Arturo Carrasco, un funcionario atípico
Durante 24 años escondió documentos sobre la represión franquista
Durante 24 años, Arturo Carrasco Sánchez se jugó el tipo. Durante ese tiempo mantuvo ocultos todos los expedientes sobre la represión franquista que había en el juzgado de Valverde del Camino (Huelva) para salvarlos de la destrucción. En esa localidad, en la que fue concejal en la primera corporación democrática, falleció el miércoles a los 73 años.
Arturo Carrasco había leído muchos de los documentos que salvó. Allí constaban los vecinos de la cuenca minera de Huelva, donde las represalias tras la Guerra Civil fueron especialmente crudas, a los que se habían quitado propiedades. También los que habían sido encarcelados por sus ideas, los que habían penado en campos de trabajo forzoso, como su propio padre Venancio Carrasco, y los que habían muerto cuando no les correspondía por razones biológicas.
Esos legajos contenían la memoria más tenebrosa de 14 municipios de la cuenca minera. Tal vez porque en 1960 la represión más burda daba vergüenza, el Ministerio de Justicia ordenó "purgar" los archivos judiciales para retirar los expedientes políticos. El mandato llegó cuando Arturo Carrasco, que había nacido en Los Marines en 1934, apenas llevaba un año como auxiliar en el juzgado de Valverde. Un tiempo que, sin embargo, le bastó para saber que los expedientes que pretendían retirar llevaban grabados en letra impresa la crudeza de varias décadas. Cuando el juez le ordenó seleccionar los documentos, Carrasco le desobedeció. "Sé que podría haber ido a la cárcel, pero quería guardarlos", explicaba en agosto.
El funcionario escogió legajos civiles y penales sin trascendencia política para entregar a un camión enviado por el ministerio. Ocultó los delicados bajo ejemplares del BOE en el mismo archivo judicial. Y allí estuvieron hasta que murió Franco y la democracia le pareció duradera. En 1984 los sacó de su escondite y se depositaron en la Casa de la Cultura, donde los encontró en 1989 el historiador Francisco Espinosa cuando investigaba la Guerra Civil. "Fue muy llamativo porque ningún juzgado tenía aquella documentación, lamentablemente sólo hubo un Arturo Carrasco", manifestaba ayer el historiador. Paradójicamente, la inusual actuación del funcionario le costó más de un disgusto en la etapa democrática. "En vez de hacerle un homenaje como se merecía por el riesgo que corrió, le amargaron la vida", censuraba Espinosa. Porque Carrasco volvió a enfrentarse en democracia a las instituciones públicas, que pretendían llevarse los documentos de Valverde.
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