en Palma de Mallorca en sendas exposiciones en las galerías Ivorypress y Kewenig, en 2009. Ahí se presentó también un documental, Tarzán jubilado. Hombre lacónico, este Diógenes de nuestro tiempo manifiesta en ese vídeo ciertas ideas que parecen heredadas del filósofo cínico: "Si quieres ser famoso tienes que hacer algo y hacerlo peor que cualquier persona del mundo entero", dice. Tichý vivió quince años de fama, casi setenta de soledad.
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