Miquel Pairolí, escritor preciso, sutil dietarista
El escritor Miquel Pairolí (Quart, Girona, 1955) falleció ayer a los 55 años. Quizá como premonición o tal vez como certeza afilada, en su último dietario, Octubre, Pairolí refería en clave de metáfora otoñal los principales trazos de su existencia, una vida consagrada a la literatura, al periodismo y a la defensa de unos principios de coherencia que lo consolidaron como una de las voces más genuinamente libres del entorno cultural catalán. Descendiente de una familia de pequeños propietarios rurales, la vida de este autor transcurrió entre su Quart natal, Girona y Barcelona. Melómano, comedido, poco amigo de gesticulaciones, mantenía inexpugnable su círculo íntimo y prodigaba una amistad noble. Colaboró en los periódicos catalanes El Punt, el Diari de Barcelona y el Nou Diari.
Lega una obra expresada en múltiples géneros: novela, ensayo, teatro, biografía, articulismo, crítica literaria, entrevista, guion televisivo. En sus dos grandes novelas, El manuscrit de Virgili (2004) y Cera (2008), muestra su predilección por narrar mundos en abruptos procesos de transformación: el medio rural, la base social de la lengua catalana e incluso el mismo oficio de escritor. A través de una prosa límpida y sin cargazón barroca, el despliegue narrativo de sus obras le permite detenerse en los detalles miniados de la realidad, ya sea describiendo los matices de un cielo de nubes rasgadas, el sueño deshilachado de una ciudad vagamente oriental o la concepción plástica de un tiempo que siempre remodela las esperanzas de los protagonistas literarios.
Quizá por la amalgama de potencias expansivas que este género congrega, es en el dietario donde Pairolí muestra de una forma más unitaria las facultades de su literatura. Paisatge amb flames (1990) y L'enigma (1999) ya revelaban a Pairolí como uno de los grandes dietaristas de nuestra época. Una calidad engrandecida con la publicación de Octubre, dietario que sella un portentoso ensayo sobre la complejidad del vivir. Suma de toda su obra, en Octubre se compendian visiones de preceptiva literaria, reflexiones sobre el amor, apuntes naturales del paisaje gerundense de Gabarres -ya sometido a los filtros de Horacio y Heráclito- y una concepción estilística que, bajo la estela de sus admirados Josep Pla y Lampedusa, alterna la meditación abstracta con el aplomo que solo la dimensión material de la realidad concede.
De Miquel Pairolí nos quedará la fruición irrenunciable de su literatura y la necesidad de releerlo, consuelos que en estos momentos apenas desactivan la añoranza de las obras que ya no escribirá.
Lluís Muntada es escritor.
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