Carta a nuestros amigos serbios
¡Cinco años ya! Los dos conocimos bien a Zoran Djindjic -ex primer ministro de Serbia-, los dos recordamos sus profundas convicciones, el amor que tenía a su hermoso país, la certeza que tenía de que ese país tenía que acelerar su incorporación a la Unión Europea. Aquella Unión Europea no tenía aún más que 15 Estados miembros, y Zoran sabía que su país acabaría entrando pronto. Hoy lloramos, como tantos otros, su desaparición; todavía no nos ha abandonado la incomprensión que se apoderó de nosotros aquel 12 de marzo de 2003 ante su asesinato, ante la destrucción de la esperanza y la energía que representaba. Hoy, desde nuestros puestos de ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Suecia, sentimos los dos un afecto especial por los Balcanes y, en concreto, por Serbia. Cinco años después de la muerte de Zoran Djindjic, queremos rendirle homenaje y expresar nuestra amistad con su país.
Serbia vuelve a atravesar un periodo difícil. Somos conscientes de la conmoción que representa para ella la pérdida de Kosovo. Somos también conscientes del sentimiento de incomprensión que se ha apoderado de nuestros amigos serbios cuando Francia y Suecia, países amigos del suyo, han reconocido la independencia kosovar. Como ya hemos dicho muchas veces, incluso a los kosovares, nuestros dos países, y muchos otros, habrían preferido que se mantuviera la unidad entre los Estados de los Balcanes occidentales. Pero las horribles guerras de los años noventa, las matanzas que sufrieron sus pueblos, dieron el golpe de gracia a Yugoslavia. Aquellas guerras tuvieron su origen en Kosovo, y en Kosovo se ha completado, hace tres semanas, la descomposición de la antigua Yugoslavia. Nuestros países han reconocido la independencia de Kosovo porque estaba ya claro que no había otra solución, tras casi dos años de negociaciones que habían dejado patente la imposibilidad de llegar a un acuerdo. ¿Cuánto tiempo se habría podido seguir viviendo en la incertidumbre? Por tanto, sí, hemos asumido la responsabilidad de reconocer la independencia de Kosovo, convencidos de que ayudará a avanzar a Serbia.
No hay duda de que a nuestros amigos serbios les es difícil, hoy, imaginarse como ciudadanos europeos dentro de no mucho tiempo. Y, sin embargo, a nosotros nos parece innegable que Serbia será pronto miembro de la Unión Europea, porque no puede ser de otro modo. Es lo que corresponde a la marcha de la historia, porque el pueblo serbio es un gran pueblo europeo, un pilar de esa historia; Serbia es -y en eso está todo el mundo de acuerdo- la espina dorsal de toda la región. Por supuesto, la velocidad a la que se aproxime depende de ella. Nosotros queremos que se le otorgue lo más rápidamente posible el estatuto de país candidato, y estamos dispuestos a ayudarle en el camino de la adhesión. No hemos olvidado la histórica amistad que une a nuestros pueblos con el serbio, nuestras batallas comunes. Estaremos al lado de esa Serbia orgullosa de su historia y orientada hacia el futuro.
Nos gustaría que la Unión Europea pueda colaborar con Serbia para ayudarle a recuperar su retraso. En especial, queremos que los ciudadanos serbios puedan viajar con libertad dentro del espacio Schengen. A nuestro juicio, el régimen de concesión de visados, que beneficia a gran número de serbios desde el 1 de enero, no es suficiente: ha llegado la hora de que la Unión Europea emprenda junto con Serbia un proceso destinado a la supresión del visado.
Zoran Djindjic murió hoy hace cinco años, convencido de que su país podría incorporarse, un día, a la Unión Europea. Trabajemos juntos, de la mano, para convertir su esperanza en una realidad.
Bernard Kouchner es ministro francés de Asuntos Extranjeros y Asuntos Europeos y Carl Bildt es ministro sueco de Asuntos Exteriores. (Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia).
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