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Reportaje:

Un quirófano para Senegal

Africanos que se dedican a la venta ambulante en Galicia guardan parte de sus ahorros para contribuir a la construcción de un hospital

Han hecho de la calle su segunda casa. Cada mañana tienden una tela a ras de suelo y sobre ella colocan ordenadamente cinturones, pulseras, gafas de sol, bolsos o alguna pieza de artesanía africana. Sentados en las aceras de sol a sol, ofrecen a los transeúntes su mercancía porque, para algunos, es la única salida en un país que no es el suyo y en el que tras una tolerancia aparente se encuentra una realidad que les niega oportunidades. Pero persisten en colaborar en el desarrollo de su país de origen, Senegal. Allí, a través de una fundación, han construido con estas donaciones uno de los hospitales más grandes en la ciudad santa de Tuba, la segunda más poblada del país, con un millón de habitantes.

Mbaye Sall es uno de esos inmigrantes que se dedica a la venta ambulante (en 2006 constaban en España 28.560 senegaleses con tarjeta de residencia). Tiene ya 64 años y lleva 13 en la misma calle de Vigo, a los pies de la misma entidad bancaria en cuyo portal se mantiene al resguardo del viento y la lluvia, "con el permiso del jefe", dice en alusión al director del banco. Antes de dejar su país, en 1991, Sall, que preside la Asociación de Senegaleses de Vigo, se dedicó a la hostelería durante 20 años. Aquí no ha conseguido que nadie del sector le contrate. "A lo mejor cogen a un chico para cocina pero nunca para estar de cara al público", apunta.

A pesar de que las ganancias no permiten excesivas comodidades, el corazón aprieta más que el bolsillo, y Sall, como otros miles de senegaleses manda de vuelta al país africano unos 300 euros anuales y lo hacen movidos, sobre todo, por la fe en la cofradía Mouride, una de las dos facciones de la religión musulmana que agrupa al 90% de la población.

El reto ahora es dotar al hospital, que funciona desde 2000, de un quirófano. "Lleva mucho tiempo conseguir todos los equipos", explica Khadim Lo, un joven residente en A Coruña, porque los recursos con los que cuentan son limitados. El centro está abierto a toda la ciudadanía pero los familiares de los que donan "tienen preferencia", agrega. La atención allí resulta más barata que en cualquiera de los escasos centros de salud privados que presentan precios demasiado elevados para una población a merced de la malaria, el paludismo, la tuberculosis o los parásitos intestinales. "Estamos muy contentos de poder ayudar", reitera Sall, "allí hay muchos problemas para tratar a los enfermos, sobre todo los que no viven cerca de la capital [Dakar]".

Este silencioso entramado social que desarrollan desde la cofradía Mouride trae a la memoria las escuelas que en Galicia se construían en los años 20 con los cuartos que mandaban los emigrados y que todavía hoy, en sitios como A Estrada, siguen recordando con la romería de Os Pereiriños, para que no se olvide quiénes levantaron las casas de los maestros. La cara oculta de la venta ambulante de los senegaleses podría ser El envés de Os Pereiriños, que diría Álvaro Cunqueiro.

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