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La resistencia de la aldea de A Coruña

Elviña lucha por salvar su entorno rural, estrangulado por el campus y la especulación

Como en la pequeña e irreductible aldea gala de Astérix y Obélix, los vecinos de la parroquia coruñesa de San Vicente de Elviña, compuesta por dos núcleos rurales y agrarios de casas con huertas que están separados, a la vez que rodeados por el campus universitario, se resisten a desaparecer.

"Quieren empezar las obras, pero tendrán que pasar por encima de nosotros"
Fueron expropiados a 100 euros el metro cuadrado, seis veces menos que enfrente
"Estamos cercados. Nos caen las hostias dosificadas. Cada año, alguna"

Al grito de "queremos seguir siendo aldea en la ciudad", sus apenas mil habitantes tratan de organizar una lucha sin cuartel contra los múltiples desarrollos urbanísticos que, planificados o no, les acechan. Es una guerra del agro frente al cemento en la segunda ciudad de España más pequeña en superficie. "Estamos cercados, y lo peor es que las hostias nos las dan dosificadas; cada año cae alguna", se lamenta Carmelo Seoane, propietario de una de las nueve casas condenadas a desaparecer en pocas semanas para acoger una residencia de estudiantes y 15 viviendas unifamiliares para profesores que promueven la Consellería de Vivenda y el Rectorado de A Coruña.

Este proyecto, de inminente ejecución, es solamente una pequeña parte de la expansión de la universidad coruñesa, que de acuerdo con el plan especial de 1991 aún prevé acaparar otros 500.000 metros cuadrados de Elviña, tantos como la superficie que ahora ya ocupan los edificios académicos del campus.

En total son 39 las casas amenazadas con desaparecer, además de huertas y campos labrados, o del molino, el último en la comarca que gracias a Perfecto, que ya cumplió los 80 años, sigue aún moliendo a pleno rendimiento.

"No estamos en contra del campus de Elviña, pero debe crecer con racionalidad, no a nuestras expensas. Solamente queremos que nos dejen vivir en paz, con la calidad de vida rural que siempre tuvimos y respetando nuestra idiosincracia de aldea", explica Carlos Maceiras, presidente de la asociación de vecinos.

Además del campus universitario, los dos últimos reductos rurales que quedan en el casco urbano de A Coruña, el núcleo de Elviña (donde está la iglesia, un espacio protegido) y el de O Castro de Elviña (en lo alto del monte, al que se llega por una sinuosa y estrechísima carretera) se ven estrangulados por otros proyectos, como el de una nueva circunvalación, la Tercera Ronda, el parque ofimático, un proyecto de viviendas y edificios académicos. A todo esto se suma el recientemente anunciado parque arqueológico para salvar el castro, un importante yacimiento hasta ahora abandonado.

Todo eso sin contar la especulación urbanística que ya hizo estragos en el corazón de O Castro de Elviña, con anacrónicos bloques de viviendas, "unos monstruos de hasta siete pisos de altura", destaca Carlos Maceiras, que acaban de ser erigidos entre las tradicionales casas de una planta de esta aldea sin aceras.

Nadie acierta a saber de qué manera obtuvieron licencia estas edificaciones "aberrantes" y caras cuando los habitantes de Elviña llevan años sin tener permiso de obra, ni siquiera para arreglar sus discretas casitas. Por no tener, incluso no tienen, de momento, la garantía de poder seguir haciendo vida en su aldea. La construcción de la nueva residencia universitaria es un proyecto que presentó hace dos años el Rectorado para paliar la distancia que todos los días han de recorrer los estudiantes (que viven en el centro) para dar clase en el extrarradio. Los terrenos serán para los universitarios y a las nueve familias abocadas a perder sus viviendas se les niega la posibilidad de ser realojadas en la propia aldea, pese a ser un derecho establecido en el plan especial del campus.

Ya ni siquiera reclaman un justiprecio por sus bienes, expropiados a razón de 100 euros el metro cuadrado, seis veces menos que el precio del suelo en la zona de enfrente, donde se construyen dos torres de 30 pisos de altura.

En Elviña quieren poder hacer una casa en la aldea en la que siempre vivieron. "Somos una población muy envejecida, a muchos los matan si los sacan de aquí para mandarlos a un piso en la ciudad, que encima no pueden pagar con sus pensiones". Ante las protestas y movilizaciones, la Consellería de Vivenda se ha plegado a negociar y les presentará esta tarde una propuesta. "Quieren empezar las obras, pero sin un acuerdo firmado, tendrán que pasar por encima de nosotros", advierte Carlos Maceiras.

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