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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Augusto Algueró, el fértil padre de clásicos de la música ligera

Escribió grandes canciones para Marisol, Serrat, Conchita Velasco o Nino Bravo

Diego A. Manrique

Augusto Algueró, que falleció ayer en Torremolinos (Málaga), fue uno de los autores más prolíficos y exitosos de la música ligera española. Sus canciones forman parte de la memoria sentimental de varias generaciones: Penélope, Tómbola, La chica yeyé, Acompáñame, Vivo cantando, Noelia, Chiquitina, Eres diferente, Me conformo o Estando contigo.

Algunos pretendían recuperar su chispeante música como un chiste kitsch, emblema de una España de suecas y cubatas, el equivalente sonoro de las películas de Landa y Esteso. En realidad, aunque aceptara frecuentemente trabajos alimentarios, era un autor versátil y sofisticado, nada que ver con esa caspa que ahora se quiere glorificar.

Nacido en Barcelona en 1934, fue un niño prodigio del piano. Pero estaba predestinado a la música ligera: era el tercer Augusto Algueró, nombre que compartía con su abuelo, pianista de Raquel Meller, y su padre, compositor que se convertiría en figura dominante de la edición musical. Don Augusto era un hombre hedonista, cuyas andanzas todavía son leyenda entre los veteranos de la industria musical española.

Estuvo casado con la actriz y presentadora Carmen Sevilla durante 10 años

Al joven Algueró le costó hacerse un hueco junto a semejante gigante: "Era duro conmigo, tenía la frustración de que no quisiera convertirme en médico. Y lo intenté, me matriculé pero era incompatible con mi vocación creadora. Eran otros tiempos: no me emancipé hasta que me casé con Carmen Sevilla". Según recordaba, fue un noviazgo clásico: "Escribí la música de La fierecilla domada. Nos presentó su director, Toni Román, en 1955 y nos fuimos enamorando". El matrimonio duró de 1961 a 1971.

Algueró prefería hablar de música: "Empecé estudiando los arreglos de las grandes orquestas de música ligera: Mantovani, Kostelanetz, Mauriat, Pourcel, Legrand. Con Michel Legrand grababa en Barclay, en París; cuando Decca nos ofreció trabajar en Estados Unidos, él aceptó y yo no me atreví, me gustaba mucho mi entorno español. Luego, entré en ese circuito y compartí buenos ratos con Henry Mancini, Lalo Schiffrin, Bill Conti. Aunque estaba marcado por América: mi primera canción internacional fue Las tres carabelas, y luego llegaron varios discos de pasodobles modernos que tuvieron bastante éxito en Estados Unidos y Canadá".

A la hora de las letras, Algueró tuvo numerosos colaboradores, desde el ilustre Rafael de León al fiel Antonio Guijarro. Demostró una extraordinaria fertilidad y gran olfato para llegar al gran público. Un ejemplo que se deleitaba en evocar: "Rafael y yo hicimos canciones para una película que Lola Flores filmó en Argentina. Se incluía un tema que me gustaba mucho, Más sola que la una, pero el director cambió la letra y pasó a llamarse La niña ahogada. La película creo que no llegó a estrenarse aquí y yo quise recuperarla. De León escribió una nueva letra, Te quiero, te quiero, y así lo grabó Raphael. No pasó nada. Y volví a conseguir que se grabara, con Nino Bravo. Esta vez sí triunfó".

El hombre de la pajarita, con gruesas gafas y sonrisa perfecta, aparecía en la única televisión de la época dirigiendo la orquesta de los más diversos festivales de la canción. Sus años sesenta y setenta fueron verdaderamente intensos: "Llegué a componer unas 200 bandas sonoras para cine, teatro y TV. Grabé discos mientras escribía centenares de canciones para artistas españoles y sudamericanos. No puedo explicarlo más que por mi facilidad para crear: aparte de todo, también nos divertíamos ¡y mucho!".

Explicaba que no era habitual de las discotecas, a pesar de sus famosas grabaciones de soul bailable, presentes en la película Tuset Street: "No, fue lo mismo que cuando grabé bossa nova: estaba de moda. Carmen y yo hacíamos reuniones en casa. Nuestros amigos eran más gente del cine que de la música. ¡Y futbolistas! A Di Stefano y los demás les encantaba que apareciera Lola Flores, aquello terminaba en juerga flamenca".

No lamentaba que la empresa familiar, Canciones del Mundo, terminara integrándose en la multinacional Warner-Chappell: "Mi padre hizo bien en vender. Yo no tenía alma de gestor". Eso sí, le preocupaba que solo se le recordara por parte de su obra: "Me rebelo contra la idea de que me consideren únicamente el autor de melodías muy populares. Muchas de ellas son demasiado banales". Se negó a jubilarse: "En Torremolinos tengo un estudio; cuando la inspiración me llega, me olvido de todo, ni como ni bebo. Nunca soy más feliz que cuando estoy rellenando partituras en medio de la noche".

Augusto Algueró.
Augusto Algueró.EL PAÍS

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