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Reportaje:

Taberna con memoria histórica

Os Belés celebra 50 años de copas con tertulia y, sobre todo, con canciones alrededor de cinco mesas en el barrio coruñés de Os Monelos

Son cinco mesas pequeñas, de madera, en un espacio alargado que debe rondar los cincuenta metros cuadrados, con el piso de cemento renegrido por el uso, canónicamente espolvoreado de serrín. Con el patio y una especie de cenador que hay detrás, la superficie posiblemente se triplique. Es el bajo del número 17 de la avenida de Monelos, una casa de una planta con buhardilla, encajonada entre dos edificios desmesurados que parece que se la llevan detenida.

Es Os Belés, una de las tabernas clásicas que, como la aldea gala de Astérix, resiste a la invasión de bloques de ocho o diez alturas, y además celebra estos días el 50 aniversario con vino, música y gentes, como siempre.

En 1957, todas las casas eran similares al número 17. Y enfrente ni siquiera había edificios, sólo campo, un río y un puente que había que cruzar para ir al cine Monelos. José Pazos y Amelia García, naturales de Paiosaco (Laracha) cogieron la taberna que allí había y que se había llamado La República. "De hecho, el cartel estaba tirado por el patio. No pusieron otro, pero la gente empezó a llamarle Os Belés por unos vasos de blanco castilla que servían", hace memoria uno de los hijos, Cesáreo.

En la barra recala Manuel Jove y una de las voces del coro puede ser Rosalía Mera
Os Belés no es la única taberna al eterno estilo que sobrevive en A Coruña

Cesáreo creció detrás de la barra, y en 1982 dejó una fundición artesana que tenia con un socio y se hizo cargo del negocio familiar. Fue sustituyendo el clarete y el blanco castilla, y el empapelado de billetes de lotería que cubría las paredes, pero conservó el resto, cocina casera incluida. Conservó incluso una especie de escudo de armas, el primer letrero de Os Belés, que pintó en el muro un cliente antes de emigrar a Argentina, allá a finales de la década de los 60. Casi cuarenta años después, el autor volvió. "Cuando vio la pintura, se echó a llorar", recuerda el tabernero.

Os Belés no es la única taberna al eterno estilo que sobrevive en A Coruña, recreaciones historicistas y remodelaciones aparte. "Están Odilo, Senín, La Traída,...", recita Cesáreo. Pero es de las más características. Una de las razones es el dueño. En las paredes hay las consabidas fotos de los clubes de fútbol del barrio, pero detrás de la barra campan las querencias de Cesáreo: fotos con Arsenio Iglesias y Xosé Manuel Beiras, retratos del Che y de Rafael Bárez, el abogado laboralista que dejó recuerdo de santo laico en la ciudad. ("Vaite indo, vaite indo, / tempo que moes en min. / Cando eu estou n' Os Belés / non me lembro do ruín", reza una de las coplas que hizo Manuel Rivas para celebrar el medio siglo).

Otra razón es la clientela. Hay vecinos, obreros, portuarios y empleados, y también banqueros y alcaldes. En la barra puede recalar Manuel Jove, que es parroquiano desde antes de dedicarse a construir imperios como Fadesa, cuando era ebanista en el barrio. O en las noches de canciones, una de las voces del coro puede ser la de Rosalía Mera, otra habitual. Porque la tercera razón es el ambiente. Cesáreo abre a las 9 y a las 11 empiezan a entrar los primeros clientes, hasta pasadas las 4 de la tarde. A las 7 abre de nuevo y no hay horario de cierre ("sí, una vez nos dieron un toque"). Depende de la clientela y de lo animada que esté, porque en Os Belés se prohíbe cantar...mal. ("Esta noite non é noite / o frío xa está quentado./ Mentres canten Os Belés, / frío e noite van pasando")

De hecho, tiene una formación musical propia, Os Peteras, el nombre que reciben todos los parroquianos. "Fue por Vicinito, después de mi padre, la persona que más echo de menos aquí. Era un marinero que no decía una a derechas. A las poteras para pescar calamar le llamaba peteras y todo así", recuerda Cesáreo. La foto de Vicinito flanquea la puerta de la cocina, pero hay otras presencias que todavía entran por la puerta, saludan y piden un vaso. Son Canosa el de la guitarra, Jaime do Forno, Manolo Cestas? que todavía recuerda a don José Pazos, "sentado, con su bigote, todo serio, detrás de la barra" y esta noche se apuesta con Cesáreo a los dados y gana una botella que cuesta el jornal de un hombre. Para ser parte de la peña ahora ya no es preciso, como lo fue, conseguir bajar de una sentada 12 belés de castilla (3 litros de vino blanco, una prueba que creaba lazos eternos).

Cesáreo reconoce que ha tenido ofertas, por el bar o por el solar, pero asegura que resiste porque es un enamorado de la taberna. "Soy feliz trabajando y despachando vinos. Hay un porcentaje muy alto de clientes que son amigos, y aquí no me siento solo, tienes visitas...y gracias a estar aquí conocí a gente como Carlos do Carmo, el guitarrista portugués, a Xurxo Souto, a Manuel Rivas", sonríe. En los cuatro días de conmemoración del 50º aniversario que comenzaron el lunes, han coincidido en el pequeño gran local Arsenio Iglesias, el ex deportivista Fran y los gaiteiros Pepe Repolo y Pepe Temprano con la conselleira de Cultura Ánxela Bugallo, y pasarán el alcalde Javier Losada, su primer teniente de alcalde Henrique Tello, Rivas, Souto, Yolanda Castaño y Paco Lodeiro. Eso entre los previstos.

Cesáreo atribuye el poder de convocatoria a una cuestión de resistencia: "De Monelos ya no queda ni el río, ni el puente, ni el cine. Sólo queda el Instituto y Os Belés". ("A barra na que apoiamos / é barra da liberdade. / Cincuenta anos d'Os Belés, / cincuenta de humanidade!").

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